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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 11 de noviembre de 2014

QUERENCIAS

Mi padre en realidad nació a los doce años, al cuidado de una punta de cabras, cuando un avión le espantó los animales pero no los pensamientos, y se prometió a sí mismo mandar sobre la máquina y el aire, y no sobre el ganado y la tierra… Mi hermano comenzó a desgranar la azarosa, y asombrosa, vida de mi padre, piloto de la República Española. Motivo: los actos celebrados en Los Alcázares por el centenario del Arma de Aviación.
 
                Fue recorriendo punto por punto, fecha por fecha, con detalle, con rigor y con amor, con mimo, su entrada al ejército, su primer y tan deseado contacto con los aviones, primero como soldado, en labores de mantenimiento, luego como cabo, en aquella primitiva Escuela de Combate y Bombardeo Aéreo, su encomiable esfuerzo en autoformarse, sus cursos, su primer ascenso, su primer puesto a bordo de aquellos legendarios aeroplanos, el de ametrallador. Su ilusionado, enorme, inmenso deseo de cumplir su sueño: pilotar, tener alas propias, gobernar el aire, ya estaba más cerca. Cuatro Vientos, una enfermedad mortal le echó un pulso a su impulso, pero el segundo fue más fuerte que el primero… Francia, curso de pilotos de caza. Por fin… Luego, vendría lo peor.

                Cuando la vida de tu padre la oyes por boca de tu hermano, es tu propia sangre que te habla desde muy lejos, pero escuchas desde muy cerca. Y ya no eres tú. Es un bloque, un todo de tres personas, no una sola. Notas que algo forma parte de ti como si tú mismo fueras parte de la historia con el propio narrador… La guerra “incivil”, como la llamaba mi padre, reclamó su inhumano tributo de vidas y sueños jóvenes. Y los suyos se ahogaron en ella. Termina su formación y comienzan los destinos. Horror, sangre y destrucción. Frente del Norte, tres y cuatro batallas diarias a cielo abierto, su primer y desigual combate de un pobre “chato” con los primeros Messersmith alemanes. David y Goliat – apostilla mi hermano -, son diezmados, y van cayendo como moscas. Allí alcanza los galones de sargento, allí cae su jefe de escuadrilla, y allí lo nombran a él jefe de la misma y lo ascienden a teniente… El Teniente Galindo también es derribado, malherido, y echo prisionero por los Flechas Negras italianos. La República comunica a sus padres su muerte, y comienza el luto…

                Es tu misma voz hermana la que habla a tus propias entrañas. Una ola amarga va subiendo del estómago a la garganta, lentamente, y se agarra a ella como una soga áspera y cortante, y te la aprieta… A los seis meses, la Cruz Roja Internacional avisa a mis abuelos que está vivo. La contienda fratricida ha de segar aún sus últimas vides de vidas, y ambos bandos se las canjean como peones de guerra. Mi padre lo es por un piloto nacional, al que la historia posterior, acabada la guerra, aún volverán a cruzarse sus caminos como vencedor y vencido… Exhausta de sangre, la guerra acaba con la victoria de un hermano sobre otro hermano. Pero el mío sigue con voz, temblorosa y firme, su narración, mirándome con una misma y única mirada… Barcelona, restos del ejército derrotado pasan los Pirineos a pié al amargo exilio. Mi padre, entre ellos, roto, quebrado, descansa vencido en la noche en un cementerio, Colliure, entre los muertos, donde con la claridad del día le hacen ver que ha dormido junto a la tumba de un ilustre compatriota tan exiliado como él mismo: Antonio Machado… Campos de refugiados, hambre, frío, penalidades, sufrimiento…

                Mi hermano sigue enviándome el mismo silencioso mensaje con los ojos del cuerpo atado a los ojos del alma. Una lágrima se rompe dentro del pecho, y otra, y otra más… Estalla la Segunda Guerra Mundial. Mi padre se enrola en servicios de apoyo a la Francia ocupada en un batallón inglés aliado. Cuando éstos embarcan en Dunkerke, queda sobre las arenas de la playa. Los alemanes lo hacen prisionero, lo visten con uniforme inglés y lo filman para su propaganda nazi. Luego lo suben a un tren con rumbo al campo de exterminio de  Mauthaussen. Pero el ángel del destino lo espera en la frontera española, donde es desviado a los campos de concentración franquistas. Periplo hasta la Línea de la Concepción. Allí salva el pellejo por… ¿cuarta vez ya?, al enseñar idiomas a los hijos del comandante del campo… Es condenado por “auxilio a la rebelión armada”… pero ¿quiénes se rebelaron contra quiénes, si no sus condenadores, se pregunta… La cárcel: Burgos, Salamanca, Alicante… libertad condicionada. Vuelve a su pueblo y se enamora perdidamente de mi madre, viuda por cierto, de otro piloto… Posguerra pura, cruda y dura. Paz con poco pan y muchas penas... Solo a su fin, en su vejez, el ya casi póstumo reconocimiento: Coronel Galindo… del Ejército del Aire.

                Dos horas para toda una vida. Varias anécdotas sazonándola, y muchas fotos ilustrándola, y cantidad de documentos probándola, y un río de su sangre pulsándola… nietos, bisnietos, mi hermano como su fiel relator, yo como leal receptor… Somos testimonios empequeñecidos y vivos de una existencia apasionantemente dolorosa y dolorida de una persona que tan solo deseaba ser gente normal y de paz, pero que se vio envuelta en un torbellino de locura y odio, del que salió sin la más leve mancha de resentimiento, para, al final,  terminar siendo nuestro padre. Eso es todo.


                Yo, a veces, miro al cielo, y veo erizarse el suelo de montañas, y veo las montañas erizarse de bosque, y veo un “chato” caer en picado envuelto en humo negro, y veo a mi padre mirar a la muerte de cara y reclamarle con rabia una nueva vida…

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