LA TIA JULIA Y EL ESCRIBIDOR/II

Discúlpenme si vuelvo a insistir con La Tía Julia y El Escribidor, pero la demanda manda… No se trata de que este “escribidor”, por web bautizado, se identifique con el gran Mario. Hasta ahí podíamos llegar… Se trata de que la historia del Vargas dieciochoañero con la Tía Julia de 42, encierra gran cantidad de paralelismos con cualquier tema relacionado con los escribidores de historias. El tío Lucho y la tía Olga, la prima Nancy, el buen amigo Javier, el compañero Pascual, los Genaro, el gran Pablito, los padres, los abuelos… son solo personajes familiares y accesorios que aderezan y acompañan un solo y único plato fuerte: la relación de la Tía Julia con el Escribidor.

                Y la relación no es exclusivamente carnal. No. Eso es tan solo que circunstancial. Una circunstancia fuerte, sensual, de estimulante sabor físico, es verdad… Pero es nada más que un componente, atractivo y atrayente, eso sí, que viste el núcleo central de su significado oculto: la relación del joven Vargas con el mundo de la creación literaria. El personaje que comparte protagonismo con el central, desde el que gira toda la historia, es la Tía Julia, y la irrefrenable atracción que ejerce sobre el escribidor en ciernes. La diferencia de edad entra la una y el otro es como una clave subliminal. No es, ni mucho menos, la morbosidad sobre la ruptura de unas normas, por la diferencia de edad, digamos… culturales, de la sociedad (nótese que ética y moral siempre son parte de una determinada cultura y época) si no que señala claramente la atemporalidad de la creatividad literaria con respecto al neófito que la ama, la desea, y pretende conquistarla.
                Por eso mismo, la Tía Julia no es la hembra madura que se relaciona con el joven macho. Si no la matrona, la amante de las letras, la sofía, en definitiva, que acoge en su seno, comparte en su calor íntimo, y alienta amorosamente al joven creador. La Tía Julia es musa, madre y amante, aunque no necesariamente por este orden, ni tampoco por cualquier otro… La segunda clave reside, quizá, en el propio título. No es La Tía Julia y Varguitas, como muy bien podría ser, si no La Tía Julia y El Escribidor. O sea, la vocación por encima del hombre, la profesión por encima del nombre. Si el conocimiento es un concepto que se expresa en masculino, la sabiduría es la fuente de ese conocimiento, y es un concepto que se expresa en femenino. Así, el conocimiento es hijo y amante de la sabiduría, y bebe de ella, como el autor lo es y bebe de sofía… o como El Escribidor encuentra su maná, y su propio sentido de ser, en la Tía Julia.
                Y como de paralelismos decía yo al principio d´aquesta crónica, y de ello se trata, permítanme añadir uno nuevo y posible que, aún confesando por él mi personal querencia, no por ello resulta menos interesante. Y hablo del nacimiento del proyecto Tertulias para Escribir, en España, una vez que fue concebido, parido y criado, en Argentina. Un proyecto con vocación de escribidores y para escribidores en lengua castellana, como Mario. Un cenáculo de narradores de historias, donde la necesidad de dar suelta a su impulso creativo ve la luz en forma de cuentos que no son cuentos. Un regazo, una matriz juliana que dé cobijo y luz a los varguitas del mundo hispano.
                No se trata de una fábrica de autores famosos, si bien eso nunca se sabrá… pero no, no es ese su objetivo. Su inclinación natural es la del nido. La de la protección y amparo del que quiere expresar relatos con los que expresarse a sí mismos. Nada más, pero también nada menos. Solo eso, pero también todo eso…
                La propia vida es un camino iniciático del alma, un campus stellae abierto al espíritu, una ruta compostelana para las emociones. Pero necesitamos anclajes, visibles y palpables, donde vararnos y desde donde mirar el camino. La Tía Julia fue el camino iniciático del Vargas escribidor, el refugio en lo alto del otero desde donde pararse a absorver el paisaje. Los talleres literarios de Tertulias para Escribir, arropados desde su Asociación Hispanoamericana de las Letras, quisiera ser el camino que se comparte a sí mismo con los caminantes que lo caminan. No importa desde donde ni cuando se incorporan. Ni siquiera importan las metas. No importa qué mochilaje traen, ni qué aspiraciones cargan a cuestas. Ni las causas ni los motivos. Lo realmente importante es la necesidad de enriquecerse en el camino compartiéndonos a nosotros mismos con otros que buscan conocer y conocerse.

                Escribir es el mejor camino iniciático que puede emprenderse, el mejor equipaje, la mejor experiencia, el mejor compañero, la mejor enseñanza… Cada escribidor ha de tener su propia tía Julia. Cada caminante ha de tener su propio camino…

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