EL DESTINO ES HOY

 

Cuando el Destino nos alcance” es una película de 1.973, protagonizada por Charlton Heston, y que se desarrolla en el año 2.022, precisamente en el año que estamos a punto de abordar (o mejor dicho, que está a punto de abordarnos). Y que se filmó cincuenta años antes, para dar un salto de medio siglo en las predicciones del mundo… Ese entonces futuro ya es presente. Hoy mismo. Ese destino del que habla su título ya nos ha alcanzado en la actualidad, y el mostrar una comparativa resulta inevitable, por lo que pudiera, o no, haber acertado.

Ese futuro que ya es hoy muestra a una Nueva York superpoblada, golpeada por la contaminación y el cambio climático. Desastres ambientales y un desarrollo tecnológico lo suficientemente deshumanizado como para pintar una sociedad sometida por él… Si nos fijamos, esa distopía de hace cinco décadas, ahora, a punto de meternos dentro de ese 2022, presenta una inquietante semejanza.

Una de las “fantasías” es la escasez de bienes y alimentos a que se ve sometida aquella – esta – sociedad… Asusta comprobar la carestía de los costos para la producción y traslado de esos productos que se ha destapado en estas postrimerías del 2021 y que pinta un feo porvenir, a pesar de los esfuerzos “oficiales” de normalidad para tranquilizar a la población… En la película, la deficiencia alimentaria se soluciona proveyendo a la gente de un alimento universal: el Soylent, un compuesto proteínico artificialmente preparado al efecto.

Aún no ha llegado esa cosa, pero en los supermercados ya se ofrecen, cada vez más, platos sintéticos solo para pasar por el microondas y consumirlos; salsas preparadas; congelados recongelados, etc… No importa el sabor, si no la comodidad, la rapidez, el “caliéntelo y comaselo”… Es un mundo acelerado, como el del Destino que nos ha alcanzado, donde el Soylent se abre paso en forma de pizzas en serie, tortillas prefabricadas, etc. Otra solución alimentaria en la recámara y ya a la vuelta de la esquina es la carne sintética, producida en impresoras digitales. No es ninguna broma… El enorme contraste con esta realidad que se está abriendo camino es la proliferación “imaginal” de todo lo contrario: la invasión de chefs y masterchefs, cocineros, cocinóides y cocinillas, que nos venden descaradamente sus platos de autor, su supercocina, o “la de verdad”, la auténtica, la original, como algo al alcance de cada vez más pocos.

Nos están preparando como para alimentarnos digitalmente a los no privilegiados, en una especie de contrasentido dentro de una sociedad con acceso a dos velocidades, o clases, de alimentación: la grand couisine para la clase dirigente, y el Soylent en forma de tortilla, o pizza, o carne, congelados, o lo que sea, para el resto de la población.

Lo que esa película pinta es una división clasista del mundo (las diferencias sociales y económicas son cada vez mayores): los productores-consumidores y los que viven de ellos… Tampoco esa visión se despista mucho de la situación actual. Vivimos una sociedad cada vez más empobrecida a la vez que cada vez más consumista; y en esa realidad, los pobres son cada vez más pobres mientras los ricos son cada vez más ricos. El sistema de la globalidad tiende a hacernos producir para luego vendernos lo que producimos, incluso endeudándonos, mientras los beneficios recaen en multinacionales ligadas a una cada vez más clara oligarquía económica.

Pero es que, en 1.926, casi hace un siglo, Fritz Lang, con su clásico “Metrópolis”, pintó una sociedad casi idéntica. Es muy posible, ya lo sé, que “Cuando el destino nos alcance” sea una especie de remake de la de Lang. Puede ser. De ahí entonces la coincidencia de que el director de Metrópolis también sitúe en el 2.026 (a solo 4 años) su fantasía… Pero eso no quita, todo lo contrario, que hace cien años pintaran una sociedad tan zozobrante como la actual, y, sobre todo, tan parecida en sus extremos más amenazantes.

Pero es que antes de todo eso, Jevqueni Zamiatin, un escritor ruso, ya auguraba en su obra “Nosotros” un destino monitorizado por un estado autoritario… Es el “1.984” de George Orwell. Y ese estado autoritario no se define como de izquierdas ni como de derechas. Es que el totalitarismo está por encima de las ideas… Nos lo recuerdan, levemente aún, pero muy claramente, los partidos populistas en sazón, de unos todavía aparentes extremos, y a los que votamos con tanta fruición… Pero detrás de todo ello, agazapados, lo único que existen son unos monstruosos sistemas financieros… Así que, nosotros mismos…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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