¿Y LUEGO, QUÉ..?
El ser humano apareció
en la tierra hace unos 200.000 años, año arriba año abajo, (el sapiens, unos
150.000), y la edad geológica de la tierra se calcula en unos 4.500 millones de
años, milenio arriba, milenio abajo,, un tiempo que se empleó en hacer nacer la
vida de los mares y que poblara la tierra, hasta desembocar en el hombre… y la
mujer, claro, y la mujer. Vale. Pero que hace 6.000 millones de años, millón
arriba, millón abajo, era tal el caos
(aparente) reinante, y tal el batiburrillo de elementos (elementales) químico
que había en la infinidad e informidad de lo inexistente, que la probabilidad
de que se mezclaran dos de ellos para formar el primer átomo de lo que se puede
considerar materia, era prácticamente imposible, casi nula. El cálculo de
posibilidades era tan abismal como incalculable. Tanto, que ni siquiera el azar
resulta admisible… Y, sin embargo, y a pesar de todo ¡¡¡ plaff ¡!!, se produjo
el… ¿milagro?, y un par de partículas infinitesimales de aquel vasto infinito –
valga la redundancia – se juntaron para crear de ahí toda vida y existencia.
Desde luego, no resulta razonable, salvo, claro, que esa casualidad fuera
precedida por la causalidad. Entonces, se explica la famosa frase de Einstein
de que “Dios no juega a los dados”.
La otra cuestión que a mí siempre me ha llamado la
atención es tan inmenso caudal de tiempo (el Bing Bang de Hawkings del que
salió esa sopa de componentes primigenios se calcula ocurrió hace 14.000
millones de años) para, en el último minuto, o segundo, de esa cuasi-eternidad,
hacer aparición el ser humano, como la culminación de todo el proceso… No
sabemos si como destinatario de todo el plan, o como elemento participativo, o
modificativo del mismo, o quizá como elemento disolutivo de ese primer plan,
como agente entrópico, para cambiar, o liquidar, toda esa realidad. Esto habrá
que verlo, y tampoco queda mucho para ello. Sabemos que la entropía es el
movimiento natural del universo, y nosotros somos especialistas en cargarnos todo
lo que cae en nuestras manos, a pesar de ser los últimos piojos nacidos aquí.
Pero sigue siendo un misterio para mí taaaanta preparación para tan joven y
destructivo bicho.
“Algo tiene que tener el agua cuando la bendicen”,
se aplica el refrán… Así que si nosotros somos el propósito de todo esto, algo
se nos tenía que haber comunicado de algún modo, ¿no?.. Si la causa de esa
causalidad es Dios, ¿dónde buscar su folleto de instrucciones?.. Pos en las
religiones, leshes, se me indicará. Y pienso que será en el principio de esas
religiones, no en lo adulterado de las mismas en la actualidad. Hoy se
encuentra más en la ciencia, pero veamos: Apenas 350 años después de Cristo, el
Concilio de Nicea escogió, modificó y adaptó unos evangelios que fueron
escritos dos y trescientos años después de su muerte, en griego, a un cánon
dirigido a su exclusiva intención de clase sacerdotal (de ahí Canónicos),
apartando los menos manipulables a sus intereses (apócrifos), y persiguiendo y
destruyendo a los más orginales, del tiempo de Jesús o del Siglo I, escritos en
arameo, la lengua vernácula del Maestro y sus discípulos. Afortunadamente,
algunos de esos evangelios (gnósticos) aparecieron en los años de 1.940 en Nagg
Hammadí (Egipto). Uno de ellos está atribuído al mismísimo Jesucristo, y es una
especie de testamento dictado, se piensa que en lo que pudo ser la llamada
Última Cena. En uno de los fragmentos descifrados, reza: “…y cuando me
busquéis, no lo hagáis en templo alguno (el concepto de Iglesia no existía
en arameo, es griego, y viene de ecclesia), si no en vuestro interior,
buscad dentro de vosotros y alrededor vuestro… Partid un leño, y allí estaré,
levantad una piedra, y allí me encontraréis…”
Naturalmente, la Católica niega con rotundidad la
validez de tales evangelios, los oculta y los combate con toda su fuerza, con
toda su alma y con todas sus armas. Es lógico. Si los reconociese tendría que
disolverse y cerrar el negocio. Le está quitando todo el poder que la Iglesia
ha acumulado y se ha arrogado durante 1.800 años a base de dogmas, y que no le
corresponde, porque ellos no son más intérpretes y representantes de Dios en la
tierra que cualquier ser humano y cuánto le rodea. Lo volvió a recordar en
Getsemaní: “cuando oréis, no buscad al Padre fuera, buscadlo en vuestro
interior”… Pero la clave está en ese quitado y borrado: “… y en cuanto
os rodea, un leño, una piedra…”
Si las más antiguas escrituras – de donde se sacó el
Génesis bíblico – habla de que Dios hizo al hombre con la palabra, y al Verbo
se le atribuye la persona del Hijo, la cosa queda un tanto clara. Pero aún más
claro queda que todos somos Hijos de Dios, “aquello que yo hago también
podéis hacerlo vosotros, pues somos Hijos de un mismo Padre.”, y entonces
nosotros estamos en todo cuánto ha sido creado tanto y en iguala proporción que
todo lo creado está en nosotros, y cuando hablo del concepto “creación” incluyo
a Dios en el paquete. Todo está en Él, y Él está en todo, igual que, a tal
imagen y semejanza, nosotros formamos parte del todo y todo forma parte de
nosotros. Hasta en la física más burda y grosera. Hasta en nosotros mismos y en
nuestra infinita y absurda torpeza. En realidad, empezamos a existir hace
14.000 millones de años, lo que pasa es que no nos acordamos…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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