LO REAL DE LO IRREAL
Si comienzo el de esta
semana diciendo que voy a tratar sobre lo más elemental y básico de la física
quántica en nosotros mismos, quizá que en nuestra existencia cotidiana, o
incluso en nuestra manera de ser, me arriesgo a no ser publicado por el
periódico que tiene la paciencia de editarme, e incluso si así lo hiciera,
igual me arriesgo a que unos cuantos – quizá muchos – no sigan leyendo… Sin
embargo, voy a liarme la manta a la cabeza y lo voy a hacer. Al fin y al cabo,
tampoco me prodigo tanto en estos temas, por mucho que me atraigan. Suelo
reprimirlos, los aíslo, y tan solo de uvas a brevas me permito alguna
exposición y/o expansión… como hubiera
dicho mi buen amigo R. Baeza, “siempre
dentro de un órden”…
Lo que pasa, precisamente, es que no sabemos,
ignoramos con toda nuestra absurda suficiencia, cual es el orden de las cosas,
si es que ese orden existe y tiene algún orden establecido…. Porque una de las
primeras sorpresas que nos reservan estos quantums traviesos de esa Física, no
es que no exista la verdad (no sería correcto) si no que no existe una sola
verdad, si no muchas, quizá que infinitas verdades. Por lo tanto, nada de
verdad absoluta, salvo las múltiple relatividades, o posibilidades de esa
verdad. Bien, miren… en un laboratorio donde se emitía un haz de luz hacia una
pantalla con dos rendijas, se comprobó pasmosamente que, cuando el científico
observaba una determinada partícula, ésta, obediente, pasaba por aquella
rendija que el experimentador pensaba que iba a pasar, pero cuando no había
nadie que observara, pasaba por ambas rendijas al mismo tiempo… ¿Acaso,
entonces, existen múltiples realidades y solo se define la que nosotros vemos y
vivimos?, ¿o acaso la que escogemos ver?.. Pues así parece ser que es. Por lo tanto,
en ese universo quántico todas las posibilidades coexisten a la vez y al mismo
tiempo, al menos tantas como “observadores” hay… Eche usted cuentas, y recuerde
que quántica viene de cuántas, no de cuentos.
Nuestra ciencia avanza por el sistema de prueba-error,
así que, ante la certeza de una especie de “verdad provisional”, quiere decir
que las verdades de hoy bien pueden resultar falsas mañana, lo mismo que las
irrealidades, utopías, sueños de hoy, pueden resultar ciertas ese mismo mañana…
Así que no existen verdades eternas, lo que existe es una eternidad de
múltiples verdades, o una eternidad donde todas las verdades son posibles,
elija usted lo que más cómodo le siente. No existe la verdad absoluta, existe
la posibilidad absoluta. Lo segundo es una certeza, lo primero no lo es…
Y de aquí, amigos míos, lo de la relatividad de
Einstein… Que tal teoría no está incorporada en la fórmula matemática de la
mecánica quántica, pero es absolutamente necesaria para entender qué sucede, y
cómo sucede, en ese mundo subatómico de locas partículas elementales al que
pertenecemos, y al que contenemos, y del que formamos parte. Por eso que don
Albert lo explicó al gran público con el ejemplo de que no es la misma hora la
que está sentado en una plancha caliente, que la que tiene a una buena moza
sentada en su regazo. Él lo aplicó al tiempo psicológico para que lo
entendiéramos, pero es aplicable absolutamente a todo. Cuanto se conoce, y aún
cuanto se pueda conocer, todo es relativo, o sea, una sola de las infinitas verdades
posibles, o sea otra vez, vivimos, nos movemos y existimos en la más extricta
provisionalidad de verdades posibles… Y no, por favor, no… no crean que estoy
hablando de una especie de misticismo quántico sacado de un guisado de aquella
“New Age” con la que flipábamos acanutándonos. No… Esto es tan real como la
vida misma…
Bien… Llegada la sopa a este punto de cocción, es muy
comprensible que no entiendan nada. Es muy natural. Pero si, desde el
principio, sigue usted una línea de argumentación definida sin perderla, es
posible que lo entienda todo. Bueno, no todo, pero sí que lo suficiente como
para no confundir churras con merinas. El Nóbel de Física, Richard Feynmann, es
reconocido por su célebre frase: “si
usted piensa que entiende la mecánica quántica, entonces, amigo mío, es que no
ha entendido nada”… Esta misma idea puede aplicarse muy posiblemente a
nuestra capacidad para descifrar los misterios de nuestra propia existencia… Y
es que, tal vez, acaso, puede ser, que la misión de la humanidad sea vivir la
vida, no llegar a comprenderla…
Pero miren, yo creo, sinceramente, que no. Yo pienso
que estamos aquí para acabar por entenderla. Que, en realidad, es nuestra
misión. Y creo que esto es así, porque, si no lo fuera, no estaríamos dotados
de la curiosidad para lograrlo, ni de la tendencia para buscarlo, ni de la
fuerza para intentarlo. Es así de simple y de sencillo. Nosotros estamos dentro
de este tremendo experimento porque formamos parte del experimento. Es posible,
incluso, que, en realidad, “seamos” el puñetero experimento. Y que participemos
en él estando en él, formando parte intrínseca de él. Así, sin más historias ni
zarandajas…
Lo que he querido decirles hoy es que no se tomen a
pecho más que lo justo y cabal, y no sabemos lo que es cabal. Que todo es
relativo. Hasta nuestros ineficaces políticos son una probable fantasmada, por
muy fantasmas que ya sean… Lo que he intentado transmitirles es que nos hemos
construido una realidad posible a nuestra medida. Y que si no tenemos más, es
porque tampoco damos para más… Naturalmente.-
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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