PARA ECHARLE UNA "PENSAERA"
(foto Diario de Sevilla)
Tengo un amigo que me confiesa, ufano, que él y su mujer reúnen a la mesa todos los santos fines de semana a sus hijos y sus nietos, y nueras y yernos, por supuesto, como algo santo y sagrado, como una misa mayor concelebrada… y que es lo mejor y más bonito de sus años de jubilación. Como debe ser. Vale. A fuer de ser igualmente de sincero con él, yo lo digo que, por el contrario, mi santa mártir y yo somos más despegados que la cola hecha con gachas de harina, y que nos juntamos con nuestra tribu de pascuas a ramos, cuando lo acordamos o nos acordamos… Naturalmente, abre los ojos como platos, y me suelta un fresco y espontáneo ¡Oh, no..!, reprimido, comprimido y contenido, como algo que no pudiera ser posible ni encajar en normales entendederas.
Pero es perfectamente posible, sin que eso quiera decir que lo opuesto lo ponga yo tampoco en tela de juicio alguno, por supuesto… Son simples formas de ver la vida, de entender la familia, o la relación entre personas. Y ninguna excluye a su contraria. Ni ninguna de ambas me resulta extraña, claro. Lo que pasa, compréndanme, porfa, es que cada cual entiende las cosas de una manera y tiene ciertas prioridades de carácter. Y, entonces, obra en consecuencia… Y en estos casos, que no es cuestión personal si no de grupo, pero donde ese grupo lo conforman muchas personas, la cosa se complica, y es más delicado, puesto que siempre existirá el líder que arrastra y el prudente que aguanta… incluso, a veces, en contra de su voluntad. Luego está la cuestión del deber hecho costumbre, pero eso es otra película.
Y todo eso es muy respetable. Y toda querencia, al final, requiere conciencia… y también paciencia. Y, precisamente por lo que decía que el grupo es un conjunto de individualidades, muchas veces surge aquello de “meter en el compromiso” cuando se establece (en ocasiones por coacción afectiva) la norma del rito aceptado – o impuesto – que suele convertirse, al final, en la norma de la horma… Yo, personalmente, y con perdón, prefiero la libertad, aunque ésta, aparentemente, me perjudique. Libertad de reunirse o de no hacerlo, cuando apetezca y/o lo pida el cuerpo, o lo que sea, aún corriendo el riesgo de lo que se dice de que el afecto lo genera el roce. Se puede estar unidos sin estar reunidos. Es un riesgo que se ha de asumir en beneficio de la libertad de obrar cada cual y cada quién, sean éstas las circunstancias que sean… Existen ocasiones en que se fuerza a la apariencia sobre la realidad, y aún así, todo es cuestión de hacer lo que se quiera: o lo uno, o lo contrario.
Como también existen relaciones enfermizas de dependencia. A este tipo de (pido excusas a ustedes, pero yo las veo como relaciones tóxicas) uniones y reuniones a toque de pito les tengo auténtica fobia… Es posible, lo confieso, que lo fóbico sea lo mío y no lo de ellas, pero siempre me ha producido un sentido de interdependencia que nos esclaviza más que nos libera, y aquí van incluidas también las humanas en general, sean éstas de familia o de amistad. Y conste, y así lo reconozco, que cada uno se esclaviza gustosamente a lo que le dá la gana: al alcohol, al tabaco, a las drogas, al juego, a la lectura (como me ocurre a mí), al trabajo – como evasión – y se agarra como una cuerda de salvación tanto a la familia como a los amigos. Las hay de múltiples naturalezas, lo que pasa es que, entre personas, la bipolaridad actúa como una fuerza doble, y eso suele ser peor… Yo, al menos, les tengo cierto repelús, por miedo a llamarlo miedo.
Admito que las reacciones a este artículo van a ser incontenibles e incontinentes, porque toca nuestro YO más profundo, más íntimo, tanto social como individual… Y que las habrá, no lo dudo, de todo grado, clase y color, pero más en el sentido de crítica que de comprensión. Tampoco se lo reprocho a nadie. Unos dirán que es un escrito de autojustificación, porque es lo que intento hacer: defender mi estatus personal, arisco como soy. Otros alegarán que estoy atacando el sagrado sentido de la familia, de las relaciones humanas, o de la amistad. Otros opinarán que soy un ácrata de los sentimientos, o de lo que fuere que sea eso…
Yo no voy a defenderme de tales opiniones. Cada cual es libre de pensar lo que crea, quiera, o le interese, según el momento de su vida… No estoy buscando que me den la razón o que me la quiten. Lo único que busco es polemizar en un tema, que normalmente se evade, y donde a menudo se bendicen o maldicen ciertas actitudes, que, en el fondo, nada tienen de buenas como nada tienen de malas. Ni de mejores o peores, tampoco… salvo los extremos, los siempre dudosos y malignos extremos. Si hubiese querido atacar o justificar, simplemente no lo hubiera escrito, y en paz, ya que sé de antemano que la mayoría alzará el pulgar invertido para conmigo. Pero me interesa más la polémica que lo que piensen, o crean pensar, de mi persona, no sé si me explico Perico…
Tampoco he querido hacer un análisis magistral de la cuestión puesta en candelero. Tan solo hacer tema de cosas y casos que se dan por hecho, o por deshecho, como lo más normal, o anormal, del mundo. Pero sobre lo que participamos todos, siempre queriendo llevar al burro al agua de nuestro abrevadero… No intento juzgar nada ni a nadie, así que, por favor, tampoco lo hagan conmigo. Tan solo que cada cual se juzgue a sí mismo, y por sí mismo, en ausencia de los demás próximos prójimos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
Comentarios
Publicar un comentario