REMEMBER
En cristiano, remembranzas. Por mi “Autoretazos” de semanas atrás
recibí felicitaciones y parabienes a tutiplén, válgame el palabro. Todos a
favor y ninguno en contra… ¡guay!.. Bueno, esto tiene su lado tramposo, y es
que solo opinan los que le ha gustado, y los que no, al ser un tema neutro y no
pisar callos, pues, simplemente, eso mismo, se callan… ¿para qué se van a
molestar..?
En realidad, como
ven, es un solo y único tema, si bien que contemplado desde los dos extremos
del mismo. Y en ambos casos llevan razón: no se puede. Como decía Belmonte, “no ze pué, y ademá e impozible”. Hay
que ser sincero con estas cosas. Mi hermano siempre me dice que cuando no
recuerdo algo, me lo invento… que a lo mejor por eso me dá por escribir. Y es
posible… no, es seguro, que también lleve razón.
Pero… ¿acaso eso
mismo no lo hacemos todos?, ¿incluso inconscientemente?. Sí, así es. Cuanto más
tiempo ha pasado de algo, todos, todos, tendemos a “reconstruirlo” en menor o
mayor medida. Siempre. Nuestros recuerdos son obras del pasado levantadas con
materiales del presente. No se puede ser más fiel de lo que se es. Y nunca,
nunca, podrá existir una verdad mayor que otra puesto que todas, absolutamente
todas, están matizadas por el colador personal de cada uno. Aquí, objetividad y
subjetividad se mezclan en un mismo valor. Luego, podrá venir la batalla
dialéctica de que si tus recuerdos son de más baja calidad que los míos, o que
mis recuerdos son más recuerdos que los tuyos, pero cuando se tratan de
antiguos recuerdos, recuerdos añejos, remembranzas en castellano viejo, ninguno
es más fiel que el otro por mucho énfasis que pongamos en ello. Tan solo es
cuestión de matices.
Hagamos una
prueba: Enfrentemos a dos personas que guarden un mismo recuerdo de un mismo
hecho. Jamás lo recordarán igual. En mayor o menor grado siempre diferirán en
algo. Ninguno miente, ninguno falsea ni inventa nada, tan solo que rellenan sus
huecos de la memoria con los escombros del pasado más a mano de cada cual. Nada
más que eso.
Cuando alguien
vive algo, y se acumulan lustros y décadas de circunstancias y vivencias, sobre
ese cristal primigenio se van posando capas y capas de memorias translúcidas
que van deformando la visión original de aquel algo que aquel alguien vivió. Y
el algo deja de ser ese algo para convertirse en aquel recuerdo. Y como cada
alguien tiene sus propias lentes, y ninguna es igual a otra, como tampoco los
sedimentos ni los sentimientos, pues se desarrollan diferentes miradas,
distintas visiones, de ese mismo algo.
Pero le voy a
decir una cosa a esos mis considerados lectores: Por muy magistralmente que
nadie intente describir un hecho como mi “Autoretazo”, nunca, jamás, podrá
acercar, ni siquiera pálidamente, la experiencia vivida a la transmitida… Tan
solo imagínenselo.-
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