COSAS QUE PASAN
Se dice mucho la frase “cualquier
tiempo pasado fue mejor”. Y puede que sí, que sea verdad. Pero si así lo fuera,
es porque en cualquier tiempo pasado fuimos jóvenes. No lo duden… La juventud
tiene el poder regenerador en sí mismo que se va alquimizando (permítanme el
palabro) en experiencia, conforme la propia juventud va caminando hacia la
vejez. Es como si algo superior no consintiera que la lozanía y el esplendor
fueran vasos que contengan la prudencia de la experiencia, pues no parecen
compatibles, y se extrañarían unos y otras. Los estragos de un exceso juvenil
serán reparados rápidamente por células obreras nuevas que mantienen el
organismo en perfecto estado, pero solo la vejez guarda memoria de las heridas,
porque ya no se recupera de ellas… Ese es el motivo. Y la causa de que
cualquier tiempo pasado fuera mejor.
El
vigor y la decadencia no se llevan bien. El primero teme a la segunda, y la
segunda envidia al primero. Y ambos dos se miran de reojo el uno al otro, como
si no se conocieran… Sin embargo, se conocen, y muy bien. El vigor es padre de
la decadencia al igual que la vejez es hija de la juventud, aunque parezca un
disparate. Lo que pasa es que el uno y la otra no se tratan ni se hablan dentro
de uno mismo, tan solo se relacionan e interaccionan con herederos de la
sangre. Padres con hijos, abuelos con nietos… Pero si miramos dentro de
nosotros, los dos polos del mismo personaje se reprochan mutuamente lo que ya
ninguno de ambos es capaz de hacer cuando la mente le aconseja hacerlo.
He
leído otra vez un viejo libro de mi pujante juventud, olvidado en un viejo
estante de algún no menos viejo cuándo: El Retrato de Dorian Gray, donde, por
algún misterioso proceso, el personaje no envejece mientras su retrato sí lo
hace, y en el que se va guardando en su memoria física las señales y lacras de
todos los excesos a los que se entrega el protagonista ante el hecho de
permanecer en un cuerpo eternamente joven, espléndido y pujante, mientras el
lienzo se deteriora por él. Lo que no se aclara con precisión es cuál es el
depositario de esta experiencia, si el retrato o el retratado. En la primera
parte del clásico aparente ser el óleo el que asimila tales conocimientos,
puesto que Gray sigue comportándose con la hermosa pero irresponsable liviandad
de sus veinte años. Y ya en la segunda, parece transferirle el cuadro de golpe
a su conciencia las pasadas y pesadas consecuencias de sus disipados actos. En
ese momento de la obra, bien pudo pensar Dorian lo de que cualquier tiempo
pasado fue mejor.
Lo
que pasa es que afortunadamente, claro, la naturaleza dispone que la lentitud
presida el proceso gradual de asimilación, en una secuencia invariable de
acto-consecuencia, que va dejando el poso de la experiencia conforme se va
marchitando el vigor, la regeneración, la belleza y el esplendor de la primera,
y ya única, juventud. Un amigo viejo me dijo un día que las experiencias nunca
se marchitan, y jamás dejan de emanar su perfume (o su hedor), mientras las
flores que las han destilado murieron hace mucho tiempo. Por eso que cualquier
tiempo es todo el tiempo. Igual da pasado, que presente, que futuro. Todo el
tiempo es el mismo tiempo. Ni el pasado es mejor, ni éste es peor, ni mañana
será mejor o peor que éste, salvo, naturalmente, porque estamos más cerca del
límite de nuestro tiempo, casi que ya en la gatera del tiempo. Por donde el tiempo, el nuestro,
escapa… Y claro que a mí también me pasa, y me pregunto a mí mismo lo del
principio de este artículo: ¿mi tiempo pasado fue mejor?, y me recuerdo como lo
que dejé de ser, como un personaje inventado por mi propio yo… Pero, ¿cuál es
el real?, ¿aquél que fue?, ¿este que también está dejando de ser?, ¿soy acaso
una proyección el uno del otro?..
Ya
les digo… si cualquier tiempo pasado fue mejor, es porque una vez fuimos
jóvenes. Ese es el sentido correcto de la frase. Otra cosa distinta es si
aprovechamos esa juventud, o si la juventud se aprovechó de nosotros. En
cualquier caso es una experiencia que deja sus consecuencias, no lo duden en
ningún momento. Y no escribo esto para los mochileros de mi generación, que ya
hemos cosechado tales consecuencias, si no para los jóvenes que las andan
sembrando hoy, y que mañana se harán la dichosa pregunta de su tiempo pasado
como interrogante de su tiempo después.
No
sé si fue Rabindranath Tagore a quién leí un día, que estando de camino un
viandante, en el primer descanso del viaje, se durmió con la bolsa de víveres
vacía, pero, joven y animoso, pensó llenarla cuando amaneciese; sin embargo,
cuando despertó, fue ya demasiado viejo y cansado para poder llenarla. Y digo
yo que algo querría decir con esa metáfora, ¿no?.. Pues eso: cosas, y casos,
que pasan.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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