CONFESÉMOSLO

 

(de YouTube)

Algo he leído por estos lares – no sé si al columnista Martínez Abarca – de que “los obispos alemanas quieren vivir el catolicismo de otro modo”… Lo que no llega a aclarar es de qué modo, si más avanzado, o más atrasado; si más pegado al cristianismo, o más despegado de él. Porque podemos llegar a un “acorde a nuestra época”, lo cual no sería malo sin ser enteramente bueno, o nos podríamos pasar un par de pueblos en cualquiera de ambos sentidos. Me explico: si es dando marcha atrás, podríamos volver a los valores originales de ese antiguo cristianismo, lo que no sería nada de malo; o podríamos quedarnos en el Concilio de Trento, lo cual sería malísimo. Y si lo que se trata es de avanzar, si actualizamos el catolicismo (pues el cristianismo auténtico no es actualizable) con arreglo a lo positivo de hoy, bien estará; pero si lo hacemos con respecto a lo negativo, entonces mejor estarse quietecicos.

Y ponía en su escrito el ejemplo de lo de la confesión… Peliagudo tema, a fé mía. Yo puedo entenderlo desde el punto de vista psicoanalítico, o, si quieren, incluso como la descarga de una carga, no sé si me entienden ustedes. Cuando tenemos un cargo de conciencia, uno se siente mejor compartiéndolo y consultándolo con alguien de entera confianza. Es como una catársis. La cosa está en que todos los curas, por el único hecho de serlo, sean personas de esa entera confianza de cada cual, por mucho que la católica diga que sí. Aquí, el dogma se convierte en costumbre, y también en conveniencia, y entonces por eso mismo resulta todo tan conveniente como falso.

Dicen los protestantes (que no creen en ella) que por mucho que el sacerdote haga el signo de la cruz no se perdona mágicamente nada, porque el poder de perdonar no lo tiene el cura, si no el propio penitente… Naturalmente. Y el propio concepto de “pecado” es el de una conciencia manipulada. Dicho en román paladino: que uno mismo se autoperdona cuando existe genuino arrepentimiento con un Dios que está en (porque también “es”) todas partes. Y, sobre todo y por encima de todo, dentro de uno mismo. Lo demás son cuentos chinos. Y es que, en puridad, el significado auténtico del sacramento es un compromiso íntimo de la propia conciencia con Dios, sin más intermediarios ni nada por el estilo…

El papel del buen cura tan solo es que testimonial; algo así como el notario que levanta acta, que “dá fé”, pero que tan solo afirma lo que el otro dice; ni asegura, ni garantiza, ni nada de nada, de que ese otro esté diciendo la verdad o esté mintiendo. Por eso es que, con tan solo declarar, por ejemplo, que mintió conscientemente cuando dijo tal cosa o manifestó tal otra, el sacramento es nulo de pleno derecho (canónigo, claro). No es que se anule nada, pues algo que no existe no se puede anular, lo que se declara es que no ha existido… Esto suele darse mucho en el llamado “de matrimonio”, y por eso se explican tantas cosas inexplicables. Precisamente por que se callan y no se confiesan.

…Y miren por dónde volvemos a lo de la confesión, que es en lo que estábamos. Son todas estas consideraciones de obligatoriedad dogmática de practicar un sacramento lo que, precisamente, causan el efecto contrario, y anulan, por pura lógica, la efectividad de tal sacramentum. Resulta paradógico, pero así mismo es. De ahí y por eso se entiende que existan esos extremistas populistas de partidos populistas, que se consideran fervientes defensores de una religión que “perdona por acto de confesión” todos los embustes y falseamientos; odios profundos a todo prójimo inmigrante o persona que, simplemente, no comulgue con sus fanáticos principios; y que se montan santas cruzadas fundamentalistas a su alrededor… Todos estos tiranos, como Franco, Pinochet, Mussolini, Hitler, Stalín, y otros muchos actuales, eran aliados perfectos de una poco santa institución que perdonaba y justificaba porque se apoyaba en sus desmanes, abusos y crímenes, sin necesidad de más arrepentimiento que un patriotismo reconvertido en patrioterismo.

Por todo esto, y unas cuantas razones más de puro sentido común, es por lo que, personalmente y sin ánimo de molestar, no creo en ese, planteado así, sacramento de la confesión de “márquese tres padrenuestros, cuatro avemarías y vaya usted con Dios”… Y pido disculpas a los que se puedan sentir ofendidos. Todo estriba en eso mismo: en el arrepentimiento. No existen más historias en esa historia. Solo puede haber “propósito de enmienda” si hay verdadero y sincero arrepentimiento, y no porque ese arrepentimiento de pose y muy señor mío se adorne con lo de “el dolor de los pecados”, que queda como más trágico y bonito… y, sobre todo, y por encima de todo, introduce y legitima el concepto de “pecado”, que esa es otra…

Así que miren ustedes, a mí me van a perdonar, pero no me tira p´atrás los pecados de los hombres, si no su cinismo e hipocresía en creerse perdonados por los que no poseen el poder de hacerlo; y el fariseísmo de una Iglesia que, aún sabiéndolo, lo justifica, lo manipula y lo mantiene… Así que, si los obispos alemanes empiezan a reconocer todos estos dañinos y dolosos anacronismos, y quieren servir a un renovado cristianismo, que empiecen a superar su arcaico catolicismo. Puede que todos salgamos ganando.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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