TODA UNA LECCIÓN
A veces llegan crónicas
amables, reconfortantes, que nos reconcilian ante tanta burricie… He dejado
pasar un tiempo de ésta que voy a tratar aquí, hoy, por si hubiera sido cosa de
un espejismo en la aridez del triste panorama actual. Pero no ha pasado nada, y
eso es una buena señal, una señal de auténtica madurez democrática, si bien que
ciudadana, no política… y más aún, de cierta ciudadanía. Yce cosa de algo más
de un mes, que cincuenta mil separatistas catalanes (es la cifra con la que me
quedo, pues ni es la declarada por el gobierno, ni la delirada por los
nacionalistas, si no la facilitada por un periódico nacional), se manifestaron
en Madrid, con entera libertad, y con menos problemas, muchos, muchísimos
menos, que los que ellos mismos crean cuando lo hacen en Barcelona, allí, en su
propia tierra. De lo que me alegro mucho. Fueron 50.000 catalanes cerrados, de
la Catalunya profunda, a los que trajeron en autobuses y trenes con un
bocadillo de butifarra, botellín de agua y pancarta precocinada, con algunos
líderes jaleadores, y los soltaron en la capital del reyno borbónico y maldito,
la huraña España, según el tórrido Torra.
Y se encontraron con un magnífico día, un Recoletos,
Cibeles y Prado abiertos, a su disposición, y un Madrid acogedor, respetuoso y
tolerante que contrasta demasiado con la imagen de dictadura y nula democracia
que se esfuerzan en esparcir por todo el mundo, y que ellos traían embutida
bajo sus mediatizadas barretinas, en cabezas debidamente vaciadas y lavadas.
Les hubiera encantado que se les hubiese abucheado, silbado, insultado e
incluso agredido, que es lo que ellos hacen a los españoles y a sus propios
hermanos que así se consideran, allí, en la República Catalana. Es lo que
deseaban y esperaban. Pero no fue así, y les salió del tiro por la culata del
trabucaire. Ningún energúmeno patriotero les atacó, ningún Estado opresor les
prohibió sus falsos discursos, ninguna policía torturadora les empujó siquiera…
Nadie les amenazó, ni les pintó dianas en sus autobuses, como ellos suelen
hacer en las fachadas de los hogares de sus catalanes españoles. Nadie les
restregó bandera alguna por sus morros, nadie les dijo que España los odia, ni
que son una raza inferior, ni siquiera los llamaron supremacistas. Ninguna TV
los denigró, como su Tv3 hace con cuantos no son los suyos. Nadie les escupió,
ni les dijeron que allí no los querían, ni los mandaron de vuelta a ningún
sitio, porque estaban en la España de todos… Y todo eso, les tuvo que joder un
montón su moral, si es que tienen algo de moral.
Así que, cuando se les vaciaron las baterías trufadas de
tonterías, esa machada que nos iban a soltar ante las narices de los españoles
lo que vale un peine catalán, y esa caterva de cincuenta mil vieron cómo
reacciona un pueblo civilizado ante la provocación, con la prudencia y hasta
con el seny que ellos han perdido,
tuvieron que regresar a sus pueblos-cubiles desinflados, sin poder presumir de
nada roto por la barbarie española. Y lo que es peor, sin poder justificar su
propia estulticia… Resulta, nen… que
esa denostada España, en su propia capital, nos han tratado como ciudadanos, y
lo que más jode, como ciudadanos españoles. Unos más de los muchos que se
manifiestan en sus calles y plazas con entera libertad por los motivos que sea…
Y deben estar cuantos vinieron, tan consternados y confundidos que, hasta la
fecha, no ha habido ninguna reacción, ni nada se ha sabido de la muchachada,
mucho menos de sus representantes en ninguna parte ni por ningún medio… Que
Puigdemont de Waterloo, y toda Europa ya de paso, vayan tomando debida nota de
quiénes son quienes son.
…Pero es que, además, se pagaron su excursión por
gentileza española. Igual que se les financia su gobierno reaccionario, sus
mercenarios en los medios y en la política, sus insidiosa gentuza acogida
nuestra cámara de diputados por la democracia española, como indignos
representantes de su propio pueblo, o sus fantasmales embajadas, y hasta todas
y cada una de sus senyeras y esteladas con que hacen la guerra a quiénes se las
pagan. Incluso esas falanges de camisas pardas, los CDR, se han abonado con
dinero español. Y nunca, jamás, al revés, como a ellos les han hecho creer.
Todo pagado por las hienas (Torra dixit) españolas.
Y ni siquiera esto se les echó en cara en su visita a
Madrid. Ni se les gritaron las verdader que no quieren oír, ni las mentiras que
ni siquiera merecen escuchar. Solo se les trató del modo que ellos no saben
tratar: con educación y con respeto… Así que fueron, demostraron lo que son, y
se volvieron a casa. No cosecharon ni un mal gesto con el que justificarse…
Nada… En fin, lo que digo, toda una lección. Chapeau.-
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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