CONFESIÓN TÉRMINI



Hay mucha mies que cosechar, pero los brazos son pocos”… es una frase del Evangelio. Pero, por alguna causa que yo ignoro, se me pegó a la piel al nacer, y la he llevado como el jamón lleva su marchamo. Antes de que me catequizasen para ninguna religión, dogma o creencia, sin saber por qué ni para qué, ha sido como algo que ha impulsado mi vida, aún sin proponérmelo. Créanlo. Los compromisos y responsabilidades que he asumido a lo largo de mi existencia (el trabajo del que he comido, aparte) han sido tan múltiples como diversos y variados. Yo mismo no me creo la cantidad de asuntos que me he echado a las espaldas para llevar a cabo. Y no quiero que nadie piense que deseo presumir de nada que no sea de tonto útil de pata negra. Solo lo cito para ya tratar de trazar el final del camino, y, compartiéndolo con ustedes, que me hacen el honor de seguirme y soportarme, y también para ver de entenderme a mí mismo..

                De todas esas faenas, muchas y surtidas como digo, solo dos me acompañaron tras el paso de mi Rubicón – de mi jubilación – y con ambas me quedé enganchado, yo a ellas, y ellas a mí, como asuntos por terminar, o, al menos, por determinar (por favor, no me pregunten, insisto, en lo de todas estas escrituriales, pues no tengo ni zorra idea), . Lo de estas escrituriales no cuentan como “trabajos de Hércules” alguno, porque es un entretenimiento, un juego, un divertimento, o como una medicina para mi exclusivo uso personal que hago extensiva a los demás que la necesiten de su lectura… No, esto no cuenta, estoy hablando de otros “trabajos” que, de alguna forma y manera, andan pegados al culo de mi alma como pendientes de terminar, como mies aún por segar, o de explorar, o de experimentar, o de concluir, o de qué puñetas sé…  Quizá alguno de ustedes tenga esa sensación en la recta final de su vida, y puede que lleguen a entenderme, no sé…

                Una es la que heredé por acabar, tras mis 20 años de Juez de Paz mediando entre la gente de mi pueblo, sin ser más que un mediador de fortuna, claro. La Mediación Profesional es un mandato de la propia Humanidad para con las personas. Recogido por la propia ONU en 1.947 – precisamente cuando yo nací –  extendido por todo el mundo, recogido por la UE para sus países miembros, y absurdamente aún desconocida en España en todo su potencial y necesidad. El Consejo General del Poder Judicial ha emprendido ese quehacer, pero, ya saben, “la mies es mucha, y…”. Hay que formarlos, organizarlos, asociarlos, dotarlos de herramientas forjadas por unos pioneros a las que hay que actualizar y perfeccionar, sin juzgarlas, pues somos Mediadores, no jueces. Y en ese charco ando metido. No me queda mucho tiempo ya, pero entra en lo posible, al menos, para que el camino lo sigan otros. Una vez puesto en marcha el proyecto, me retiraré a mis cuarteles de invierno, lo prometo, y…addío.

                Y la otra cosa tiene que ver con la Fundación Entorno Slow, comprometida en tratar y recuperar a víctimas de las drogadicciones, con la que colaboré en su día en levantar el proyecto Valderas, con el que me siento en deuda moral como para re-vincularme a él el resto de mi vida útil. Sería como una especie de vuelta a casa por necesidad, sin el turrón y la música de la navidad y sin anuncio en que vender nada a nadie. Tan solo un lugar donde, tras dejar docenas de hombros echados y proyectos iniciados, siga siendo válida mi ya débil y limitada aportación y disposición, hasta que se agote mi capacidad de poder ser útil. Las colaboraciones que merecen la pena son aquellas que alargan la vida alimentando la conciencia, ¿saben ustedes?.. Y la magra paga es plenamente satisfactoria, se lo puedo asegurar sin miedo a equivocarme.

                No quiero con esto marcar ninguna guía de nada para nadie, pues cada uno ha de andar sus propios caminos y descubrir sus propias veredas con sus propias albarcas. Ni mucho menos presumir de valores que carecen de valor, pues unos opinarán que es una heroicidad (demasiados falsos ídolos y héroes fabricamos) y otros, sin faltarles un ápices de razón, que son  ganas idiotas de complicarse la vida. Y, lo cierto, es que ni lo uno ni lo otro. Ante la cortedad de una vida y la inmensidad de la existencia, el valor es muy relativo. Lo que sirve es la disponibilidad y la experiencia, y lo que vale es vivir la vida en contenidos que nos merezca la pena vivirla. Lo demás, es anodino. Si se vive ocupado, hay que morir ocupado. Solo cambia la voluntariedad y la manera de hacerlo… Aunque, fíjense, yo no haya logrado aún encastrarme en otra máxima evangélica que intento aplicarme a mí mismo sin conseguirlo, a pesar de la edad que ya me viste sin vestirla yo a ella, y que es esa de, tranquilo tío, que “cada día trae su propio afán”.

                Se preguntarán, quizá, que a qué viene el peñazo de hoy. Tan solo es una reflexión interna que hago externa, compartida, nada más. Algo así como dotar de dimensión a lo que no la tiene. Una especie de testamento postrero para el último tramo del camino. Una declaración pública de últimas voluntades sin acta notarial de por medio. Un sincerarme con los que quieran creerme y escucharme. Una extraña toma de conciencia postrera de la que ni yo mismo soy del todo consciente… Lo cierto es que puede resultar confuso para algunos, pero es como un GPS que me guía hasta el final de mis días. ¿Ustedes lo entienden?.. Pues no se preocupen, puede que yo tampoco…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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