COSAS MÍAS...
Suelo salir todos los días a
caminar. Ya saben… el azúcar, los triglicéridos, las bielas, enfín, la edad.
Hace poco se me arrimó un amigo. Una hora dá para mucho, y, tras las
iniciaciones de rigor, me preguntó cómo llevaba la crisis desde el emeritaje. “– Pos más justico quel pellejolculo”, o
algo así, creo que le contesté… “¿Cómo es
posible?”, me dijo, poniendo cara de verme bajar de un ovni. “Possí, hasta la calefacción tendré que
apagar, como tantos otros, si esto sigue como vá”… “Perdona,
pero no me lo puedo creer”, me soltó abriendo los ojos como platos soperos.
“Aparte tus vinculaciones con Cáritas y
varias Ong´s – prosiguió – tú has
desempeñado durante muchos, muchísimos años, puestos importantes en
organizaciones empresariales, en colectivos profesionales, has presidido una
organización de autónomos, has ostentado cargos representativos en patronatos
culturales, rectoras de diversas instituciones, aún eres juez de paz el pueblo,
escribes en la prensa… ¿Y me quieres decir que no aseguraste nada que pudiera
compensar lo que te has quitado a ti mismo para entregarlo a los demás durante
toda tu vida activa?.. Disculpa mi franqueza, pero no lo entiendo”…
En tal momento
casi que me saltó de las tripas contestarle un no lo entiendes pero tampoco te
importa, pero me salió un “no lo
entiendes, pero así es…” que me estremeció a mí mismo. Se me puso alma de
pobre tonto, de infeliz congénito. Y en ese mismo instante recordé algo que un
familiar muy querido me dijo hace mucho tiempo: “Miguel, tú sabes ofrecerte, pero no sabes venderte. No esperes que
nadie te devuelva ni una mínima parte de lo que has dado”. Pero el jodío
acompañante aún me hizo como un reconocimiento rectal de la próstata: “entonces, has empleado parte de tu
existencia en cosas que ni siquiera tú mismo te has reconocido… y te lo digo
desde mi más sincero afecto”. Con un
“vale, tío, sí, pero si te parece cambiemos de tema…” y un callado para mis
adentros, más amargao-la-tarde -puñetero, zanjé la cuestión.
Pero
como el regusto ácido suele quedarse remoloneando un tiempo entre los pliegues
del ego idiota, cuando despedí a mi eventual compadre al tomar andaduras
distintas, el resto del camino en bendito solitario lo pasé rumia que te rumia
con la cagada que mi buen mensajero de fortuna había plantado en mi mente. Es
curioso lo que una banderilla a fuego en todo lo alto del lomo puede sacar de
un consciente que está intentándose arrinconar en lo más escondido del
subconsciente.
Y
entonces me dio por preguntarme a mí mismo, no por la parte de supervivencia
material que aludía mi interlocutor, que legítima o ilegítima me avergüenza por
igual en ambas posibilidades, pues paso de sentirme aprovechado a sentirme bobo
según una cosa u otra, lo que demuestra que tengo más de lo segundo que de lo primero,
si no por parte de la influencia personal… ¿Ha servido para algo?.. ¿Alguien
aprecia realmente toda esa labor de años, todos esos esfuerzos?.. ¿De verdad
hice algo, cambié algo, mejoré algo, logré algo?.. ¿Tan egoísta soy como para
preguntarme estas cosas..?
Son
preguntas que, sin duda alguna, quedarán sin respuesta. Pienso que es mejor que
así sea. Es más, viviendo ya orilleado de ese mundo, creo que quizá deba ser
así. Ahora estoy escribiendo todas estas (¿malsanas?) impresiones que luego
mandaré al periódico con el que también, como siempre ha sido, colaboro
graciosamente y que graciosamente acogen mis paridas y mis ocurrencias. Y
después lo compartiré con mis habituales lectores, mis viciados y viciosillos
seguidores. Y ellos me juzgarán generosamente, benévolamente… Pero el run-rún
que me regaló el capullo de mi amigo, aún no se ha dormido… ¡Cagúenlaleche!..
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