FANATISMOS, tan iguales, tan distintos...
El atentado ocurrido en
Nueva Zelanda contra una mezquita, protagonizado por un fanático de extrema
derecha australiano, debería hacernos pensar que el terrorismo no tiene una
ideología concreta ni definida, si no que anida en cualquiera de ellas.
Deberíamos meditar que la repulsa y el rechazo que muchos occidentales sentimos
hacia esa barbarie es la misma que muchos árabes sienten cuando uno de sus
fundamentalistas se lanza contra nosotros. El sujeto es el mismo descerebrado,
el mismo vaciado mental, el mismo tipo de cáncer, venga del lado que venga.
Este producto nuestro había publicado en las redes un “manifiesto” de 74
páginas (muy parecido en su fondo y estilo al Meïn Kampf de Adolf Hitler), se
reconocía como “víctima” blanca, racial, expulsada de sus derechos por
invasores sin alma. Su ídolo era el ultra noruego Breivik, que mató a 77
personas en Utoya, y su mesianismo lo llevó a grabar la masacre y presumir de
ella como una cruzada, hasta la propia inmolación si necesario fuera… O sea,
calcado, exactamente igual, que cualquier fanático islamista.
A los pocos días, en Utrecht, quizá como reacción, como
una respuesta automática, un turco fue el que disparó contra la gente de un
mercado. Y los whatshaps de contenido racista y supremacista empezaron a gotear
en mi móvil… Es matemático, y lo vengo observando desde hace tiempo. El odio se
retroalimenta a sí mismo, y mutuamente además, en una especie de terrorífico
movimiento continuo. El combustible que alimenta esta triste procesión es la
desconfianza y la intolerancia, y nos lo suministran los partidos populistas
con sus mensajes envenenados y venenosos: que si nos quitan el trabajo, que se
comen nuestro pan, que están ocupando cotas de poder, que nos están invadiendo,
que si no se integran en nuestra cultura, que, al final, nos harán rezar a
todos de cara a La Meca… Es lo mismo, idéntico, que los nazis largaban de los
judíos. Muy curioso, sí, pero así es. En el fondo de este odio arcaico subyace,
aun subliminalmente, las diferencias de religión. Yo no sé si las razas hacen
su religión, o son las religiones las que fabrican sus propias razas…
Pero las creencias religiosas impuestas por dogmas, a lo
largo de la historia han separado más que unido, han desatado guerras santas, y
persecuciones, y cruzadas, y odios y venganzas, más, mucho más, que logros de
paz y de conciliación entre los pueblos. El sustrato que los seres humanos
llevamos dentro de origen religioso es brutal, más importante de lo que todos
creemos. En sociedades modernas y educadas (nosotros las denominamos avanzadas)
el barniz aparenta ser más superficial con más cultura – sea el concepto de
cultura el que sea -, y en los pueblos considerados como más atrasados, o menos
desarrollados, o de culturas distantes y distintas, la religión supone un
bagaje más sólido e importante, más impuesto y sentido, aunque sea por una
costumbre con la que se identifican y conforman su identidad… Nosotros tenemos
lo que llamamos nuestras tradiciones, que tampoco es moco de pavo cuando nos
ponemos en defenderlas con toda fruición… reconozcamos su parte de fanatismo, o
no. Pero que, si nos damos cuenta, la inmensa mayoría de ellas se sustentan en
una base religiosa, que nos viene de genética vieja, de la tribu a la que
pertenecimos, y que, desgraciadamente, aún nos esforzamos por pertenecer
(romerías incluídas)…
El otro día, en mi diario y terapéutico paseo, o como yo
lo llamo, la hora del paréntesis, caminaban delante mío tres chicas
adolescentes. Pantalones vaqueros ajustados una, con desenfadada camiseta
decorada con moderno rotulaje en inglés, como deben ser las camisetas que se
precien; otra con pantis bajo minifalda, y la tercera con falda plisada y
estilosas y altas botas. Esta última con un pañuelo a la cabeza, y sus dos amigas
con el pelo al aire. Largo el uno, una hermosa trenza el otro… Una de éstas,
conforme iban llegando al portón de uno de los edificios que flanquean el
parque, sacó de la mochila, esa que ahora llevan las jóvenes en vez de bolso,
un pañuelo oscuro, que se fue liando a la cabeza antes de pulsar el timbre, sin
duda alguna, de su casa… De las otras dos, la descubierta, sacó otro de no sé
dónde, y se lo preparó al cuello, antes de perderlas de vista…
Que cada uno de mis lectores u oyentes saque sus propias
conclusiones. Esta es la generación femenina nacida aquí, de nuestros actuales
inmigrantes… Feminismo aparte, se observa un doble comportamiento (no me atrevo
a calificarlo de doble moral, porque no lo es), y es el del estatus social y el
estatus familiar. El segundo, inhibido a la costumbre religiosa familiar, y el
primero, deshinibido por la sociedad en la que vive y “amiguea”. El hogar y la
calle, no encajan. Esta chica, mañana, tendrá que elegir por una ruptura
dolorosa siempre: o dice adiós a su libertad personal y se somete a la
autoridad del clan, o rompe con su familia para poder liberarse. El problema es
cuando fuera empiece a ver rechazo en vez de acogida, odio en lugar de ayuda,
marginación en vez de integración… Ante dos fundamentalismos frente a frente,
abrazará el suyo, claro… Y nosotros, encima, nos justificaremos a nosotros
mismos, diciéndonos, mira cómo actúan…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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