PARA QUIÉN LO PILLE...

El mar no tiene orillas. Como tampoco tiene principios, ni finales… ¿Quién puede decir aquí comienza, o aquí termina, este mar?.. ¿dónde empieza y donde acaba cualquier mar?.. En ningún sitio. Todos sus lugares son mar. Cualquier punto es solo mar… Quizá algunos me digan que bueno, sí, pero no es igual el mar de la ribera, de una playa, de unos acantilados, que el centro profundo del mar profundo. No es lo mismo… Pero sí que lo es, porque el mar, que es agua, que es líquido, ahora está aquí, rompiendo en la escollera, como más allá, remansándose en la arena, como mar adentro, de vuelta a su centro, o en pleno océano, formando parte de la estela de una nave… Y todo él es el  mismo agua, el mismo mar, sin principio y sin ningún final…

                Un alguien, me susurró a la oreja del alma que el hombre, el ser humano, es como el mar, sin sitio ni lugar que precise un punto de comienzo y otro de final… Pero – objeté -  el hombre tuvo su aparición, su momento, y seguro que acabará en alguna otra fecha de su historia… No me entiendes – prosiguió – el hombre, como el mar, es en apariencia impredecible, ahora actúa aquí o en esto, luego allí y en aquello, más tarde en otra cosa y otro lugar… En un sitio se muestra plácido y acariciante, sereno, en otro implacable, destructivo y temible. Aquí construye y sedimenta, allí destruye y diluye; allí hace nacer, aquí mata… Y, como el mar, cualquier hombre es todos los hombres, al igual que el agua de cualquier sitio es todo el agua del mar. No se puede situar como no se puede separar.

                Lo que pasa – prosigue – es que el mar del hombre, su océano, es la vida, no el mundo… Pero, ¿acaso el mundo no es la vida..?. No – responde – el mundo al hombre es como la tierra al mar. Su complemento a la vez que su antagonista. Su refugio al mismo tiempo que su cárcel. Su amigo y su enemigo. Su equilibrio y su inseguridad… El mar desea dominar a la tierra tanto como la tierra ansía dominar al mar. Lo mismo que el hombre quiere dominar el mundo tanto como el mundo desea doblegar al hombre… Mira y entiende: la tierra y el mundo son los nidos de la vida, si bien forman parte intrínseca de esa misma vida, pero el mar y el hombre SON la propia vida… ¿Acaso no has oído decir que la vida nació del mar y el hombre es el primer hijo de ese mismo mar?..

                …Así que no busques orillas, ni fronteras, ni riberas, ni principios ni finales, ni pongas límites algunos a esa misma y única vida. No los hay. Simplemente no existen, porque la vida no nace ni muere. Solamente fluye. No están mas que en nuestras falsas y erróneas creencias. Nosotros le ponemos comienzos y finales que solo residen en nuestro pensamiento, pero que, como en el mar, al igual que el mar, no los tiene. Y no los tiene porque la propia vida, la propia existencia, la propia creación, el propio Dios, no los contempla. Solo nos los creemos nosotros, y nosotros tan solo somos una parte infinitesimal de la inmensa vida… No se puede imponer al océano el criterio de uno de sus ínfimos átomos… ¿lo vas entendiendo ahora..?.

                Naturalmente que lo comprendo. Pero es en este punto, precisamente aquí, dónde y cuándo salta el gran interrogante, la gran pregunta que cuestiona, al menos aparentemente, puesto que todo es relativo, el razonamiento de fondo: ¿…y dónde queda, maestro armero, y usted el primero, la conciencia y la responsabilidad de ese minúsculo átomo de vida inteligente (es un decir) que es el hombre?.. Pues, hablando de la mar, marinero, mecagüenlamar que éste es el bussilis of the question.

                Porque, si no el flujo, que va a ser que no… pero el órden y el desorden, al arte o el desastre, el concierto o el desconcierto, sí que reside en esa archimillonésima parte de la conciencia universal / llamémosle Dios o como queramos / que anda esturreada por todo hombre que forma el mar de la vida. Y que cada cual, cada quisque, piojo o mierdecilla, tiene una nota más o menos discordante que ha de entonar, o desentonar, bajo la gran batuta del universo. Y es posible que no seamos total y absolutamente responsables del naufragio del Titánic, pero sí que hayamos contribuído en gran parte a ello. O no… y seamos responsables de que una humilde patera haya podido llegar a buen puerto.


                La vida abre el apetito, amigo mío – parece querer terminar – y como todo apetito desea ser saciado. La propia vida es su alimento. Sin embargo, hasta que el hambre no se convierte en hombre, el hombre solo entenderá su propia hambre… ¿Lo pillas..?.

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