BLÁ, BLÁ, BLÁ...
Había una vez un
circo que… (perdonen, me he confundido de payasos).- Quería decir que una vez
había unos amigos arreglando el mundo desde el taburete de un bar, que es como
se hace política ciudadana en este país, y uno señalaba en el periódico una de
las muchas barbaridades que salen cada día, y preguntaba si no había nadie que
agarrara el teléfono y le soltara… - a quien corresponda – cuatro cosas bien
claras y lo suficientemente altas. Otro de los contertulios contestó que eso y
más habría que decirles en la cara a más de cuatro, cuando y ándhagafarta… A lo
que el primero reprimió “chisssssst, que
los de la cuerda tienen la antena puesta”, refiriéndose a una mesa cercana.
Esta flagrante contradicción es
lo que retrata a esta España mía, esta España nuestra, ya que estamos contando
casos y cantando cosas. Es nuestro daguerrotipo de siglos: quejarnos
amargamente pero escondiendo nuestros comentarios. Que otro haga la llamada. El
“chisssst, es que yo tengo mucho que perder. Hagámoslo todos a la vez y a mí
que no se me vea”… y no nos damos cuenta que mientras todos nos miremos antes
de soltar las del alba, ponemos nuestro miedo cobarde al servicio de la
parálisis, y la parálisis le viene muy bien a los desaprensivos y embaucadores
de turno. El todos a la vez no existe. Existe la concienciación, y eso se hace
empezando por unos cuantos, a los que luego se van sumando el resto, conforme
este resto va adquiriendo seguridad. Tú dá la cara, que luego voy yo… Siempre
ha sido así, y mucho me temo que aquí siempre lo será.
Incluso con el añadido del
sacrificio de víctimas propiciatorias. Me explico: A esos pocos que dan la
cara, que no se callan, que dicen lo que los demás no se atreven más que en
conciliábulo, que se las parten, y que son represaliados y perseguidos, se les
abandona a su suerte, se les niega refugio y defensa, e incluso se hace a su
costa el cínico comentario justificatorio, “¿no ves lo que te digo?, eso les
pasa por tontos”… Cuando, en realidad, están afrontando lo que ellos no son
capaces de afrontar. Es como esa multitud que ve como linchan a alguien y se
quedan quietos como estatuas. Tampoco ven que el linchado es su propio
mensajero, su propio soldado, el único que está defendiendo los intereses de
todos, incluso de esa misma multitud que le da la espalda y lo abandona a su
suerte.
¿Es dura esta parábola?.. Sí,
sin duda. Pero es descriptiva, y dice la verdad. La pura verdad. Como el propio
Evangelio cuando dice que los peores de todos son los tibios, por cierto…
Enviamos a nuestros correos del zar para que se sacrifiquen por lo que nosotros
no tenemos el valor ni el arrojo de realizar. Sin embargo, esta inmolación
tiene una pequeña y modesta virtud, y es que la gota termina por abrir camino
poco a poco, lentamente. Incluso la ingratitud es la mancha de humedad que
delata el foco de la injusticia de la que procede, y a la que precede…
Y, al final, incluso lo que
parecía imposible se hace posible. Toda realidad antes ha tenido que ser
utopía. Necesariamente. Hasta en los pueblos como el nuestro, que ya es decir,
funciona esta ley. Aunque sea despacico, a cámara lenta… Por eso mismo nosotros
llegamos a los sitios cuando los demás ya se están yendo. Y por eso mismo
también, en Europa parece como que nos miran raro…
Y toco esto hoy, porque a mí
mismo me han propuesto por activa y por pasiva, que lidere, o que ponga en
marcha, o que haga posible, una plataforma, un grupo de opinión, una especie de
portal que forme conciencia social en la ciudadanía, o lo que sea esto que sea…
Sí, vale, de acuerdo, conforme… pero, a la hora de la verdad, nadie, pero
nadie, absolutamente nadie, dá un paso al frente. Ni siquiera te ponen el carro
para que tires tú de él. Ni eso… ¿Andestará mi carro..?. no es que robaran el
carro, no, es que nunca, jamás, existió carro alguno… De eso se alegran y
aprovechan los advenedizos. Y eso es lo que nos pasa: que mucho blá, blá, blá,
y nada más que blá, blá, blá…
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