INVASIONES





En nuestro mapa spanish-show de convivencia social interrumpió con cierta fuerza el tema del “espatarrague” como algo invasor de nuestro espacio personal. Los tranvías, metros, autobuses, trenes, salas de espera, donde llega un humanoide, se sienta, se abre de piernas, y ocupa dos espacios. Y es verdad. Y llevan razón los que se quejan (mejor, las…) pues solemos ser los hombres los más sujetos a esta desconsiderada tendencia, y las mujeres quienes la soportan desde hace bastantes siglos. Si bien la mujer pantaloneada también suele espatarrarse cuando se siente cómoda y confiada, sin mirar si hay uno u otra a quién le esté ocupando su espacio… Pero sí, veo bien que comiencen a colocarse cartelicos en lugares públicos – como ya se están viendo algunos – que empiecen a poner en evidencia esa clase de tendencia al abuso, al apaño, a la falta de respeto y a la mala educación.

                Sin embargo, y ya una vez puestos, si es que queremos ser justos, habríamos de reconocer que hay muchas maneras de invadir el espacio personal de nuestros prójimos, y no solo el lugar físico. Existen sentidos igual de físicos, oído, vista, olfato… que continuamente son asaltados e invadidos por ruidos, olores y hasta espectáculos sin la más mínima consideración. Y si es cierto que uno puede quitarse de la vista, a mal suponer, a un ejemplar veraniego luciendo lorzas, pelos y arrugas como impúdicas medallas al mal gusto (también hay ejemplaras veraniegas, también…) tan solo que mirando para otro lado, no es menos cierto que no podemos sustraernos ni a los efluvios, ni a las tabarras con que, impune e impúdicamente, asaltan nuestras narices y nuestros sufridos oídos. Estamos absolutamente indefensos ante tales comportamientos abusivos e invasivos. Como lo del espatarrague hasta ahora. Exactamente igual. Lo mismo.

                Así que no veo porqué, si se pone coto a un comportamiento incívico, no se le pone coto a los otros. Tenemos a la gentuza que atronan con sus motos, sus coches, los que bajan la ventanilla y ponen la música, o lo que sea eso, a todo volumen, o a toda esa caterva de vecinos ruidosos a los que les importa un bledo invadir con su porquería el espacio comunal o privado, o los gamberros que van gritando por las calles… ¿o qué me dice de esos cretinos que se ponen a hablar por el móvil y han de enterarse todos los viandantes de lo que vomitan?.. Sin contar los que escupen en la vía pública, los que sacan a sus perros a cagarse en espacio ajeno, los que guisan para que lo huela toda la comunidad, los que sacan toda su ropa y toda su mierda a orearse a la calle, los que van a lugares públicos apestando… que todo eso hay, aunque unos más que otros… y no solo los que ocupan dos sitios con su espatarre.

                Por eso me llama la atención el que seamos así, de golpe, civilizados, pero tan solo que un 10% nada más. Solo con el abrirse de patas. Como si la invasión del espacio personal, o los abusos y agresiones a la comunidad, o la desconsideración, falta de civismo, mala educación y absoluta carencia de respeto hacia los demás solo existiese con la apertura de piernas en un banco público, o en un transporte público. Si solo lo vemos en eso, si únicamente nos hemos concienciado en tan minúscula parte, si no vemos ni notamos nada más, entonces es que tenemos un problema. Un problema de valoración, de sensibilidad, de cultura, de sentido común, de miopía…

                Y sí, así es. Somos un pueblo ineducado, desconsiderado, grosero e irrespetuoso. Me contaba un amigo, hace ya muchos años, que iba fumando por la calle en Viena, y, en un gesto automático, tiró la colilla al suelo. Automáticamente todos los viandantes austriacos que circulaban por allí le llamaron la atención de una u otra manera y le conminaron su acción, si bien que educadamente. Todos. Colectivamente. Socialmente. Ese detalle es el que marca la diferencia. Nosotros necesitaríamos policías en todas las calles y esquinas, y ellos no. Ellos son civilizados, nosotros aún no lo estamos. Y si no se empieza, nunca lo estaremos, jamás seremos personas.

                Me dirán; bueno… por algún sitio hay que empezar, hagámoslo con el espatarre. No. Empezar por el chocolate del loro es ridículo y no lleva a ninguna parte. Usted puede escandalizar, ser un guarro, escupir y apestar, pero no puede abrir las piernas en demasía cuando se siente… Patético. O se hace de forma y manera integral, con todo, desde la escuela, y con normas claras, objetivas y severas, o esto no vale para nada. Será como para mearse sin echar gota, pero eso sí, en la calle. Es que si no, no tiene ninguna gracia. Y lo de prohibir el espatarrague sin tocar lo otro, la tiene, y mucha…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com – Viernes, 10,30 h. en http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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