LOS SÍMBOLOS
¿Cuál podría ser
el símbolo de la humanidad?.. Cualquiera sabe. Habría tantas opciones como
opiniones. Quizá la inteligencia del ser humano, o quizá la desinteligencia de
esos mismos humanos, que también la hay, y no poca… Aunque un sabio amigo me
decía que casi no existe la no-inteligencia en el ser humano. Que lo que existe
es la inteligencia para el mal, o para el bien, o para la mediocridad, o de
baja intensidad, pero inteligencia al fín y al cabo. Incluso cuando yo le
hablaba del cretinismo y la estupidez que tanto abunda, me contestaba que,
incluso así, esa es una forma de inteligencia, apática, dejada, abandonada, de
no querer ponerla a funcionar como persona… Una opción del ser humano, a la
postre.
Pues así será… Y por aquí me
viene a mí que el símbolo de la humanidad muy bien podría ser la manzana,
puesto que fue el primer acto de opción de la voluntad, la primera libre
elección. Y encima, se eligió el conocimiento, o sea, se optó por usar la
inteligencia para buscar tal conocimiento. Ya habrán adivinado que me refiero a
la oferta que la serpiente (símbolo, por cierto, de la sabiduría en muchas
antíguas culturas) le hizo a nuestra madre primigenia. Esa propuesta al saber,
al conocer, fue condenada por un cristianismo devenido en catolicismo que se atribuyó
la exclusiva en la interpretación. No podía consentir compartir ese ni ningún
otro conocimiento, y menos a través de la mujer… Y convirtió el conocimiento en
cocimiento. Y lo transformó en pecado. De ahí que la manzana en latín sea malum. Cambió lo positivo y liberador en
maldición, en una culpa que no fué tal. Salvo que sea maldito el adquirir
responsabilidad por nuestros actos, que no es otra cosa el famoso y malhadado
castigo…
Y fruto de ese conocimiento,
otra manzana no menos famosa le vino a caer a Newton en toda la cocorota, lo
que le impulsó a descubrir la fuerza de la gravedad, precursora de toda la
moderna ciencia avanzada, de todo el avance tecnológico y científico actual. Se
ve que don Isaac solía dormir bajo el manzano de don Satán sin casco, y le hizo
participar del árbol de la ciencia del bien y del mal a manzanazo limpio, pues
no creo que él estuviera de tan buen ver como doña Eva como para hacerlo
directamente y en persona: “anda, bonita,
dá un bocadico que está muy rico”,
que le dijo el sierpes, “y verás las
cosas que aprendes”, poco más o menos..
De ahí, quizá, que otra ya muy
moderna manzana venga ya con el bocadín de miss paraíso puesto. Me refiero,
claro, a la actual Apple. La empresa tecnológica más very important y exitosa del siglo, el paradigma de la inteligencia
puesta al servicio de la informática, nombre que viene, naturalmente, de
información, y donde hay información existe el conocimiento…. Curioso,
¿verdad?. Volvemos al principio. El círculo se cierra por donde empezó. Al
igual que la historia, que siempre comienza, que está hecha de ciclos,
contruída con los mismos bucles, aunque solo cambien las formas.
Como la similitud de la caída
del imperio romano con la decadencia del occidente europeo de hoy, heredero
directo del anterior. Señala S. Castellanos en su libro Bárbarus, que la invasión de los tales llamados bárbaros fue muy
similar en un principio al fenómeno actual de los refugiados. Se amontonaban en
las fronteras del imperio en busca de pan y supervivencia, y solicitaban
refugio y pax romana. Las legiones y
altos funcionarios corruptos, les daban de comer carne de perros muertos,
vendían a sus hijos como esclavos, o para alimentar las fieras del circo,
abusaban de sus mujeres… Nada está inventado. Amiano Marcelino, el gran historiador de la
época, así lo recoge en sus crónicas. Narra la llegada de los godos a Roma
desde su lejana y hambrienta Gothia,
habla de campus de refugiados
miserables, y de cómo “sobrevivir en la
magna urbe, les resulta extraño, arriesgado y peligroso”. Son rechazados.
Solo cuando Roma se hunde y decae totalmente, se alzan, abren sus puertas y
toman posesión de ella. La destrucción que se cuenta fue mínima y selectiva,
pues los godos eran cristianos bárbaros, y fue la propia decadencia lo que
destruyó a Roma. De hecho, solo la Iglesia se aprovechó – como siempre – y
pactó con Alarico para que respetase sus bienes.
Nada es igual, pero sí parecido.
Los símbolos, como la historia, se repiten en ciclos, haciendo bucles… Y se
repiten exactamente, igual que repiten curso los malos estudiantes por
lecciones no aprendidas. Por eso quizá, la manzana vuelve una y otra vez lo
mismo que regresa la historia. Lo malo será cuando nos regrese, no como manzana
mordida, si no como manzana podrida…
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