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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

lunes, 7 de octubre de 2019

CUESTIÓN DE CONCIENCIA




Yo no me considero animalista, que conste. Pero tampoco me considero antianimalista. Lo digo, porque aquí somos muy dados a polarizarnos inmediatamente. Si digo que no soy feminista, por ejemplo, automáticamente se me tachará de machista, y la verdad es que no me creo ni lo uno ni lo otro… ¿Y saben por qué?. Por la falta de respeto que supone etiquetar  y/o ser etiquetado de la etiqueta contraria. Aquí no hay espacios comunes, aquí solo existe beligerancia. Si uno se confiesa una cosa, se posiciona y lo posicionan frente al grupo opuesto, si es que lo hay. Como una declaración de guerra. Así que no, tampoco me considero animalista, aunque no faltará quién me encasquete el marchamo de serlo. Pero eso me da igual…
                Lo estoy es en contra de la prepotencia humana sobre el animal. No hablo de la capacidad, si no de prepotencia en el uso y abuso de tal capacidad, o sea, despotismo, crueldad, humillación, maltrato, insensibilidad, ensañamiento, acoso, tortura… sobre esos seres vivos con lo que, al fin y al cabo, compartimos toda nuestra carga genética y somos hermanos de creación – o lo que sea – en mayor o menor grado. Quiero decir que todo lo que se mueve sobre la tierra estamos hechos del mismo barro y con los mismos adobes. Nuestras secuencias genéticas son iguales en un 50% con el mismísimo plátano, por ejemplo, en un 90% con las jodidas ratas, un 99% con los monos… De hecho, los chimpancés y bonobos podrían transferirnos hasta su propia sangre sin apenas sentir un rechazo leve. En un ruedo, el toro y el torero comparten las dos terceras partes de su secuencia genómica, y la ciencia ya habla de que personas somos todos, ellos y nosotros, aunque nosotros nos definamos como personas humanas. El mito de Caín y Abel es universal en el tiempo y entre las especies. Y no es un mito acabado.
                Aquí, en este punto y momento, se me objetará lo de la capacidad inteligente del humano sobre el animal, etc., etc… Y es cierto, aunque eso no le otorga superioridad moral para usarla como objeto de sufrimiento y tortura, más bien todo lo contrario… Según el sociólogo Jeremy Rifkin, quién le enseñó a la gorila Koko el lenguaje de los signos, ésta puntuaba en la escala entre el 70 y el 95 de nuestros tests de inteligencia, lo que la caracterizaba como persona de aprendizaje lento, pero no retrasada. De hecho, era un animal bastante más inteligente que muchísimos humanos, lo cual se consideraba un enojoso problema de falsa dignidad para algunos investigadores. Lo cierto es que, cuando uno piensa en los experimentos que se realizan con estos primates, no quedamos en muy buen lugar que digamos…
                Pero hay más: Tomemos la conocida lista redactada por Joseph Fletcher, el fundador de la Bioética, de los 15 atributos que definen la personalidad humana: mínima inteligencia, autoconciencia, autocontrol, sentido del tiempo (pasado-futuro), capacidad de relación, comunicación, curiosidad, capacidad de aprendizaje, sociabilidad, capacidad para el cambio y la adaptación, equilibrio de razón, sentimientos elementales, memoria elemental, indiosincracia y actividad del neocórtex cerebral. Pues bien, todos los animales cumplen gradualmente en evolución una alta parte de ellos, hasta llegar a los grandes simios, que cumplen la totalidad de las mismas. Ya sé que puede herir nuestro orgullo de seres superiores. Quizá por eso ejercemos la violencia contra ellos, igual que el hombre la ejerce contra la mujer y contra el propio hombre por el mismo prejuicio de falsa superioridad. Deberíamos reflexionar un poquico sobre ello.
                Lo cierto y verdad – y esto en España se ha silenciado cuanto se ha podido – es que hace siete años, los más importantes y reconocidos neurocirujanos de todo el mundo, se reunieron en la Univesidad de Cambridge y firmaron una (en muchos países conocida) declaración. Se reconoce como la Declaración de Cambridge, en la que se manifiesta que “todos los animales no humanos tienen conciencia”... Lo que yo me atrevería añadir es: ¿tenemos nosotros conciencia del maltrato que les dispensamos en nuestras “tradiciones” y diversiones..?.
                Me gustaría, como ejercicio moral, que los que me siguen leyeran varias veces en silencio y pensándolo, esa Declaración de Cambridge: “Todos los animales no humanos tienen conciencia”. Todos. Gradual, progresiva, desde la más elemental a la más elaborada… pero todos… Y no, no soy animalista, como decía al principio, pero permítanme pensar que el animal humano no completará su propia evolución humana hasta que no termine con el sufrimiento animal para su propio goce y disfrute. Permítanme creer que quienes protegen a sus animales también saben protegerse a sí mismos y a los suyos, y se respetan porque los respetan. Es que, cada vez está más clara la relación entre el maltrato animal y la violencia aparecida en otros ámbitos y personas. Tendemos a abusar cruelmente de todos los seres a los que creemos inferiores, y no vemos que nos ponemos por debajo de ellos en la escala evolutiva. Existen animales con mejores sentimientos que muchas personas, y hay tanta humanidad en los animales como animalidad en los humanos. Lo que ya no sé, es si tenemos conciencia de ello…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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