CUESTIÓN DE CONCIENCIA
Yo no me considero animalista, que conste. Pero tampoco me considero antianimalista. Lo digo, porque aquí somos muy dados a polarizarnos inmediatamente. Si digo que no soy feminista, por ejemplo, automáticamente se me tachará de machista, y la verdad es que no me creo ni lo uno ni lo otro… ¿Y saben por qué?. Por la falta de respeto que supone etiquetar y/o ser etiquetado de la etiqueta contraria. Aquí no hay espacios comunes, aquí solo existe beligerancia. Si uno se confiesa una cosa, se posiciona y lo posicionan frente al grupo opuesto, si es que lo hay. Como una declaración de guerra. Así que no, tampoco me considero animalista, aunque no faltará quién me encasquete el marchamo de serlo. Pero eso me da igual…
Lo estoy es en contra de la prepotencia humana sobre
el animal. No hablo de la capacidad, si no de prepotencia en el uso y abuso de
tal capacidad, o sea, despotismo, crueldad, humillación, maltrato,
insensibilidad, ensañamiento, acoso, tortura… sobre esos seres vivos con lo
que, al fin y al cabo, compartimos toda nuestra carga genética y somos hermanos
de creación – o lo que sea – en mayor o menor grado. Quiero decir que todo lo
que se mueve sobre la tierra estamos hechos del mismo barro y con los mismos
adobes. Nuestras secuencias genéticas son iguales en un 50% con el mismísimo
plátano, por ejemplo, en un 90% con las jodidas ratas, un 99% con los monos… De
hecho, los chimpancés y bonobos podrían transferirnos hasta su propia sangre
sin apenas sentir un rechazo leve. En un ruedo, el toro y el torero comparten
las dos terceras partes de su secuencia genómica, y la ciencia ya habla de que
personas somos todos, ellos y nosotros, aunque nosotros nos definamos como
personas humanas. El mito de Caín y Abel es universal en el tiempo y entre las
especies. Y no es un mito acabado.
Aquí, en este punto y momento, se me objetará lo de
la capacidad inteligente del humano sobre el animal, etc., etc… Y es cierto,
aunque eso no le otorga superioridad moral para usarla como objeto de sufrimiento
y tortura, más bien todo lo contrario… Según el sociólogo Jeremy Rifkin, quién
le enseñó a la gorila Koko el lenguaje de los signos, ésta puntuaba en la
escala entre el 70 y el 95 de nuestros tests de inteligencia, lo que la
caracterizaba como persona de aprendizaje lento, pero no retrasada. De hecho,
era un animal bastante más inteligente que muchísimos humanos, lo cual se
consideraba un enojoso problema de falsa dignidad para algunos investigadores.
Lo cierto es que, cuando uno piensa en los experimentos que se realizan con
estos primates, no quedamos en muy buen lugar que digamos…
Pero hay más: Tomemos la conocida lista redactada por
Joseph Fletcher, el fundador de la Bioética, de los 15 atributos que definen la
personalidad humana: mínima inteligencia, autoconciencia, autocontrol, sentido
del tiempo (pasado-futuro), capacidad de relación, comunicación, curiosidad,
capacidad de aprendizaje, sociabilidad, capacidad para el cambio y la
adaptación, equilibrio de razón, sentimientos elementales, memoria elemental,
indiosincracia y actividad del neocórtex cerebral. Pues bien, todos los
animales cumplen gradualmente en evolución una alta parte de ellos, hasta
llegar a los grandes simios, que cumplen la totalidad de las mismas. Ya sé que
puede herir nuestro orgullo de seres superiores. Quizá por eso ejercemos la
violencia contra ellos, igual que el hombre la ejerce contra la mujer y contra
el propio hombre por el mismo prejuicio de falsa superioridad. Deberíamos
reflexionar un poquico sobre ello.
Lo cierto y verdad – y esto en España se ha
silenciado cuanto se ha podido – es que hace siete años, los más importantes y
reconocidos neurocirujanos de todo el mundo, se reunieron en la Univesidad de
Cambridge y firmaron una (en muchos países conocida) declaración. Se reconoce
como la Declaración de Cambridge, en la que se manifiesta que “todos los animales no humanos tienen
conciencia”... Lo que yo me atrevería añadir es: ¿tenemos nosotros
conciencia del maltrato que les dispensamos en nuestras “tradiciones” y diversiones..?.
Me gustaría, como ejercicio moral, que los que me
siguen leyeran varias veces en silencio y pensándolo, esa Declaración de
Cambridge: “Todos los animales no humanos
tienen conciencia”. Todos. Gradual, progresiva, desde la más elemental a la
más elaborada… pero todos… Y no, no soy animalista, como decía al principio,
pero permítanme pensar que el animal humano no completará su propia evolución
humana hasta que no termine con el sufrimiento animal para su propio goce y
disfrute. Permítanme creer que quienes protegen a sus animales también saben
protegerse a sí mismos y a los suyos, y se respetan porque los respetan. Es
que, cada vez está más clara la relación entre el maltrato animal y la
violencia aparecida en otros ámbitos y personas. Tendemos a abusar cruelmente
de todos los seres a los que creemos inferiores, y no vemos que nos ponemos por
debajo de ellos en la escala evolutiva. Existen animales con mejores
sentimientos que muchas personas, y hay tanta humanidad en los animales como
animalidad en los humanos. Lo que ya no sé, es si tenemos conciencia de ello…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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