RELIGION(ES)
El ser humano ha
necesitado la religión desde el principio de los tiempos, desde que sentía la
necesidad de explicarse los porqués de todo lo que le rodeaba. Y la religión –
la constituída – ha necesitado, a la vez, al ser humano, para poder obtener el
poder y la prevalencia sobre el mismo. Es como una necesidad mutua y de ambos.
Aparece la demanda, aparece el proveedor… aunque, con el devenir de la
historia, el camino del misterio y del conocimiento se dividió en dos: el del
misterio, que sigue en manos de la religión, y el de la ciencia de la mano de
la investigación. Como al principio, se siguen buscando las respuestas, o bien
de la mano del sacerdote armado de dogmas, o de los científicos armados de
probetas… Si bien el simbolismo, el idolismo, el iconismo, sigue siendo tan
útil a cualquier religión como inútil para cualquier ciencia.
Fué Moises, si acaso, quién
intentó acabar con el primitivo totemismo religioso encaminando a un pueblo a
la concepción de un Dios único, absoluto, sin cara, sin forma y sin nombre
conocido, ya aventurado en la primitiva cultura egipcia de Hermes Trimegisto
por cierto, al tiempo que lo apartaba de cualquier representación gráfica o
iconográfica, incluso vocal. Aquel-que-es
fue preferible para ser venerado como una fuerza generadora que tanto podía
construir que destruir – para generar hay que regenerar – encerrada en un arca
con el significado de alianza divinhumana, antes que cualquier becerro de oro
con personalidad definida y nombre ya conocido.
De hecho, las dos primeras
Religiones del Libro que se originaron de ese mismo movimiento (desde Abraham),
la judía (de Judá) y la ismailita (de Ismael) – árabes y judíos – y de cuya
segunda ha sobrevenido el cristianismo, ambas dos siguen respetando los
principios mosáicos de un Dios no nombrado, no conocido, no representado… Jesús
fue, no lo olvidemos, un judío que visitaba e instaba a la sinagoga, y
respetaba las Escrituras, un judío practicante, si bien que militante contra la
casta y la lacra sacerdotal que hacía de la religión un poder y un negocio,
intentando transformarla en una
filosofía de vida. Pero Cristo tampoco ponía rostro a Dios, ni nombre a ningún
intermediario, ni establecía santos, ni hacía proselitismo alguno de nada, ni
veneraba ninguna representación física ni gráfica de nada… Era un perfecto
iconoclasta mosáico que supo ver, sentir, comprender, y que intentó transmitir
al Yo-Soy-El-Que-Soy como un padre.
El Padre.
Solo cuando murió, el grupo
germinal del auténtico cristianismo se dividió en dos iglesias: la de
Jerusalén, la judía, apegada a sus orígenes, bajo la guía de Santiago, su
hermano carnal por cierto (olvidarse del inventado por interés de Compostela) y
la de los gentiles, los no-judíos, guiada por un espabilado ciudadano
judeoromano, súbdito del imperio, fabricante de tiendas y proveedor del ejército:
Pablo de Tarso, que ni conoció a Jesús directamente, ni fue discípulo suyo, y
que al tiempo que confeccionaba sus tiendas también confeccionó una religión
cosiendo retazos de aquí y de allá e inventándose otros: el catolicismo. Si
bien, a diferencia de la de su cuna, y entre otras muchas cosas, sí que
necesita hacer proselitismo, hacer santos de la nada y poner rostros y nombres
a estos santos, inventar intermediarios, y vírgenes mil de una madre una,
símbolos y reliquias, y, en definitiva, construir una gigantesca peana a través
de la cual llegar a Dios…
En suma, desmontar una filosofía
de trato directo con un Dios íntimo, interno, cercano y silencioso (“cuando quieras hablar con el Padre, retírate
y búscalo en tu interior” decía el Maestro) y componer una religión con un
Dios que necesita de mediadores, lejano y dictador de normas y dogmas, fuera de
uno mismo, lejos de uno mismo…
Resulta lógico pues, y natural,
que los que se sienten afectados por los
hombres que se hicieron sacerdotes a sí mismos, pero que mantienen la necesidad
de la religión en su alma, busquen lo absoluto en el cosmos, o en el universo,
o en las fuerzas que, en definitiva, tampoco son el Dios que busca, si no la
manifestación directa del poder de ese mismo Dios, si acaso… Es una peana, si
acaso, mayor, más alta, más cercana a la idea principal, y con mucha, muchísima
mayor perspectiva. Pero sigue siendo una peana… Por favor, no me vayan a
machacar antes de tiempo. Tampoco yo sé Qué es Dios. De hecho, si el hombre
pudiera explicar a Dios, entonces es que el hombre ya no sería hombre y ese
dios no sería Dios.-
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