NO ES LO QUE PARECE
(de YouTube)
Cinco palabras disculpativas; cinco que conforman una excusa al uso; cinco lobitos que guardaba mamá loba tras la escoba… Si me permiten, diría que casi nunca es lo que parece, por eso de dejar un resquicio abierto a la razón, al libre-pensamiento, o incluso, si quieren, a la imaginación. Es ésta una frase ajada por lo usada, muy dada en series y películas; muy utilizada en los momentos en que a uno lo pillan en un renuncio… Pero es que, a veces es verdad que las cosas no son como parecen, por la simple razón que se nos “aparecen” así para que formemos la idea de que lo “parecen”. Esto suele ser muy común por conveniencias más o menos ocultas, y es muy bien servido y mejor presentado por los medios de comunicación.
En las recientes elecciones, nos saltó y asaltó, y nos sobresaltó, y se nos resaltó, lo de las compras de votos por correo, por ejemplo. Como algo escandaloso e inaudito que pone en serio peligro la democracia por su ausencia de garantías. Vale, es cierto, soy conforme… Pero se nos olvida, o mejor: se nos quiere hacer olvidar, que la propia Democracia cría y alimenta de sus ubres esa desgraciada práctica. En mi época de Juez de Paz solía exponer repetidamente a mis superiores mi extrañeza de que, de los tres controles del sistema: petición de voto, recepción de papeletas y depósito del ya establecido voto, solo en las dos primeras se exigiera identificación, mientras no así en el acto de depositar dicho voto, pudiendo cualquiera entregar el voto de otro.
Pero es que, si pensamos, la compra del voto se hace antes de ir incluso a pie de urna. Nos rasgamos las vestiduras, sí, y con razón, sí, pero no existirían los compradores si no existiesen los vendedores. Por lo tanto, la causa y motivo, y razón, está en cuidar que no exista lo segundo, pues de esa causa viene tal efecto… En la República, con un índice de ignorancia e indigencia a la par de brutal, los oligarcas y caciques compraban el voto a base de unos pocos duros, un saco de trigo, o un miserable empleo de quince días. Por eso en los países con mayor desigualdad e índice de pobreza, agarra más esta caparra, que en países desarrollados. Ante el hambre y la necesidad cuenta poco la política, y si vale para poder sacarle unos cuartos, pues se vende…Y miren lo que les digo: donde esa política importa poco a los ciudadanos desengañados de sus políticos (examinen el índice de abstención) tampoco es raro que se saquen unos euros por lo que no se sienten identificados. Entre la escasez y el desinterés anda el juego, por eso Melilla es un caladero principal.
Mas me voy a permitir ir más allá: en conciencia, el voto cautivo, el clientelismo, el barrigagradecimiento, también es un tipo de compraventa de votos. Y esto es un fenómeno social que se da mucho en las colectividades, y suponen un porcentaje más, muchísimo más amplio, porcentualmente hablando, que por los motivos por los que acostumbramos a solazarnos en nuestro rechazo. Y más cuando tan sutilmente manejan nuestras emociones y nuestros “nohayderechos”… pero, ¿cuántas colocaciones, contratos, gabelas, etc. siembra un partido político entre su ciudadanía en los años de su mandato, como para no cobrárselos con el agradecimiento y fidelidad al voto?.. Yo lo llamo a eso compra venta emocional. Por eso me atrevo, con su permiso, a relativizar la mesada de cabellos y la espantada de caballos, orquestada y amenizada por todos.
Por parecer, es algo parecido a la también reciente escandalera por lo de Vinicius. Una parte de la grada del Valencia se sumó al rebuzno del asno que insultó al jugador del Madrid en la peor y más casposa forma de abyecto racismo. Se han llenado páginas de periódicos, columnas de analistas y tiempos de telediarios con un hecho que, desgraciadamente, se está dando todos los días en nuestras calles, plazas, metros y lugares públicos, incluso en lugares de trabajo y de convivencia, sin que merezcan una sola nota, una sola mirada, un solo comentario, una sola nada… Y claro que es una demostración racista de una sociedad racista, pero no son todos los valencianos. Somos todos. Y no basta decir que uno no es racista, también tiene que ser antiracista. Pero es que, además, somos clasistas.
Porque no nos es lo mismo, ni tan tremendamente útil para la humanidad, claro, un futbolista millonario, dador de patadas a un balón, que viste camiseta de gran Club de élite, que las moras recogedoras de fresas que se machacan en Huelva, por ejemplo; o los sinpapeles a los que insultamos, maltratamos y acusamos de delincuentes; o los otros negros chaboleros que sobreviven en los estercoleros de nuestro país. Éstos no cuentan… Y es que no es el mismo racismo. Uno es racismo común y el otro de etiqueta (si digo “negra” haciendo un mal chiste, se me acusará de racismo top). Con el segundo, hacemos una cuestión mediática y casi razón de Estado, y con el primero, simplemente lo ignoramos…Uno viene a llevarse nuestro dinero (verdad), y otros a quitarnos nuestro trabajo (mentira). Esto es: tampoco es lo que parece. Pero parece lo que es.
Así manejan nuestras emociones y manipulan nuestras entendederas… Mi humilde y desinteresado consejo es que desconfíen del principio de todo aquello que los medios de comunicación exageran y magnifican. Casi siempre hay un motivo que esconde un determinado interés concreto. Hay que hacer que sea lo que tanto esfuerzo se hace porque así parezca. Sin grises ni medios matices. A veces, hasta se logra desviar la atención y ocultar que, en realidad, el voto clientelar o el racismo, es mucho más de lo que aflora en estas bien-expuestas macetas. Incluso puede que se esté haciendo por eso mismo, para apantallar con otra pantalla igual pero mucho más pequeña…
Pero para que esto no se produzca, se necesita formarnos, y no nos van a formar los que les interesa una ciudadanía dúctil, manejable y fácil de moldear… De hecho, nos están convirtiendo, poco a poco, lentamente, en ciudadanos-plastilina. Y lo están haciendo con nuestra muy entusiasta colaboración y decidida participación. Tan solo que de nosotros depende.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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