LA BÚSQUEDA
Existe
una muy antigua leyenda védica que cuenta que, al principio de los tiempos, los
hombres eran dioses, divinidades dentro de la vasta creación, pero que se
envanecieron de ello, y por esa causa, Brahmán, el supremo, les quitó su divinidad
y la escondió, antes de convertirlos en humanos… Entonces, Brahmán se reunió
con su Trinidad, y debatieron dónde debía ser escondida, a fin de que no la
encontrase antes de haber aprendido a usarla correctamente. Uno de ellos, dijo:
enterrémosla en lo más hondo de la tierra… No, respondió Brahman, pues el
hombre es muy listo, y acabaría por encontrarla… Entonces, dijo el otro,
escondámosla en el fondo del mar más profundo… No, dijo Brahmán, pues es tan
astuto que hasta allí iría a buscarla… Subámosla entonces, dijo el tercero, a
la cima del monte más alto, donde falte el aire, allí no se atreverá… No,
respondió Brahmán, pues es tan osado que buscará la forma, llegará allí y la
encontrará… Tras lo cual, el mismo Dios de los dioses, propuso la solución:
Solo hay un lugar donde el hombre, por muy listo, astuto y osado que sea, jamás
pensará que pueda estar, y nunca la buscará allí hasta que esté lo
suficientemente maduro como para poder encontrarla. Esconderemos la divinidad
del hombre dentro de él mismo…
Y el hombre lleva milenios,
cientos de miles, de años, buscando su divinidad perdida, y aún no ha dado con
ella. Tan solo vislumbra, a veces, fogonazos externos, en las religiones, en el
desarrollo de sus ciencias y sus técnicas, que solo le dejan ver apenas el
camino que alumbra el relámpago. Un camino que puede llevarlo a la iluminación,
como puede llevarlo al abismo. Pero a los ciegos que buscan la luz fuera es
difícil que, no pudiendo ver, la encuentren. Muy difícil… Y eso que, enredados
en la historia, ese Brahmán, o Quién sea, les ha ido colocando faros en ese
camino suyo: la famosa, pero aún no entendida, pista del “Conócete a ti
mismo” ya estaba grabada en el pronaos del templo de Apolo, en su Oráculo,
en Delfos; y la desarrollaron sabios y filósofos, como Sócrates, Solón, Tales,
Pitágoras, en la primera etapa ilustrada de la humanidad helénica… Y, cientos
de años más tarde, se repitió en otras culturas, mesopotámica, caldea, egipcia,
y hasta aquel divino nazareno, Jesús, nos lo transmitió en su “ no busques
fuera de ti, busca en tu interior “ de Getsemaní… Allí encontrarás al
Padre, que vive dentro de ti, dijo. Allí te escondió Brahmán de ti mismo, se
nos chivó el Cristo…
Pero, nada… ni siquiera miles de
años de religiones, distintas y distantes, y diferentes en sus formas, pero con
la misma verdad encerrada y enterrada en sus núcleos, han sido capaces de
transmitirla a la humanidad. De hecho, la han usado para construir
organizaciones de poder y sometimiento, enviando y perdiendo a la gente en la
externalización, no en la interiorización. Orientándola hacia dogmas y ritos,
no a su autoconocimiento. Es el propio hombre el que, ocultándola, la vuelve a
perder una y otra vez… Sin embargo, y aunque parezca un contrasentido, una
especie de paradoja latente, el ser humano no la pierde, tan solo se pierde a
sí mismo. Y no la puede perder por algo tan grandiosamente sencillo como que es
parte intrínseca de él, igual que él es parte intrínseca de ella. En otras
palabras, el hombre está condenado a reencontrarse con su divinidad, que es
encontrarse consigo mismo, no importa los eones (para Dios no existe el tiempo)
que tarde en conseguirlo, agotando civilizaciones una tras otra – echen un
vistazo a la historia – con la esperanza infinita de conseguirlo. El hombre
está en búsqueda contínua, lo que pasa es que no sabe lo que busca, y espera hallarlo
enredándose en una constante experiencia que parece no tener fin… La explicación,
quizá, está en ese “libre albedrío” del que las más antiguas escrituras hablan,
la regla de oro: Vale la opción, no la obligación. Siempre.
…Y la opción, naturalmente, es
libre, porque si no, no sería opción, si no obligación. Y de la primera, con
sus errores y sus aciertos, se aprende, no así de la segunda, que acaba en
rechazo. Por eso la ley de causa y efecto, de acciones y consecuencias, es
mucho mejor maestra que cualquier dogmatismo impuesto. Ya… se me podrá decir,
pero ¿y si esos seres humanos escogen libremente el acatamiento de los
dogmas?.. Pues nada, si es una elección no impuesta por la fuerza, como en toda
libre elección, cosechará de su experiencia de la misma, pero el conocimiento
siempre será mejor que el adoctrinamiento. Y el conocimiento se encuentra en la
búsqueda constante, en la duda, en la lógica, en la razón, en el admitir todo
condicionándolo todo, en buscar para hallar, en convencerse que los ritos son
lo contrario al camino.
El mundo se encuentra hoy en una
encrucijada evolutiva/involutiva histórica. Entre avances científicos
espectaculares y una pérdida de valores devastadora. Los principios ya no son
principios, son finales. Nos encontramos entre sociedades opulentas y otras que
se mueren de hambre y de frío. Hemos construido un mundo de derechos ciudadanos
y otro de refugiados en campos de concentración, que son ciudadanos sin
derechos. Nos movemos entre un mundo de adelantos y una naturaleza arrasada.
Entre sociedades del bienestar y pandemias inatajables. Y con un catálogo de
desastres climáticos ya en marcha al que no sabemos, o no queremos, hacer
frente… Está claro, ¿no..?. El hombre aún no se ha encontrado a sí mismo dentro
de sí mismo… Quizá tenga que empezar de nuevo en algún otro tiempo, en alguna
otra parte… Brahmán no tiene ninguna prisa.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ - http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
Todos los viernes, a las 10,30
hh. en http://www.radiotorrepacheco.es/ (87.7 f.fm.) programa especial
con este artículo, que queda grabado a disposición de Vds. En YouTube
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