SÉ TÚ MISMO, DICEN...
Sé tú mismo. Es una
afirmación bonita que se nos repite desde todas partes, desde cualquier
material de autoayuda a cualquier filosofía liberal, pasando por cualquier
manual de seducción personal. Siempre se dice eso: sé tú mismo…. Pero, aparte de lo atractivo que resulta ser uno
mismo – por eso se pregona – realmente pocas veces resulta ser liberador, y
muchas veces suele ser una fuente de conflictos. Literalmente, si yo me siento
ofendido por determinadas cosas (y todos tenemos esa capacidad), cuando
suceden, ¿he de exponer mi ofensa y mostrarme como soy?.. esto es, enfadado,
dolido, reactivo, violento, rechazado… rellene la línea de puntos como se
sienta a sí mismo. Si lo hago, lo más seguro es que provoque una reacción
contraria en otros que también se están mostrando en ser cómo son, ¿no?.. El
conflicto aparecería y la diplomacia se destruiría. Luego esa afirmación tiene
sus límites, y si se limita el manifestarme tal como soy, tan bello consejo es,
al menos en parte, un tanto falso.
Aquí se me dirá… bueno, tú mismo, pero sé prudente,
no lo manifiestes según con quiénes, y guárdalo para ti o para compartirlo solo
con los que sientan como tú o respeten tu manera de pensar o de ser. Vale,
entonces seré yo mismo conmigo mismo, hasta que conozca bien el personal que me
rodea. Pero, claro, ¿cómo voy yo a conocer a ese personal con los que me trato,
si no se comportan como son ellos mismos, y todos seguimos la misma pauta?.. Y
aquí se cierra el bucle del dilema. Al final, la cuestión es que, nos guste o
no, habremos de cocinar tal recomendación de ser uno mismo a fuego lento, con
una pizca de respeto y otra pizca de disimulo. Y si encima, por no dejar de ser
uno mismo, naturalmente, lo decimos y reconocemos así, tal cual, entonces nos pueden
encasquetar la etiqueta de ser unos falsos como la copa de un carrasco, o sea,
pura hipocresía.
Menudo problema. Porque esa es otra. Decimos mucho lo
del “yo soy así, y tienes que respetarme”, pero si yo soy un cabroncete, ¿quién
leches me va a respetar?.. Y es dudoso tal respeto, porque siempre creemos,
invariablemente, que el cabrón es el otro. Y si no queremos líos, entonces
entra el segundo ingrediente: el disimulo. Aparentamos una normalidad que en
realidad no existe, y que nos irá distanciando poco a poco de esas personas. Y
todo, por ser nosotros mismos… Por supuesto, siempre existe la tercera vía,
esto es, así soy y así me comporto, si quieres me aceptas y si no que te den (y
me den) pá pipas… Y quizá sea la
fórmula más natural y naturalista que exista, el mostrarnos “a pelo” y aprender civilizadamente a
soportarnos los unos a los otros, como Dios nos está soportando a todos. Y que
aprendamos a perdonarnos por ser nosotros mismos. Y puede que de ahí venga todo
lo demás, o sea, la diplomacia, el disimulo y el buen rollito… La verdad es que
yo no alcanzo a saberlo muy bien, pero
por ahí debe de andar la solución.
Y no es que yo vaya en contra de consejo tan hermoso,
no, lo que me digo es que hay que tomarlo con una generosa dosis de cautela, pues
para poder mostrarnos tal y como somos nosotros mismos, creo que aún no estamos
preparados. Tanto para ser y que nos vean como somos, como para afrontar las
consecuencias de ello. Ya saben. Desvístanse en una playa nudista, pero no en
la puerta de la iglesia de su pueblo. Y no me voy a poner lacitos hipócritas,
que lo digo empezando por mí mismo. Que yo soy pecador y me confieso como tal,
y tampoco acepto a mucha gente que son como son. Y que si alguien me dice que
sea yo mismo, que me acepta así, o esa persona es un héroe, o un santo, o un
mentiroso, o un gilipollas. O no se conoce a sí mismo.
Ya… ya sé, me conozco la fórmula mágica que lo
convierte todo en algo muy civilizado. Esa tan manida de “lo respeto pero no lo comparto”. Guay. Yo la digo también, aunque
reconozco que cada vez menos. Solo cuando se me escapa. Pues no deja de ser un
eufemismo, porque es muy difícil respetar lo que no se comparte de buen grado.
Es solo eso, una fórmula de compromiso que nos permite pasar de puntillas y
salvar una situación incómoda. Porque no compartir es una manera de rechazar,
una forma light de estar en contra, una manera educada de oponerse, y hay que ser muy virtuosos para respetar
aquello que rechazamos. Lo que pasa es que el lenguaje es como un ropaje con
que disfrazamos los sentimientos… Y si los disfrazamos, pues eso, que el “sé tú mismo” es más como una declaración
de intenciones que una voluntad real.
Bueno, vale, de acuerdo, pero inténtalo al menos, joío, leches, que eres único pá poner en duda cualquier escaparate,
por bonico que éste se vista, cagonlamar…
Pues sí, intentémoslo. Quizá, y ojalá y así sea, hago votos por ello, llegue el
día en que todos podamos ser nosotros mismos integralmente, mostrándonos
desnudos, tal y como somos, tal y como cada uno es. Ese día serán un nuevo
cielo y una nueva tierra.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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