TODOS LOS MUERTOS
Creo que es lo
más racional. Lo de Todos los Santos podrá ser religiosamente correcto, y hasta
puede que políticamente también, pero no se ajusta a la realidad. Lo
íntegramente correcto es hablar de Todos los Muertos. Primero, porque, ¿qué
pasa con los muertos no santos?, ¿no son dignos de celebración y recuerdo?.. Y,
segundo, porque, ¿qué es un santo?. Sabemos perfectamente lo que es un muerto,
pero… ¿un santo?. Tenemos la definición de la Iglesia, claro, naturalmente
interesada para su catequesis, pero a mí siempre me queda la duda de que en el
común de los cementerios hayan muchos santos enterrados, que son más bien de
catedralicias criptas, por lo que la conmemoración (con in memoriam) o el
nombre, andan mal puestos. Y por eso mismo yo me entiendo más con los muertos
que con los santos.
Pero es que, si me apuran,
tampoco en el cementerio están los muertos. Ni siquiera la memoria de los
muertos está allí. Si acaso, están sus despojos, y a veces ni eso, puesto que
ya se han convertido en un poco de polvo. Entonces… ¿qué vamos a hacer allí?,
¿acaso pensamos que cada uno de noviembre nuestros difuntos se congregan en el
club gusanitos y nos esperan para ser venerados y recordados?.. Si ellos nos
ven, y yo creo que sí, se preguntarán porqué visitamos religiosamente el lugar
del basurero donde enterramos la ya inútil envoltura de su viejo ropaje carnal.
Como si respetásemos más a sus restos que a ellos mismos. Es como si nos
diéramos cita allí el mismo día cada año para pasarnos lista y revista a
nosotros mismos, ponernos al día entre los vivos, y dar un buen repaso al que
falte al toque de trompeta.
Soy consciente de que la
tradición fabrica la costumbre y la costumbre hace la ley. Y respeto al que la
respeta, pero no al que la impone, y todos sabemos que hay muchas formas de
imponerla. Como también soy consciente de que el ser humano es fetichista por
naturaleza, y necesita agarrarse a lo material y al rito porque no comprende
del todo lo espiritual. Y que se aferre a ese resto material que lo afirma
antes que a un todo espiritual que lo asusta. Lo entiendo. Es como adorar al
santo por la peana. Como hacer mil imágenes distintas de una sola y única
Vírgen. Necesitamos algo físico que tocar, dónde pisar y a lo que sujetarnos. Y
una tumba cumple ese cometido, como también el cometido social para toda una
comunidad, que refuerza entre todos el sentido de que eso es así, no como
deberíamos creerlo, pero sí como debemos quererlo.
Pero un servidor… discúlpenme,
no lo creo de esa forma, ni tampoco lo quiero de esa manera. Eso me recuerda
más al “dejad que los muertos entierren a
sus muertos”, que a “la muerte no
existe, si no la vida eterna”, aseveraciones ambas del mismo Cristo
liberador de cadenas… ¿Cómo podemos, entonces, esclavizarnos a lo primero si
creemos en lo segundo?.. Guardamos los restos de nuestros difuntos en panteones
como si fueran tesoros en cajas fuertes, patrimonios familiares, al igual que
guardamos bajo llave a nuestro dios en templos capitulares. Lo mismo. Es
nuestra mezquina sensación de dominio y propiedad lo que en realidad guardamos
en relicarios y entre paredes. No a nuestros muertos… ni a nuestro Dios.
Los muertos, al igual que Dios,
son libres en su más total, amplia, completa y absoluta plenitud, si es que tal
concepto puede describirse en palabras, que creo que no. Yo, desde luego, a los
míos los llevo en mi alma, en mi corazón, en mi mente, en mi espíritu, en mis
genes y en mis tripas todas las noches de mis días y todos los días de mis
noches. Los tengo en mis vigilias y en mis sueños, y viven en mi vida por el
simple hecho de que yo viví en las suyas. Padres, amigos, familiares, personas
mías de las que yo fui de ellos… ¿Cómo voy a arrinconarlos en un sepulcro de
ladrillos, por muy blanqueado que éste sea, si están en mi propia sangre y en
mis propias creencias y querencias?..
Pido
humildemente perdón a quienes pueden sentirse ofendidos, pero no es tal mi
voluntad. Sin embargo, al decir lo que pienso no crean ni por un momento que no
pienso lo que digo.
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