BANDERAS Y MERCADO
Todo es lo que
parece, pero nada es de donde parece ser. Lo cual debería movernos a pensar que
el valor se lo damos nosotros, aunque por sí mismo no lo tenga. Es el valor de
una creencia costumbrista, postiza, folklórica, impulsiva, tradicionalista y
edulcorada por décadas y décadas de repetir el mismo mantra, la misma
jaculatoria, el mismo credo en una misma letanía. Pero es lo que hay. Y es lo
que funciona. Por eso bebemos vino de Rioja que son caldos de Jumilla, comemos
pimientos de Padrón que son del Pilar de la Horadada, melones de Torre-Pacheco
que son de Cuenca, o saciamos nuestra sed con agua de Lanjarón que es del
pantano del Cenajo… Pero esto funciona hasta con el patriotismo, mejor dicho,
patrioterismo, o cualquier otro sentimiento alienante…
Sigamos con los ejemplos.
Ejemplos reales de realidades reales. Aquí no hay la más mínima fantasía, nada
de inventado. Una bandera española en la fachada del Congreso de los Diputados,
en Madrid. Otra bandera catalana en la balconada del Palau del Govern, en la
Plaza Sant Jaume, de Barcelona. Bueno, pues con un alto, altísimo índice de
posibilidades, ambas dos están fabricadas en China. En la industria más
prolífica y barata del mundo. Envasadas por modelo, calidad y tamaño en packs
de 100 y en containers de 1.000, por manos de niños explotados, mujeres infravaloradas
u obreros que trabajan los “ideales entrapados” de todo el mundo en jornadas de
14 y 16 horas ininterrumpidas, a cambio de jornales de auténtica miseria. Luego
serán enviados a lugares desde donde serán distribuidos a diferentes centros
comerciales, más o menos exclusivos, que los cederán a tiendas detallistas, que
a su vez los venderán a los patriotas que los usarán como elaboradas en la más
entrañable querencia. Elaboración propia, les dirán. Made in patria querida…
A cada paso desde que la bandera
sale de manos que no saben ni sienten ni les importa, más que las monedas que
el destajo les procura para tapar el hambre, ese trapo de colores va sumando
valor pecuniario, y dejando buenas rentas a los intermediarios comerciales, en
igual proporción que va sumando también un valor adquirido de pertenencia a
algo que igual rentúa buenos intereses a sus intermediarios políticos que los
explotan, hasta llegar, en consumo masivo y desaforado (el mejor de los
negocios para todos, fabricantes, comerciantes, políticos y agitadores) a una
explosión de irreprimibles emociones provocadas e inducidas, en las espaldas de
hombres y mujeres, ancianos y niños, perros y gatos, abducidos y reducidos,
donde esa tela coloreada que ha dejado excelentes beneficios subiendo su
miserable costo de origen, se convierte en un símbolo por el que estarán
dispuestos a morir o a matar (es un decir) o, al menos, nos da derecho a
disfrazarnos de patriotas, y a que algunos alguienes muevan nuestras emociones
según a ellos les convenga. Y las usamos para inmolarnos en el martirio, o para
manipular emociones, o para montar un circo muy bien traído y muy bien
falseado... Aunque luego nos equivoquemos y nos vedemos la mano contraria a la
masacrada por los "“ideales”… Esta es la cuestión: los ideales. Reales,
falsos o inyectados en vena, pero la bandera made in china se convierte, se
transforma, en ideal sagrado. Como el agua lo hizo en vino.
Se me dirá que ahí está la cosa.
Que de la bandera es el símbolo lo que cuenta, no su manufactura, y que eso,
macho, acho, es sagrao… Y yo no lo
negaré nunca. Como es sagrao creer en
que el vino que uno bebe es de La Rioja, aunque no lo sea. Cada cual es muy
libre de atarse a sí mismo al dogma que le plazca, tío… Pero un símbolo hecho
con sudor, dolor, sangre, sacrificio y sufrimiento, como la bandera
constitucionalista que tejió Mariana Pineda, contiene en sí misma todo el
potencial y significado del ideal que transmite, y lo otro, lo quieran o no, no
contiene nada, aunque alimenta una cadena de intereses concretos y marcados
desde el principio, no sé si he sabido explicarme, maestro liendres… Que sí,
que el pimiento se compra como de Padrón, pero se vende del Pilar. Y nunca ha
sido lo mismo, ni jamás lo será, vender que comprar…. ¿me entienden?..
Miren. Existe una norma de
mercado, casi que una ley, que dice que lo poco encarna su valor y eleva su
calidad y su cualidad, y lo mucho abarata ese valor y baja en igual proporción
esa calidad y esa cualidad. Pues eso mismo. Cuando hay que hacer banderas masivamente,
en proporciones desaforadas, en China, para que salgan a cuenta de vestir
enormes parafernalias, se abarata el valor y el valer de esas mismas
parafernalias. El mejor aliado y socio de la producción de banderas son los
populismos. Jamás se vieron más banderas gamadas que en las calles de la
Alemania nazi. Sin embargo, ¡oh misterio!, cuando terminó aquella sangrienta
fiebre, resulta que nadie, nadie, pero nadie, en Alemania, había sido nazi… La
exacerbación de los ánimos es el mejor caldo el cultivo para el negocio de la
banderas, tanto el que las fabrica, como para el que las suscita. Aunque sean
banderas de la China vendidas como melones de Pacheco. Que tales “melones” se
tragan igual que las ruedas de molino.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. en http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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