DEDICADO A...

-          Ya no hay nada que la vida pueda ofrecerme, ni nada que yo pueda ofrecer a la vida. Ignoro si lo sabía o no, pero había utilizado las mismas palabras que usó Virginia Wolf para despedirse de su marido antes de suicidarse.


-          …¿Qué vida?, solté sin pensar, así como un exabrupto, de forma automática…
-          ¿Cuál va a ser?.. ésta vida. ¿Acaso conoces otra?.
-          No lo sé (contesté un tanto aturdido), yo pienso que ésta y cualesquiera otras solo son parte infinitesimal de una sola y única vida, la misma vida, y que desear escaquearnos de una de esas partes es hacernos trampa a nosotros mismos. No nos sirve de nada.
-          ¿Y cómo puedes saberlo..?. La pregunta no era retórica. Su tono estaba entre el interés por el tema y el fastidio de sentirse contrariado.
-          No es que lo sepa, solo es lo que creo (lo que no podía creer es que estuviese hablando de aquello). Mira… yo creo que existe un principio vital universal y eterno, sin comienzo ni final. Es como un círculo de infinitos segmentos. Si suprimes uno solo de ellos, el círculo no podría existir. Sin embargo, existe. Él está en todos sus segmentos igual que todos sus segmentos están en él, ¿me sigues?..
-          Vale, te sigo… supongamos que el ejemplo sirve solo como teoría. Si yo estoy decidido a quitar de en medio mi… segmento, ¿destruyo el círculo… digamos “mi” círculo?..
-          No, no puedes. “Tu” segmento se recompondría en otro punto con las mismas características y circunstancias del que, aparentemente… quitas de en medio, no sé si me explico…
-          Divinamente, pero me resisto a creerlo (el tono ya no podía ser más interesadamente excéptico). Me estás hablando de un plan que yo no controlo, y eso niega el libre albedrío de todo ser humano. Me niego a creer que…
-          Que nos neguemos a creer nada tampoco cambia nada, (le interrumpo), el libre albedrío controla cuanto podemos controlar e intervenir, pero no podemos controlar ni cambiar las consecuencias de nuestros actos. Son ellas las que definen nuestra propia existencia, e incluso las que la justifican, me atrevo a decir…
-          Pero, vamos a ver, ¿qué consecuencias va a tener que yo haga mutis por el foro y abandone la escena, leches..?. El tono y el interés iban subiendo grados.
-          Possí… Tú puedes romper el papel que te ha tocado… o quizá hayas elegido tú mismo y ni te acuerdes de tan inmerso que estás en él, y vas y abandonas la escena enfadado. Vale, te largas, pero…
-          ¿Pero, qué..?, me corta beligerante.
-          Pues que la jodida obra se está representando en tantos escenarios como posibilidades de variantes tiene el guión… o sea, infinitas. Y puede ser que hagas mutis por el foro y salgas de un escenario para encontrarte en otro. Y que tu papel allí sea el mismo, pero con la peculiaridad de tu abandono del anterior… Porque tú puedes destruir a tu personaje pero no a tu persona. No a “Tí” mismo. Le subrayo intencionadamente el “ti”.
-          Ya, bueno… Pero no me puedes demostrar que eso sea cierto, así que si yo hago lo que me ronda por la cabeza…
-          Por supuesto que no, pero te arriesgas a que sea cierto, y entonces luego te darías cuenta de que no sirven los atajos… Ya sabes aquello de que lo que no se puede demostrar tampoco se puede negar.
-          Te seré sincero… No me has convencido, pero me has puesto a pensar… Un favor: de esto nada a nadie, ¿vale?..
-          ¡Coño!, tú sabes que yo escribo y eso… pensaba utilizarlo como tema de publicación. Con tu permiso, claro…
-          Si dejas pasar un tiempo prudencial y respetas el anonimato, vale… Entonces ya no me importará nada, creo…
-          Confío que te siga importando, hombre…
-          Ya…

Ha pasado mucho, bastante tiempo. El suficiente. Y deseo de corazón que pueda leerme… Sí, eso espero.

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