LIBRE ALBEDRÍO
Acabo de ver una
de las cientos de películas que, desde Fausto acá, tienen como tema lo de la
venta del alma al diablo. En ésta se trata de un escritor mediocre, sin blanca
– así como yo – que todo le sale de puta pena, y que, desesperado, invoca al
colega colorao para, a cambio de su penosa alma, tener éxito profesional,
también con las mujeres (es sintomático que el comerse un rosco siempre vaya
aparejado a una buena cuenta corriente) porque, en la demanda, claro, vá
también el disponer de mucho dinero. En este caso, al autor se le concede todo,
menos, como así no lo solicitó, la mínima calidad en sus escritos. Así que
tiene éxito, vende muchos libros escriba lo que, y cómo, lo escriba, gana
premios, pasta gansa, tías de bandera, pero los críticos lo siguen poniendo a
caer de un burro. Esto se parece bastante a la realidad real, no crean… Existen
best-seller´s de quita y pon, fabricados ad-hoc, que no valen un pimiento, al
igual que existen excelentes escritores que no venden una jodida pipa. Lo mismo
pasa con los críticos. Miren Miguel de Cervantes, por ejemplo, que se murió de
hambre, y las buenas críticas le llegaron unos cuantos siglos después de
estirarla de asco…
Pero no quiero hablar hoy de
escritores, si no de pactos con el diablo. En este guión se resuelve el
arrepentimiento del trato entablando un juicio al demonio por estafa, en el que
se intenta demostrar que ha existido engaño, y, por lo tanto, debe anularse el
contrato. Ni qué decir tiene que todo acaba bien para el demandante, y el
cornicorto se va, y nunca mejor dicho, con el rabo entre las piernas, bonitas
piernas por cierto, pues se presenta como una bella especímen hembra. Lo único
interesante de esta peli es el final, el proceso, donde se pone ante los morros
del jurado lo de que a Dios le ha salido un churro de creación con el ser
humano, y lo del libre albedrío, y todo eso… Muy interesante, sí señores.
Mas la reflexión que quiero
compartir con ustedes es el mito de Fausto en realidad. Para eso haría falta
analizar dos o tres cosicas. Saber lo que es ese ser humano, lo que es el alma,
y, claro, lo que es el diablo. Y eso requeriría, al menos, tres tomos de
mediano contenido. Yo, si la redacción de este periódico me dá cancha y visado,
podría hacer, no tres libros, pero sí tres artículos, lo que pasa es que ignoro
si eso tendrá interés… Quizá se me indique que pierda mi tiempo en otra cosa.
Ya veremos… Pero sí que estoy obligado al menos a terminar con unos ligeros
apuntes lo que tan irresponsablemente he iniciado esta semana…
Miren, resumiendo mucho, Dios no
pudo crear nada sin poner de Sí mismo, porque nada cabría ni existiría fuera de
Él, así que el propio humano es una parte del propio Dios trabajando en su obra
(mundo) a través de su propia herramienta creada: la humanidad. Vale. Pero,
como somos algo espesos (materiales) de entendederas, solo hay una especie de
canal o conducto por el que la “voluntad” de Dios (espíritu) puede expresarse,
y a esa gatera bien podríamos llamarla alma, no sé si me explico… Es como un
libro de instrucciones en blanco, que hemos de completar según ciertas
indicaciones. Si las interpretamos bien o mal es nuestro problema… y nuestra
enseñanza, y es también el mejor instrumento que se nos ha dado para el
aprendizaje. O sea, estoy hablando del libre albedrío. Causa-efecto,
acción-consecuencia… ya saben.
El rabilargo ya es otra cosa,
pero el mismo caso… Volviendo a la ficción, se nos aparece en momentos de
angustia, y nos promete riqueza, poder, fama… como sucedáneo a la felicidad, a
la plenitud, si a cambio le damos el libro de instrucciones de nuestra propia
alma (arma), que él parece ser que tiró a la basura en su día, y que está
arrepentido. Por eso solo puede regresar a su origen (Dios) si el hombre, de
buen grado, y por su propio libre albedrío, le cede su gps… Pero si se obtiene
por engaños y no existe limpieza en el trato, se puede invalidar
Ese es el busilis final de la
puñetera película, pero se nos queda en el tintero quién, o qué es el jodido
diablo, y qué pinta en cada uno de nuestros actos. Si aplicamos el principio de
al principio, él es tan parte del mismo Dios como lo somos nosotros, y Dios,
por lógica, no puede condenarse a Sí mismo, ni aún a una parte de Sí mismo. Por
lo tanto, solo puede haber una explicación razonable, y es que todos formamos
el Todo, y cada uno de nosotros somos vasos comunicantes con el resto,
llamémosle Dios o diablo, el bien o el mal, lo positivo o lo negativo… pero
partes necesarias de Dios, y por eso, y para eso, gozamos de libre albedrío.
Lo dicho, amigos míos. Escribir
es como crear. Para algunos me habré pasado, y para otros apenas habré llegado.
Todo depende del receptor. Así que usad ese albedrío vuestro y juzgad por
vosotros mismos… De eso mismo se trata.
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