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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

viernes, 2 de agosto de 2013

BOTELLONES, JERINGUILLONES, CONDONES...

… Mamones… Yo no sé lo que ustedes pensarán, pero yo creo que lo estamos haciendo mal. Muy mal. Rematadamente mal. Aquí tenemos un par de cuestiones en conflicto: Por un lado están los derechos y libertades individuales, y por el otro el costo social que lleva y conlleva su mal uso y abuso… ¿Se debe regularizar el juego, la droga, la prostitución, el bebercio, la financiación de los partidos… y perdonen que la cuele aquí..?. Pues mi opinión es que sí, en tanto en cuanto que se cumplan dos requisitos esenciales: Primero, que no afecte a terceros, si no a uno mismo, y segundo, que las consecuencias de ese ejercicio de libertades personales la pague cada cual de su bolsillo, y no a cargo de la comunidad.
                Un ejemplo. El botellón. Hay que pasar factura vía administrativa, ejecutiva y/o judicial al usuario de las intervenciones sanitarias, con todas las consecuencias. Si se es mayor de edad, contra él mismo o incluso sus futuros haberes cuando los hubiere, y si es menor de edad, contra los que ejercen la responsabilidad de su tutoría legal y hacen dejación de ella. Sin contemplaciones. Embargándoles hasta el aire si necesario fuere. Eso, y no lo otro, es verdadera justicia social. Lo otro, ya digo, es una injusticia y una manifiesta irresponsabilidad para con el resto de la sociedad. Miren ustedes… si yo exijo mi derecho a mamarme, debo asumir las consecuencias de ese derecho, y no cargárselas a una sociedad a la que molesto, de la que abuso, y, encima, me aprovecho de ella. Es así de simple. Es así de sencillo. Porque si no lo hago así, estoy diciendo que no tengo derecho a exigir la parte de libertad de la que no soy capaz de asumir bajo mi personal responsabilidad, y por lo tanto, he de dejar que los que luego me atienden sean los que marquen las normas que yo no soy capaz de asumir.
                Y lo mismo para con todo lo demás. Si soy un fumador consciente, habré de ser consciente también que tendré que costearme lo que yo, y solo yo, me provoco voluntariamente. Igual si consumo drogas, alcohol o lo que fuere… Como si soy adicto a tirarme por un campanario, que aquí también meto, naturalmente, a los balconings y todo deporte de riesgo o estúpido festejo de ídem, incluído imbéciles concursos y demás toriles… Y si he metido, y pido disculpas por ello, lo de la financiación de los partidos junto a chutes, putas y mamonadas, no es por nada, aunque a algunos pueda parecerlo, si no porque obedece al mismo principio. Lo que se declara legal, se controla, y lo que se controla se hace responsable, y lo que se hace responsable paga impuestos, y si los paga, se convierte en comercio transparente. A nadie le cabe en la cabeza que los partidos se mantengan de las cuotas de sus asociados, aparte de que yo puedo regalar mi dinero a quien quiera, qué leches… Lo que hay que hacer es declararlo, tanto el que lo dá como el que lo recibe. Y que se conozcan públicamente las fuentes. Se evitarían todas estas barcianas mierderías.
                Hablamos y hablamos de la madurez de la sociedad, pero es falso. Es mentira. A la vista está que no somos una sociedad madura. O bien presumimos de conceder libertades individuales a quienes no están dispuestos a asumir sus consecuencias, o bien, en nombre de lo segundo, las recortamos cómicamente, patéticamente… o hacemos gala de ambas cosas a la vez en una idiota ceremonia de confusión… Mientras tanto, unos se suicidan poco a poco y otros les pagamos el suicidio y el entierro.

                Es obvio que no podemos poner un guardia tras cada ciudadano. No es de recibo un mundo orweliano a estas alturas del circo. El estado, entonces, se arrogaría hasta el derecho de dictarnos lo que comer, beber, cómo, cuándo y a quién jo…robar, e incluso lo que pensar, a fín de “salvarnos de nosotros mismos” y, de paso, suplantar los derechos individuales de las personas. Solo queda un solo y único camino: la libertad responsable. Pero no que sea responsable la sociedad de lo que es responsabilidad personal mía, ni hablar… Que sea responsable cada uno, individualmente, de su propia parcela. Y si no sabemos serlo, o no queremos hacerlo, óiganme, pues entonces sí, atengámonos a las consecuencias. Es que, cualquier otra conducta, joer, es hipócrita, injusta, y si me apuran, hasta inmoral… ¿Qué no..?.. Pues, a ver, razónemelo…

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