NO BUSQUES, Y NO ENCONTRARÁS

Cualquier parecido con la realidad, será pura coincidencia, pero así lo he leído, y así me lo han contado. Una joven muy punk, familiar del relator al que se lo oí, deseosa de buscarse aventuras sexuales duras, fuertes, salvajes e impactantes con tipos duros, fuertes, salvajes e impactantes, un día se marcó de complementos bien marcada, y se marchó de pesca a los garitos ad-hoc… Allí visualizó a su presa: dos metros de cuidada y tallada tableta, paquete bien empaquetado, todo él forrado de cuero negro brillante, con tachonaduras mil, más cadenaje que bolsillaje, raftado hasta en los pelos sobaquiles, barba de pirata, aros en las orejas y mierda de años. Y basto hasta decir basta. Su ideal. Además, con una motaza para la entrepierna de mucho aparataje y ruído aparcada en la acera… Marvelleux.


                Inician la aventura, se retiran a su cubil, y en el primer asalvajado apareamiento si miramientos, a él se le van las cabras apenas abrir el redil… Passsaná, chute por esnife, tres horas roncando, y segundo asalto… lo mismo, el ganao se le sale corriendo apenas tocan puerta. Más cerveza, más canuterío y más sueño… Tercer asalto. Igual, no te pares que no llego… La pava que le pregunta si tiene algún tipo de problema, o qué, y él que, poniendo cara de sorpresa, le responde que nonis, que supernormal, nena... que qué coño esperas tú, tía..?, y eso… La puncky que lo planta, le dice que se meta la Hailey por su tunneado rastrojo trasero, y se vá a por el jefe de la banda que, aunque calvirota con brillo, también le mola mogollón, y es más mulo que ninguno… Parece ser, según se relata en aqueste relato, que un clon de lo mismo. Que adiós muy buenas, que tengo prisa y me voy a escape. Que tres cuartos del mismo pescao… Y doña chinchetillas que empieza a reconsiderar lo relativo de las apariencias.

                Y este sucedido me recordó un reportaje de la National Geographic sobre la manta gigante, la mantaraya, una criatura de lo más terrorífica de las que habitan los mares. Con sus ocho metros de envergadura y sus 1.500 kilos de peso, que se dice pronto, sin embargo, es mucho menos peligrosa que sus hermana pequeñas, puesto que carece del aguijón venenoso de las menúas… Pero, claro, te encuentras de sopetón con un monstruo marino de este calibre, y te faltan brazos y piernas para salir echando leches. La estampa acojona. Pues, bien, estas mantarayas se asoman del mar en calma empezando por unas orejas de murciélago burro, salta fuera del agua con una fuerza descomunal, como si volara, agitando las aletas y desplazando ese enorme cuerpo, asciende a lo alto, y luego se deja caer en champlazo moviendo toneladas de agua y espuma en un ruído infernal… Imagínese en su playa o su piscina un panzazo de tonelada y media. Escalofriante. Bueno, pues esto es tan solo que el cortejo nupcial de los machos. Se montan esta espectacular llamada para atraer a las mantarayas hembras que pasen por las cercanías y se les nublen las carnes por tamaño alarde..

                Es eso mismo, un reclamo sexual, un brutote de animal que llama la atención de su chorba con todo el esplendor de su físico y poderío ídem. Lo que pasa luego es que el revolcón salvaje no llega a noventa segundos. Un visto y no visto, un tararí que te ví, mariví de los mares… Algo así como lo que le pasó a nuestra heroína tragamachos, tan sexidispuesta ella, que buscaba los más feroces ejemplares de la fauna humana para aparearse… buscando, pienso yo, que habría proporción entre la apariencia y la experiencia.


                Y es lo que pasa en la vida. Pensamos que la naturaleza salvaje nos deben dar experiencias salvajes, y, a veces, nos dá lecciones de racionalidad pura y dura. Pero cuando eso lo buscamos entre humanos, no caemos en que todo es apariencia… Todo, absolutamente todo. Es más, las personas nos vestimos para ocultar nuestra desnudez. Cuanto más complementos y adminículos encima de la piel, más tenemos que esconder. Y los que más tienen que ocultar, con más cacharros, pinturas, herrajes, afeites y tatuajes se tapan. Lo salvaje del animal es puro, auténtico… Lo salvaje del hombre es todo lo contrario, porque vá escondido y se reviste de inocencia… Mejor, mucho mejor, busca a un gilipollas que a un salvaje, Maripunky, hay muchos, y son inofensivos. Con los otros, puedes resultar malherida… Y no es eso, ¿verdad?.. no, no es eso, no lo es…

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