PRINCIPIO FEMENINO


Una buena amiga me pide que escriba algo sobre el principio femenino. Se me suele olvidar, pero de vez en cuando me lo vuelve a recordar. Es posible que la insistencia amable y sutil sea una característica femenina de ese mismo principio. Lo que pasa es que en realidad es harto difícil, al menos para mí, y suelo dar largas y hacer uso del escaqueo, hasta que, con mejor o peor fortuna, me propongo abordarlo. Y es que no se puede, creo yo, tocar principio femenino alguno sin confrontarlo – que no enfrentarlo – con algún tipo de principio masculino, si lo hubiere… Pues son dos partes de un mismo todo (el todo humano) y, con permiso o sin él de las feministas, ha de tenerse en cuenta para poder valorar, o al menos situar, uno de ambos con respecto al otro.
 
                Por eso, hace unos pocos años, cuando me encargaron desde un patronato cultural, un trabajo sobre lo mismo con ocasión del día internacional de la mujer, no pude plantearlo mas que desde un diálogo histórico hombre-mujer. Por supuesto, no creo que gustara, ya que quizá no se buscaba lo que no se valoró, pero en ningún caso la unilateralidad es objetiva, y cuando se trata de poner un valor sobre otro, o al margen del otro, el planteamiento resulta absolutamente falso. Un tópico, si acaso… Igual ocurre con el machismo respecto al feminismo. Por eso el segundo no puede combatir al primero con sus mismas armas y estrategias, pues ambos se anulan a sí mismos. Si alguien quiere leer ese trabajo, está colgado en mi web elescribidor.net, Relatos, “La mujer en nuestros días”.

                Yo creo creer, antes que en el principio femenino, que el principio fue femenino… Que el hombre vino de la mujer y no la mujer del hombre. Por pura lógica creadora, por supuesto. Lo que pasa es que el Génesis fue traducido e interpretado por una celosa cultura judía de hace miles de años con una clara y decidida preponderancia del varón sobre la hembra, y una interesada adopción y aceptación del mismo principio por un catolicismo digno hijo de tan digno padre, donde, para ambos, Dios es hombre, varón, masculino, cuando, si la divinidad ha de reunir en sí misma algún principio, han de ser los por igual, o dejaría de ser un Dios completo…

                Pero las escrituras prebíblicas sumerias y asirias, como inclusive los propios y posteriores evangelios gnósticos cristianos, apuntan a una génesis en paridad, y, si acaso, con preponderancia del principio femenino. Incluso algo tan vulgar como la semántica pone a la “costilla” adánica bajo sospecha. Costilla es una palabra derivada de cotë, que significa lado (como en francés). Esto quiere decir al lado, junto a, a la vez, pegado a, con, al mismo tiempo que… lo que induce a pensar en un ser de principio andrógino, que luego, por algún plan de los dioses… Elohim en hebreo antiguo es plural, no singular, hubo lugar una separación de sexos, por y para algún fín determinado. Pero dejémoslo aquí. Es tema para una conferencia, una charla, que tengo desarrollada en esquema, no de un limitado artículo. Quizá algún día si alguien me lo pide…

                Y como ese espacio del que aquí no dispongo está a punto de agotarse, demos un giro de 180º a lo que puede que sea, al final de todo, la punta del iceberg del principio femenino. Y como no me voy a meter en analizar tal principio a las sombras de ningún fenómeno Grey, con el que se ha forrado… una mujer precisamente, terminaré con relatar un caso que leí al periodista Manuel Rivas, mucho más cercano y humano. Y tan misterioso como realmente femenino.

                Cerca de su casa, en un solar descuidado, una perra vagabunda había parido a sus cachorros. El animal, con la mirada herida, se sobreponía a su frágil soledad y no dejaba aproximarse a su camada a ningún hombre, sin excepción. De algún profundo adn deben saber que el destino de unas crías alumbradas así es el lecho de un río dentro de un saco de piedras. Tan solo a las mujeres dejaba acercarse a mirar, y aún con cierta relativa reserva. Pronto los chiquillos de la vecindad descubrieron el milagro de la vida y despertó su curiosidad. Pero Nay, que así llamaron a la perra, seguía sin dejar acercarse a los niños. Sin embargo, a las niñas les permitía jugar con sus cachorros, e incluso ser paseados en un carrito de bebé… Nay, ufana, las seguía por las calles, orgullosa, con el rabo levantado…


                No sé si este final tendrá alguna conexión con el principio femenino, o con el principio del artículo. Tampoco sé si habrá satisfecho el deseo de mi amiga… pero que cada cual, o cuala, saque sus propias conclusiones.

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