LOS TRES PODERES




                Si nos fijamos en el transcurrir de la historia, y nos subimos lo suficientemente alto como para abarcar una panorámica de conjunto, nos daremos cuenta que las civilizaciones, desde milenios acá, se ha ido aglutinando alrededor de tres grandes poderes. De hecho, desde mil años A.C., esos tres gigantescos centros de poder se han ido clarificando como significativos en su enorme influencia. Me estoy refiriendo, naturalmente, al poder político, el poder religioso y el poder económico. Lo miren desde el ángulo que lo miren, esos tres vórtices de poder se combaten mutuamente, se complementan, se asocian y disocian entre ellos, se unen y se separan, compiten o se alían, son amigos o enemigos entre sí… Los tres buscan lo mismo: el poder absoluto.

                El poder religioso, quizá el más antíguo y primigenio de la humanidad, en sus enunciados advierte sobre los gobernantes impíos que guerrean, matan y someten, y abomina del dinero hasta el punto de satanizarlo, llegado el caso. Sin embargo, no tiene inconveniente en coronar reyes y aliarlos a Dios, si son afines a sus intereses. Las guerras santas y los gobernantes dispuestos a montar cruzadas han sido bendecidos como brazos armados de las fés y las iglesias, y, por otra parte, ninguna ha hecho ascos a la acumulación de bienes y riquezas. El estar santificados o demonizados solo depende del altar en que se adoren a sí mismos. Y esto va con todos los credos y fés con dominio sobre el ser humano.

                El poder político siempre ha andado paralelo al religioso. Antiguamente iban estrechamente unidos. Desde el arcano Egipto hasta nuestra reciente Edad Media, las sociedades han sido regidas por reyes-dioses, o por reyes, ya no dioses, pero sí ungidos por Dios, que llegan incluso al día de hoy, a pesar de la moderna separación de los estados laicos y el funcionamiento de ideas o creencias. Fíjense, como ejemplo de ello, las recientes dictaduras y tiranías facistoides, o las yihadistas, o incluso la rancia retórica de una vieja reina Isabel que aún conserva ser la Cabeza de la Iglesia de Inglaterra. El propio auge del cristianismo se fundó aliándose al poder temporal de Constantino, que no se nos olvide… A pesar de ello, y en el fondo, los poderes laicistas siempre han combatido a sus competidores con aquello de que “la religión es el opio del pueblo”, ya saben…

                En cuanto al poder económico, el último poder de los tres, surgido de la actividad comercial entre las sociedades humanas, no tiene ningún problema de competencia con los otros dos poderes, y hace caso omiso de los anatemas lanzados desde la religión, que los redacta más por autojustificación que por convicción. Y no lo tiene, por algo muy simple: Porque sabe que los puede comprar, ya que ambos lo necesitan. De hecho, ya los tiene comprados. Los mercados y el flujo de las corrientes financieras dominan la política, levantan y hunden gobiernos, quitan y ponen partidos y administraciones, dominan las empresas desde la banca… Hasta las religiones necesitan acumular dinero para financiar sus ansias expansivas y acumular bienes para hacerse con el control. Por eso, el poder económico, el más joven de los tres dioses hermanos, es el más discreto, prudente y silencioso. Y callado. No actúa lanzando proclamas, ni promulgando dogmas, ni leyes ni leches… Solo aspira a convertirse en la carne y la sangre de los que mueven el mundo.

                Luego, el poder político viene y dice que para la buena gobernanza, los tres poderes son el político, el judicial y el legislativo, pero estos son dioses menores que dependen a su vez de uno de los medianos, pues el mayor de todos es el económico, no nos engañemos… Y todos bailan conforme toque la chirimía del de la bolsa, según una avanzada democracia, o una esclavizada satrapía, que de todo hay en la viña del señor… perdón, de los señores, de los tres señores.

                No hay conclusión para este artículo de hoy. Cada cual ha de sacar la suya propia y personal. Cada uno – y una – debe ejercitar su maquinica de cavilar, sin perjuicio ni prejuicio de sus propias creencias. Cada sesera ha de parir su propio juicio. Yo no voy a dar ninguna opinión al respecto. Que los que tienen el vicio de leerme, que no de creerme, ya son mayorcitos como para pensar por sí mismos, pues lo de seguirme o no, eso ya es otra cosa…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com – Viernes, 10,30 h. en http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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