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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 23 de octubre de 2013

LAS DOS ESPAÑAS

Seguimos empeñados en las dos Españas, por mucho que nos advirtiera Machado que habrían de partirnos el corazón. Es muy triste. Y muy irresponsable. Y muy patético. Y muy absurdo. Angustiosa y dolorosamente absurdo. Nadie debería ser heredero de nadie en los resultados de una lucha entre hermanos. Nadie. Y, sin embargo, a 75 años vista, los que deberían cerrar definitivamente lo que ya solo deberían ser cicatrices, aparentan hacerse herederos de una de las partes, y empeñarse en reabrir heridas, y echar sal en ellas, de forma poco sibilina además, de manera torpe, o quizá es que (no quiero creerlo) deseen que sea así.
                La vergonzosa desfenestración de Garzón, las reclamaciones de la justicia argentina sobre los torturadores y nuestros disimulos culpables, la empecinada negativa en que los descendientes de los que fueron vencidos recuperen los restos de sus deudos, es justificado todo con mensajes falsarios de que hay que empezar a olvidar, restañar viejas cuentas de una vez para siempre, pasar página… y, para eso, se saca una torcida ley de amnistía condenada de antemano por los tribunales internacionales de derechos humanos. Enfín… pueden llegar a transmitir pobres mensajes, un iluso engaño sobre unas dudosas buenas intenciones. Es posible, aún tan chapuceramente. Podría ser. Concedamos el beneficio de la duda al menos…
                Pero no. No puede ser. Imposible. Se desenmascaran participando, apoyando y congratulándose con una insensible iglesia que beatifica vengativamente a 522 asesinados en esa guerra cruel y fratricida por la “horda roja”. Dicen querer olvidar pero no lo hacen. Todos los otros, también asesinados en esa horrorosa guerra por la “horda fascista”, no cuentan. Maestros, obreros, funcionarios, militares, alcaldes, que dieron su vida por defender la legalidad y un régimen democrático y de libertades, no cuentan. Y, sin embargo, tan mártir es el que muere por motivos religiosos que el que muere por un ideal. Pero eso no lo entienden, o no desean comprenderlo. A unos españoles se les honrarán en los altares, entre coros de ángeles y bienaventuranzas, y a otros se les condena a ser vagamente recordados entre memorias de cunetas, barrancos y fosas comunes. Los unos, entre olor de inciensos y ceras consagradas, y los otros – en el fondo mucho mejor – tienen el aroma, real, del espliego, la lavanda y el tomillo… Los benditos deben ser recordados, y los malditos deben ser olvidados.
              Esto no es honrar la historia. Esto es deshonrarla, porque es deshonrar una memoria que es de todos. Hay que olvidar, proclaman los fariseos a voz en grito. Pero, para olvidar, antes hay que asumir todo… todo, absolutamente todo. No solo una de las partes. E interiorizar y somatizar, desde nuestras tripas a nuestras neuronas, que en una guerra civil no existe más que una única clase de caídos, un solo grupo de mártires, un solo conjunto de todo. Y grabar en la genética de nuestros hijos y de nuestros nietos que los enfrentamientos hay que enterrarlos, éstos sí, en una misma fosa común. Solo así podremos re-construir la auténtica memoria histórica. Cuando no existan diferencias, ni discriminaciones, ni santos que parecen verdugos ni verdugos que aparentan ser santos. Cuando todos se hagan uno solo, iguales, podremos comenzar a olvidar de verdad. Olvidar juntos… recordando juntos.
                Pero, mientras tanto, mientras sigamos refocilándonos en estas parafernalias cesáreas y caducas, que abundan en el agravio y en el dolor de los que deberían ser tratados como hermanos en el horror de una guerra, es una forma de insultar a los que mataron a nuestros muertos sin reconocer nunca que nuestros muertos también mataron a los suyos. Todo muy católico, puede ser, pero nada cristiano.

                Deberíamos cuidar ciertas formas, ciertos modos, ciertos detalles, que ofenden a los unos y delatan a los otros. Deberíamos empezar ya, de una jodida y puñetera vez, a no restregarnos por las narices culpabilidades e inocencias, muchas veces espurias, que no son de nadie por ser de todos… Españolito que vienes al mundo te guarde Dios…

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