LAS COSAS, COMO FUERON.




En los primeros dos o tres siglos del cristianismo, éste, que era una secta judía apenas relevante, tras el impulso que San Pablo le imprimió (diseñó una religión y la empujó de un seguidismo local a dogma universal), pues tengamos en cuenta que los judíos tomaron a Jesús por su Mesías, el del pueblo elegido de Israel, el señalado por su dios Yahvé, ya ve, y el apóstol de los gentiles lo convirtió en salvador de toda la humanidad, sentando por tanto las bases de una religión mundial - católica significa exactamente eso - pues que en ese tránsito digo, al cristianismo se le presentó una oportunidad única. El emperador Constantino vio en la nueva fe el instrumento para cohesionar su imperio, y no lo dudó un instante: le otorgó carácter oficial… Así, los perseguidos por el estado se convirtieron en aliados y perseguidores, y los que fueron mártires comenzaron a ser verdugos, y el perdón se trastocó en odio…

                En ese tiempo, circulaban por las pequeñas comunidades cristianas multitud de Evangelios, de tendencias, de escuelas, de interpretaciones y pensamientos. Así que el Concilio de Nicea fue convocado para constreñir, encorsetar y establecer un Cánon único (de ahí lo de canónicos) con todos esos evangelios, condenando el resto, persiguiéndolos y destruyéndolos. A sangre y fuego. Así como a sus seguidores. A muerte. Sin paliativo alguno…

                Muchas de esas comunidades fueron aniquiladas, y otras, huyendo al norte de África, intentaron salvarse de la masacre y salvaguardar sus escritos y creencias. Esa es la historia (la enseñanza y catequesis de la Iglesia, por supuesto, es otra cosa), así que pasaron los siglos… Y en 1.945, en Nag Hammadí, Egipto, se descubren los Evangelios de Felipe, de Pedro, de Tomás, de María, el llamado De la Verdad, y hasta el de… Judas. Tras mil peripecias y deterioros, el Códice de Tchacos, como se conoce a ese evangelio de Judas, en honor al estudioso que en 1.978 lo rescató de una tienducha de antigüedades y lo pasó a la prestigiosa organización mundial National Geographic, que ya tenía en su poder el resto de los papiros, ya conocidos todos como los Textos Gnósticos, y que, tras años de estudios por los mejores expertos del mundo y pruebas, tras someterlos a datación por el método del C-14, han sido fechados en el 180 D.C., al final,  fueron dados a conocer en el 2.006.

                Ni qué decir tiene, claro, que la Iglesia lo rechaza todo de plano, y no entra ni en discusión. Como si no existieran. Al igual que sus incontables millones de sumisos, incuestionantes y ciegos seguidores. Naturalmente, yo no voy a entrar en valoraciones y disquisiciones inútiles que solo, única y exclusivamente atañen a una determinada fé y a sus dogmas. Tan solo voy a decir lo que es de cajón. Que tales textos tienen las misma, o mayor, validez histórica, científica, cronológica y cuanto se quiera, que cualquiera de los otros considerados como canónicos. No se puede hablar desde el punto de vista arqueológico del falsos ni de verdaderos cuando los unos son tan auténticos y ciertos como los otros, incluso, si me apuran, hasta más antiguos y, por lo tanto, más pegados a los orígenes y más próximos a los hechos en cuestión. No se admiten por puro dogmatismo, nada más, porque pondrían en entredicho una estructura que se ha mantenido durante dos mil años, por constituirse en una peligrosa competencia… pero no dejan de ser un testimonio documental tan valioso y tan válidos como los consagrados por la venerable institución, por muy santos que se digan ser.

                Lo realmente incómodo es que uno lee estos textos, ya digo, de idéntico valor cultural e histórico que los otros, y se da cuenta de un cristianismo absolutamente distinto, si no casi radicalmente opuesto en algunas cosas y casos, del que se nos ha presentado, e incluso obligado a tragar en su día. Entonces ese uno viene y se pregunta si en Nicea, en el 313 D.C., y en Calcedonia después, y en los que siguieron, no fabricaron unos a su imagen y semejanza, dándole matute a los que no se adaptaban a sus intereses. Y es tan lícito dudar de eso como de creerlo todo. Y se queda uno así, como el que no sabe si el conejo está en la chistera o en la sartén… Yo les podría contar algo de Judas, y se darían cuenta que no se parece en nada al hijoputa que nos han vendido, y que es otro cuento distinto y distante. Pero ya se ha agotado el espacio. Así que si quieren saberlo, pues me lo piden. Y si no tienen curiosidad alguna, pues nada…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com – Viernes, 10,30 h. en http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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