A LOS QUE DESAHUCIAN
Miren ustedes, señores
desahuciadores y compradores de “sogas de ahorcado”. Una casa, no es solo una
casa. Una casa es multitud de vivencias, emociones, experiencias, sentimientos,
recuerdos, que forman parte de la vida y la existencia de las personas que la
habitan. Por eso, cuando en nombre de una ley deshumanizada y mezquina, privan
a las familias, a la gente, ancianos y niños incluidos, de sus casas, las están
desahuciando de su propia vida. Están asesinando sus propias vivencias, que son
parte inseparable de sus existencias personales. Les están cortando, acortando
y acotando vida y existencia. Eso, si no ponen antes fin a la misma, como saben
que está ocurriendo.
Ustedes leen poco, ¿verdad?.. Cuando un autor
escribe, por ejemplo, sobre su niñez, y recuerda aquel porche de aquella casa
donde su abuelo le contaba cuentos, o recrea sus paseos por el jardín con su
padre, o los buenos ratos en la cocina de la abuela, o cuanto aprendieron a no
olvidar… son valores eternos unidos a sitios físicos concretos que se instalan
en el alma de las personas. Los hombres y las mujeres somos así. Estamos hechos
con añoranzas ancladas a lugares. Casi nunca se evoca el qué solo. Se hace
junto al cuándo y al dónde. Y si se saquea el dónde, la nostalgia se convierte
en amargura. Deberían saberlo, puesto que también ustedes son seres humanos. No
pensar en el daño que se hace es ser insensible con el padecimiento que se
provoca… Y eso nos hace peores de lo que ya somos.
Por eso mismo, ser expulsados de nuestra propia casa
es como ser expulsados de nosotros mismos. Ser desahuciado de nuestro pasado –
eso es nuestra casa – es también ser desahuciados de nuestro futuro. Es una
violación de lesa humanidad. No ilegal, pero sí inmoral. Y de esas violaciones
se han producido en España (y se producen) desde que se inició la crisis, más
de medio millón. Quinientas mil familias que no solo han perdido su patrimonio
vivencial, si no que también han perdido la esperanza y la confianza en la
justicia y en la solidaridad de la sociedad. Ustedes sabrán lo que hacen,
aunque yo no lo dudo que sí lo saben.
…Y me permito no dudarlo, entre otras cosas, y
ustedes lo conocen perfectamente bien, porque el dictamen de la abogada general
del Tribunal de Justicia Europeo, Julianne Kokott, dice muy alto y muy claro
que “la normativa española sobre
desahucios, incumple la Normativa Comunitaria de Protección al Consumidor por
flagrantes y sangrantes cláusulas abusivas”. El que ustedes se apalanquen
en la debilidad permisiva de un gobierno temeroso y timorato, incapaz de
enfrentarse a los poderes financieros, no hace, en modo alguno, que lo estén
haciendo bien. Ni mucho menos. Yo creo que lo que están es ganando tiempo para
exprimir al máximo el beneficio de esas cláusulas abusivas, por muy criminales
que puedan llegar a ser en sus efectos.
Ya sé… Lo admito, y lo siento de veras. Sé que el de
esta semana es muy duro, quizá durísimo, pero es mucho más duro, muchísimo más,
los cientos de personas que se han quitado la vida por causa de ello. Sin
contar los miles de dramas familiares, separaciones, vidas arruinadas, pérdidas
de custodia de los hijos, exclusión social, adopción de conductas
autodestructivas, y un miserable etcétera de “daños colaterales”, ¡maldita
palabra!, que lleva esta cruel práctica de satánica procesión.
Yo llegué a conocer personalmente a una de esas
cifras que se dan. Lo malo es que detrás de una cifra hay una persona, y mujer,
e hijos… Un mal día se vio en la calle, con un crío de cada mano y su esposa,
sentados en un banco de un parque público. Los acogió la abuela de ella, con la
que se había criado, y con su sola y escasa pensión. Su familia lo adoraba,
pero él no pudo resistir la tensión… He tardado mucho tiempo en sacar este
escrito de mis tripas, porque me dolía mi propia rabia. Pero hoy, por fín, me
libero de él, y de ella, del escrito y de la rabia, y lo hago por ti, amigo
mío, donde quiera que estés.
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