MUSETHICA
Hay cosas que lo
reconcilian a uno con el ser humano. Con lo que hace persona a la gente.
Musethica es de esos proyectos que llegan hasta las tripas del alma. Los
alumnos de música y sus maestros tocan, sin pedir nada a cambio, tan solo
porque los oigan, en hospitales, asilos, colegios, albergues, residencias,
centros sociales, incluso empresas, comercios… graciosamente, nada más porque
sí… Tan solo esperan un poco de respeto, que los escuchen, y que les permitan
ejecutar las piezas de música clásica con las que practican. Llevar la música a
la gente donde está la gente, aún a tipos de público muy diversos y en lugares
poco convencionales, es una experiencia valiente, atrevida, solidaria, y, por
supuesto, de una enorme generosidad. Ellos, los músicos noveles, adquieren la
experiencia de tocar ante un público de variada condición que los recibe y los
escucha.
Lo que llama la atención es que
esta iniciativa nació hace un par de años en España. En Zaragoza concretamente.
Y reúne, desde un virtuoso de la viola que actúa en las más prestigiosas salas
de conciertos mundiales, Avris Levitan, hasta los más humildes estudiantes de
los conservatorios, pasando por profesores voluntarios. “Es un sistema de aprendizaje de música clásica, no una obra de
caridad”, se apresura a aclarar Carmen Marcuello, profesora universitaria
de economía social y alma de este magnífico experimento. Y llama la atención,
precisamente, que nazca en un país donde la corrupción, la incultura y las
diferencias sociales sean el abono de una sociedad empobrecida en economía y
valores. Solo puede explicarse bajo un solo significado: sensibilidad.
Pero es que en otros lugares del
mundo esta experiencia se ha extendido como la pólvora: Berlín, a través de su
Filarmónica, Tokio, por su Casals Hall, también en Pekín, incluso en Tel Aviv…
Naturalmente, en estos países, aunque comenzó con un movimiento igual de
desinteresado, pronto obtuvieron apoyo, protección, ayuda y colaboración de sus
administraciones… Aquí, en su patria de origen, como va siendo dolorosamente
natural, todo lo contrario. Aquí sigue su progresión por sí misma, huérfana de
todo y de casi todos.
Par ayudarse, ofrecen conciertos
en salas especializadas, como auditorios o paraninfos universitarios, por unos
sencillos cinco euros. Habrán de tener cuidado, mucho cuidado, no sea que el
estado les cargue el 21% de Iva “cultural”, o Hacienda les pida cuentas, o la
Sgel quiera parte de sus exíguas recaudaciones. Es la única sensibilidad
política: la de la Agencia Tributaria, la de los ingresos impositivos y la de
los recortes. Pregúntenle a ese 27% de niños infraalimentados en España, según
los últimos datos de la Unicef… En este país, un concepto como colaboración
está en franca retirada, y váyase usted con la música a otra parte.
Aunque no todo es negativo. Les
han salido patrocinadores como para becar hasta una veintena de voluntarios que
les vienen de Suiza, China, Alemania, Paraguay, Israel, Portugal, Turquía… con
sus profesores. Benditos sean. Cuidado… la comunidad autónoma y el
ayuntamiento, advierten, también ayudan, que no digan que no lo digo... Sí, a
cambio de conciertos para sus programas culturales, claro. Eso no es una ayuda,
eso es una transacción comercial. Yo te pago para que tú toques cuando y donde
yo te diga. Pero bueno, enfín…
Bach, Chaikovski, Ysaÿe,
Mendelsson, lograron ser escuchados por niños sordos en un colegio especial,
implantados y a través de audífonos, gracias a estos maravillosos seres
humanos. Muchos de ellos eran bebés extasiados y sonrientes. Otros tocaban los
instrumentos de los ejecutantes mientras ejecutaban sus partituras, así podían
“oir”, “sentir” y “palpar” la música… Fue aquí, en España, en este país de
ingratos y advenedizos… Seis profesores llegados desde Berlín al evento
reprimían lágrimas, complacidos y emocionados… Yo también hubiera llorado. A
moco tendido.
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