CIENCIA Y CONCIENCIA
No son lo mismo, pero están relacionadas. Y no siempre van juntas, aunque se confundan en su etimología… Un lector me pregunta qué fue antes, si la ciencia o la conciencia. Por puro sentido natural la primera conforma a la segunda, y no al contrario, por lo que entonces, al principio fue la ciencia, y luego, después, se aglutinó en con-ciencia, o sea, con sentido, con lógica, con razonamiento, esto es: un alguien soltaba algo, y se decía que lo que aseguraba “tenía ciencia”, estaba pensado y probado, meditado, no era una especulación sin base alguna… Más tarde, en las culturas nacidas de las religiones, se elevó el rango de ser algo madurado a ser algo moral, cuasi que espiritual, superior, que pasa de lo práctico a lo trascendente.
Así, la ciencia quedo como ciencia, y la conciencia pasó a ser un patrimonio personal e intransferible del ser humano, de valor eminentemente ético… De ahí que las Iglesias, fundadas en las creencias, que no en las ciencias, pudieron pasar a calificar a la “ciencia sin conciencia” como un anatema, ya que ésta, la ciencia, propugna por dar una explicación basada en la lógica y en la razón, lo que para las religiones son dogmas. Y el concepto enganchó “divinamente”, y nunca mejor dicho, quedando las dos hermanas ajenas a su nombre, aún con el mismo apellido… Además, encima esas creencias religiosas convertidas en iglesias, se adueñaron inmediatamente de las conciencias de los seres humanos, constituyéndose de una tacada en regidoras de los mismos. Y tal que así, y no de otra manera, se fabricó la conciencia sin ciencia.
Ahora ya la conciencia tiene permanencia, y pertenencia. Solo había que formarlas, o sea, darles forma, llenarlas de contenido, modelarlas, tomarlas, o, si se quiere, re-inventarlas… armar un instrumento moral por el que todo bicho viviente se partiera el alma y dieran la vida, si preciso fuere, por tales “principios” previamente elaborados: dios, patria, etc., y luego inoculados, inducidos, en ese ser, que de maestro pasó a a-maestrado, que es el hombre, al que su Creador, o lo que fuera, lo dotó de un Libre Albedrío, de un sentido de sí mismo, bajo la ley de ciencia y consecuencia, que lo hace único.
Así empezaron las grandes civilizaciones, culturas, fés, creencias y demás pertenencias, y echaron a rodar en este mundo, para bien o para mal. Con la re-creación de la conciencia a partir de una costilla de la ciencia, como el mito adánico, comenzó la andadura de la humanidad por la tierra, con el mandato de que se labrara su propia suerte o desgracia con el sudor de su frente, a partir de tener “conciencia de sí mismo”… y también en sí mismo, añado yo.
Está escrito a lo largo y ancho de esa Historia, por ejemplo, y lo tenemos en la fundación de todos los imperios, naciones y religiones, donde, en sus principios, se dota a las gentes de una serie de “valores”, reales o inventados, o mezcla de ambos, en los que se inculca toda esencia de pertenencia y dependencia de ese Estado, ese patriotismo, esa creencia, por la que luchar y sacrificarse… y conquistar el poder para los que mandan a base de machacar al adversario y hacer propio lo ajeno.
Por ejemplo: las tres grandes y más influyentes religiones, las conocidas por “Las del Libro”, fueron creados sus núcleos concienciales a partir de ideas personales, muy motivadas en sus objetivos… Así, Esdrás fue el ideólogo principal y original del judaísmo, tanto como nación como en Iglesia; de San Pablo nos viene un catolicismo, estructurado a partir de un desmontado cristianismo; y Mahoma fue el inventólogo de un Islamismo que se ha unido, mejor vampirizado, a todo poder político. Cada apetencia fabrica su propia conciencia, formada en las gentes desde hace siglos, milenios. De la misma raíz vienen los patriotismos, y los populismos, y todos los ísmos.
Pero todo tiene su evolución, o su involución, o su final… Y es llegada la hora que si nuestras distantes y distintas, y egoístas, conciencias, no evolucionan en crear una sola y única conciencia global, holística, universal, de unidad, de permanencia, y no de competencia ni rivalidad, ya nos podemos preparar para el ocaso, porque nos vamos a hacer puñetas. Todos, sin excepción. Lo que sirvió de supervivencia a la tribu, sirve de decadencia a la mal-llamada mundialización.
Porque esa mundialización está basada en la esclavitud de muchos para el enriquecimiento de unos pocos. No es una mundialización en valores solidarios, de justicia y de igualdad. No. Nuestra mundialización no es evolutiva, si no decadente, y tiene conciencia, pero no ética. Es una conciencia egóica, incluso paranoica, (tener y consumir), y está llegando al principio de su propia autodestrucción.
La nueva conciencia, tras la experiencia, debe volver a basarse en la ciencia – la no manipulada por la política – y la ciencia de la nueva conciencia nos está diciendo, por activa y por pasiva, que somos como las ratas de Hammelin, próximas al despeñadero, guiadas por las flautas de los oligarcas. Y nos está gritando lo que hemos de hacer y lo que hemos de dejar de hacer para salvar el pellejo y el futuro de nuestros descendientes, si es que nos importan algo… Y si para ello hay que vulgarizar la ciencia y desacralizar la conciencia, pues hagámoslo… ¿a qué puñetas esperamos?..
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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