LA MUJER

 


Hay muchos mitos de la Creación. Tantos como culturas pueblan la tierra. Solemos llamar Sagrada Escritura al que pertenece a nuestro acervo, a nuestro grupo de fé y/o de creencias, y Mito, o Leyenda, al resto de los demás. Es así como funciona la cosa. Pero, al final, es todo lo mismo. Nuestro Génesis bíblico no deja de ser otro mito entre los muchos, si bien que creado y criado por nuestra cultura occidental y de herencia judeocristiana… No diría yo que unos son falsos y otros verdaderos. Pero sí que todos son verdaderos en alguna forma, manera o parte, visión o interpretación, de fondo. Cuando me pongo a leerlos, siempre me digo a mí mismo lo mismo (sírvame la redundancia): si a uno lo creo falso, todos son falsos; si a uno lo considero verdadero, todos son verdaderos… Lo que sí me niego es a creer sagrado “el mío” y falsos – mitos – los demás… Y, hablando de mitos y leyendas: el mito no es otra cosa que el propio subconsciente de la humanidad… y eso, en modo alguno puede ser falso.

            En el de la Creación, lo que nuestra Escritura, más o menos sagrada, demuestra, es que la cultura receptora del mito era misógina en primer grado, sin la menor duda, y que el resto de los “mitos” la contradicen general y absolutamente en ese preciso aspecto… Veamos unas cuantas, si les place: por ejemplo, los iroqueses hablan del descenso de la Mujer del Cielo, a la que ayudaron los animales del mar a acumular barro sobre la concha de la Gran Tortuga (o sea, la Tierra) para hacer nacer al hombre… Otra: los aborígenes australianos cuentan que la Madre Sol despierta el espíritu de las criaturas vivientes, y da forma a éstas… Y otra: Los Kung-Shan del África meridional cuentan que las criaturas viven en el submundo con el Gran Maestro, pero por el agujero que hay entre las raíces del Árbol de la Vida, sale a la superficie la Primera Mujer, que precede a otras criaturas y a más gente… Y otra más: los indios Hopi relatan cómo la Mujer Araña asignó los nombres, tareas y cometidos a hombres, mujeres y animales…

            No sé si ustedes, que me han seguido hasta aquí, opinarán o no lo mismo que yo, pero si se fijan, en todos los mitos paralelos con nuestro Génesis, existen elementos comunes y confluyentes con el mismo y entre sí, como puede ser el barro de los iroqueses, las criaturas vivientes de los australianos, el árbol de la vida de los africanos meridionales, o la asignación de los nombres de los hopi… Esas son, precisamente, las pistas que nos confirman que todos los mitos y/o escritos sagrados de las diferentes civilizaciones nos conducen a un único y solo camino. Por supuesto, la antigüedad de esas culturas transmisoras solo les permite contarlos desde la leyenda y de una forma comprensible para sus contemporáneos, no desde los principios, conocimientos, lenguaje y entendimiento actual, mucho menos desde el punto de vista universal…

 De ahí mismo la extensa variedad de sus interpretaciones… Lo que ya no es de recibo es que una fé se arrogue la corona de verdadera a costa de las demás. Ese es el problema de ser acogidas, transmitidas y defendidas desde las religiones. Que se les impone la sacralidad, la santidad y el dogma sobre el resto que narran los mismos hechos desde diferentes puntos de vista, siendo, al fin y al cabo, la gran, única y genuina historia universal del hombre sobre la tierra…

Esas pistas de las que doy fe en párrafos anteriores, nos dicen que tratamos los mismos hechos primigenios. Pero sí que hay que reconocer – resulta imposible no darse cuenta – que, mientras la gran mayoría de mitos originales se basan en el principio creador como femenino (la figura central de los mismos es la Mujer, así, con mayúscula), en el nuestro, digámosle de versión católica, se ignora, se le asigna un papel secundario, un tanto artificioso y ridículo (puesto que para no tener que admitir que el hombre nace de la mujer se hace nacer a la mujer del hombre) y encima se le encasqueta la autoría de un “pecado original” en concubinato con una serpiente, que, además, da la casualidad que, en el resto de las culturas, es símbolo del conocimiento…

No voy a desarrollar nada de esto, pues ni tiempo hay ni tampoco lugar, pero eso no quiere decir que no existan muchas y buenas razones que estudiar… Tan solo quiero dejar colgado del pensamiento razonable que las grandes verdades que vienen de las más antiguas fuentes de sabiduría, también pueden traer arrastrando grandes, por interesados, errores. Y que nunca la nuestra es mejor por el hecho de ser la nuestra… La verdad, si se le valora en algo, ni se recibe gratuitamente, ni se impone. Hay que buscarla para poder hallarla. Y a la mujer, amigos míos, a lo femenino, todavía no lo hemos encontrado…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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