YO YA NO SOY ESE
“España
es una tierra para cruzar huyendo”,
cito a William Gaddis en su monumental obra “Los Reconocimientos”, para empezar
el artículo de esta semana. Y yo, por suerte o por desgracia, no dispongo ni de
zapatos para cruzarla, ni de recursos para huir de ella tampoco, pero a veces
me gustaría “tomar el portante”, como decía mi abuela, y poner una más que
prudencial distancia entre ambos. Es tal la vileza y la ruindad, cuando no la
ignorancia y la incultura, que algunas de sus gentes aún llevan pegadas a su
caparazón de galápagos cainitas. En este país hemos evolucionado muy poco desde
el desgraciado regreso de Fernando VII, y las “caenas” con las que unos cuantos
se mimetizan dándoles vivas, quieren extenderlas a todos los que intentan huir
de ellas. Por eso, a veces, la cortedad mental puede convertirse en virtual
maldad.
Y estoy un poco hasta las
olfativas de que haya gente empeñada en tocarme las glándulas. Hay personas que
intentan, e insisten en montar aquelarres y restregarme por las mismísimas un
pasado del que en solo una pequeña parte me siento absolutamente satisfecho, y
en ponerme como virtud lo que fue un error, una vulgar equivocación. Y todo,
porque aún quieren aprovecharse de lo que un día hice perjudicándome a mí mismo
y a los intereses de los míos, que es lo que más siento y siempre sentiré. No
estoy satisfecho de ello. Fue una muy larga etapa que me enseñó una lección tan
amarga como, sin duda, necesaria. Caso cerrado. A partir de ahí, como Escarlata
O´Hara, elevé mi juramento al cielo de que ya nunca volveré a… Entonces, se
empeñan en hurgar con uña incluída, y en que les cuente los entresijos de mi
conversión y de mi caída del caballo, y los detalles de mi “iluminación” y los
caminos de interiorización de la crisis que anduve, y los malsanos cómo y
porqués…
Y todo, por tocarme la fibra con
que conseguir lo que se persigue por la cara. Pero esa fibra ya no funciona. Es
un traste que he cambiado por una tecla que, hay que ver, ya nadie toca. Ni me
importa mucho ni poco. Mas como tontos no son, me conducen con regular y mansa
sutileza a estas columnas que escribo desde antes de esos mismos tiempos, entre
otras cosuchas, y me insinúan (no sin cierta malicia) que si me las pagan, o
algo así… Y no, no lo hacen. De hecho no veo una jodida chapa por ello, si bien
no voy a ocultar hipócritamente el remiendo que taparían… Pero es que lo hago
como terapia. Porque lo necesito. Véanlo al revés: es un psiquiatra que no me
cuesta dinero. Y me viene muy bien mantener el músculo del coco activo y en
forma, como gimnasia mental contra el jodido alhzéimer. Es mi ejercicio diario
de sesera, lo mismo que hago el de piés. Una medicina que me chuto en las
neuronas sin copago farmacéutico alguno. Espero y confío que lo entiendan de
una puñetera vez, y que dejen en paz un complejo de culpabilidad al que quiero
enterrar y ya he rezado el responso.
Así que el de hoy vá con
segundas y con terceras… Para los avisados será como una declaración de
intenciones y motivos, y para los no avisados como un ensayo corto sobre la
complejidad humana… El caso es que la insistencia de cierto sector en chupar
cadaverina fina no les va a dar resultado, pero a mí, sí que me ha dado materia
para cubrir mi compromiso semanal conmigo mismo, entiéndase bien entendido. Aún
habré de agradecerles la oportunidad que me otorgan al brindarme contenido para
esta especie de catarsis compartida.
Y conste que ya sé lo que me vá
a decir mi psicoanalista. Ese que llevo siempre montado en la chepa del alma, el mú joío,. Que lo que me pasa es que
no quiero matar del todo el fantasma de lo que fui, y lo resucito por cualquier
motivo que me den. Y hasta puede que tenga razón, si bien solo en parte. En la
parte de la experiencia que vive en mí. Pero la otra parte no me corresponde en
absoluto. Pertenece a otros fantasmas, y ellos ya no corresponden a este yo.
Son, si acaso, mi pesadilla, pero no mi responsabilidad…
…¿Me comprenden?.. yo también.
¿Qué no me entienden?.. yo tampoco.
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