PUÉ QUE SIRVA D´ALGO
Se ve que, a mi edad, la vida me estaba tratando demasiado bien, y mi karma, o el motor de reajuste, o lo que fuera, ha decidido darle un par de vueltas a la tuerca que mantiene mis arandelas, ya un tanto holgueras… Sé que son experiencias que uno no quiere conocer, pero que has de reconocer, te gusten o no. Y mi tornillo flojo, sin duda alguna, es el dolor y la incapacidad física; en lo cual mantengo un acusado déficit, y en lo que me reconozco de todas, todas. Y en lo que soy cualquier cosa que ustedes quieran, menos un ejemplo.
Desde hace un par de meses o así, que mis visitas a los hospitales por causas traumáticas, se han convertido en más o menos serios avisos, que luego llevan implícito un seguimiento, y otro, y otro más (para mí demasiados) a los que estoy abonado. Ambos últimos son de etiqueta más degenerativa que generativa, si bien son de naturaleza más amable que borde en exceso, y así lo reconozco… Pero lo que me está poniendo a prueba de verdad es una fractura ósea del remo izquierdo, que me restringe toda capacidad de autonomía propia. Y me veo tan débil, inútil y dependiente, que me rebelo contra el mundo y parte del extranjero y contra mí mismo. De hecho, me siento tan limitado e incapaz que no me acepto. Tal cual. Y esa es la lección – última de momento – que debo aprender, lo sepa o no sepa hacerlo.
Y ese es mi déficit, en el que me hago polvo a mí mismo, y lo que es peor, mucho peor, también hago polvo a los demás que me portan y me soportan… y que no tienen más responsabilidad ni culpa que compartir este tramo de mi vida. Y esa es la reflexión que traigo aquí a modo de confesión; y que parece que, compartiéndola con mis lectores, le quito importancia, le resto intensidad y dramatismo a mis muy puñeteras limitaciones, que sí, lo sé, reconozco que pueden ser peores… Y he aquí la jodida clave de bóveda de este artículo de hoy.
Entre el tiempo necesario para soldar la fractura, y el inevitable de rehabilitación, aún habrán de pasar algunos meses más… y son los que tengo para superar, o suspender, esta asignatura a la que vengo arrastrando flecos pendientes desde mi karma (Dios) sabe cuándo, o desde donde desconozco cuánto aquí se cocina. En definitiva, es de lo que se trata: de adquirir la paciencia necesaria para soportarse a sí mismo, y la sabiduría imprescindible para no molestar demasiado a los que nos rodean. En el fiel de la balanza reside el éxito o fracaso de la misión.
Pero advierto que soy un paciente difícil de sufrir y exigente de soportar… y me falta mucha, muchísima, mansedumbre y respeto. Soy de los que, a cada caída de la cruz, juro en arameo y suelto toda clase de venablos, improperios y maldiciones; como soy de los que emparejo servicio e inutilidad con demasiada facilidad y severidad, y casi más vale que no me entiendan… Quiero decir que no soy un tipo fácil de conformar con los tópicos típicos del Manual del Buen Consejo. Que agradezco más la sinceridad del silencio que las palabricas inocuas de buena intención y de mejor placebo, ya saben…
Una de las pocas cosas que mantienen mi conexión son todos estos artículos, si bien me suponen una dolorosa incomodidad el lanzarlos por como tengo dispuesto mi ordenata con respecto a mi pierna… Pero es el único vínculo que se mantiene indemne, y quiero cuidar que así pueda seguir siéndolo. Aún cuento con un regular colchón de artículos en la reserva, y confío que suficientes como para un largo tiempo. Y eso, si los dioses de las redes no aprovechan mi mala racha para – como el otro día repitió Facebook – suspender mis comunicaciones “por contenidos impropios”, sin otorgar la posibilidad de defenderme y preguntarles de dónde sacan tamañas estupideces… Pero, a veces, las meigas juntan sus escobas para jorobarte la vida desde los cuatro puntos cardinales.
Quiero decir con esto que soy muy consciente que todo viene y todo se pasa; que todo es consecuencia de determinadas causas; que siempre, pero siempre, siempre, hay un caso peor con el que poder cretinamente consolarse; por lo que no debe uno quejarse aunque pueda hacerlo; como también sé de la excelente disposición y buena voluntad de los amigos; y de que, por lo general, disponemos de mejor suerte que de mala en nuestra cuenta corriente de la vida y muy señor mío… Y que también me sé de carrerilla toda la teoría, aunque me falte la práctica; y que abundan los buenos consejos envueltos en los mejores deseos. Me consta, y, aunque les cueste creerlo, lo agradezco más de lo que puedan suponer…
Pero soy yo al que ha mirado un tuerto (me perdonen los tales, pero es una frase hecha), y han afectado mis rutinas existenciales hasta el “conperdón”… y se me pone cuestarriba el ir de rémora, en vez de ir de salmón, y perdonen mi autovaloración, pero lo del segundo es por lo de nadar contra-corriente, que lo prefiero a flotar en y con la corriente… Así pues, ya saben que voy a la patacoja; que se me ha parado el tiempo de un reloj que solo me dá la hora biológica; que no sé lo que tardará esa biomecánica en recomponer lo torcido; y si los “idus de marzo” me volverán a ser propicios en el siguiente almanaque sin que venga ningún otro Bruto a joder al mismo César.
Dicen los que dicen conocerme, que esto que también arrastra mi malapata se llama depresión. Pues a lo mejor, o a lo peor, o quizá… pué ser. Lo ignoro. Pero, si así lo fuera, hasta igual me lo merezco también, ya que igual he sido siempre un tanto prepotente con los que la sufren… Y ya se sabe: “lo mejor para conocerlo es padecerlo”, que dice la sabia sentencia refranera. Como verán, no soy ajeno a mis cuitas ni a mis culpas. Mi experiencia de escribidor (que no de escritor) o de escribano, si así lo prefieren, es en gran parte terapéutica y poco celosa de sí misma, puesto que solo aspira alcanzar situaciones compartidas… Situaciones que comportan sensaciones; sensaciones que generan sentimientos más o menos comunes, más o menos dispares, pero que actúan como en la ciencia, concretamente en la física, que funcionan como el principio de los vasos comunicantes… Pues eso mismo. Ya saben.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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