VOLVER A APRENDER
de Ricopia
Algunos días, a la salida de la escuela por la tarde (lo aclaro, porque antes las clases eran jornadas completas y sábados por la mañana), el Juanico, el Ochoa, algún otro y yo, nos íbamos a los garroferos del tío Cananeo a un par de cosas: trincar alguna garrofa con sabor a Chocolate Tárraga – en realidad era justo al revés – que yo partía por la mitad para chuparla, pues nunca tuve buena dentadura para masticarla como los otros zagales, que las trasegaba como trituradoras; y para cazar alguna culebra, armados de cañas rajadas, que luego ese mismo tío Cananeo nos premiaba su entrega con un puñado de habas, o un par de naranjas o tres, por cola servida… Un buen complemento a la chulla de queso que el Plan Marshal americano nos procuraba de merienda salada a los españolitos en ciernes.
Cuento esto porque me ha venido a la memoria ahora, cuando, al cambiar de banco la rastrera (como la culebra) jubilación, huyendo de las criminales comisiones con que, encima, nos la castigan, la nueva entidad también me ha ofrecido un puñado de habas (euros) por cabeza de jubilado que lleve a sus arcas… Es una práctica ésta que está proliferando en la contratación de muchos servicios, donde te regalan en especia por cada colega que lleves a sus redes. Les sale más barato que pagar a un comercial por convencer a los que tú puedes llevar de la mano basándose en la confianza que puedan depositar en ti. De hecho, es más práctico y directo, y me hace pensar también, en qué par de naranjas se llevarán las personas que machacan tu móvil intentando venderte la ganga de turno a las horas más destempladas del día, y que nos quitamos de encima como el que espanta a las moscas.
Si lo pensamos, es una de las fórmulas clásicas de esa “Economía Circular” que intenta abrirse paso como el nuevo descubrimiento de lo viejo: el “tú me das, yo te doy” de toda la vida, o, dicho en román paladino y refrán: “una mano lava la otra”… Es como aquel sucedido del que llega a un pueblo, deja cien pavos en fianza en un hotel, y en el plazo de recuperarlos, esos cien euros ha pagado las cuentas del hostelero, el panadero, el carnicero, el carpintero, el pescatero y unos cuantos “eros” más, antes de volver a su bolsillo de nuevo, sin mácula de intereses algunos, claro… O como lo que yo mismo contaba en uno de estos articulicos, recordando a mi propio pueblo de aquella época de los garroferos, donde el lechero, el panadero, el del taller o el de ultramarinos se alimentaban y mantenían los unos a los otros sin mayores complicaciones que poniendo el precio justo adecuado a sus productos y servicios para que el dinero rulase de unos a otros. Auténtica y genuína economía circular, por cierto, sin mayores pretensiones que la de vivir dignamente.
Resulta que complicamos lo sencillo para prosperar, sin freno ni medida alguna, y hoy, en nuestra moderna actualidad, el invento expansivo nos explota en las narices con carestías y encarecimientos de todo lo producido, y aún por producir; calidad por debajo de cero patatero; y empobreciéndonos a chorro… Es que, mire usted, sus ciruelas se las mandamos a los alemanes, y aquí les traemos otras del Perú para que se las coma con salud. Son más caras, han pasado por un proceso de transporte y conservación, y saben al cartón del embalaje, pero así es la globalización… Hay productos que producíamos aquí y ahora se producen en Sebastopol, como el trigo, y ahora en esos sitios producimos lagartos con cantimplora incorporada, que estén preparados para la sequía… Y además, lo que produce el de aquí se lo llevan las cuatro distribuidoras mayoristas y mayoritarias, que multiplican su precio por diez en los supermercados… Pero, mire, que sí, que este sistema es mucho mejor que el de entonces. A la vista está por sus resultados…
Enfín… los neoteóricos de la Economía Circular tendrán que explicar cómo la implantan en este mercadeo, porque aún no lo veo… Volver al autoconsumo eliminando todos los inventos añadidos que sirvieron en su día para desmantelar esa circulareconomía de entonces, no lo veo nada fácil. Los que tenemos ciertos años en la chepa aún podemos recordar, reconocer, e incluso apreciar, el modelo; pero las nuevas generaciones es como si les hablaran en sánscrito. Ni saben, ni entienden, ni quizá quieran tampoco molestarse a “Volver a Empezar”, como la película de Garci. Estas personas jóvenes están acostumbradas a comer basura por el embudo de las comidas preparadas y/o plastificadas, y para ellos cocinar es sinónimo de microondas. Y, además, les gusta… Encima, no saben comprar más que alimentos emblistados en mercáreas preparadas. Allí se acude como buen borregámen, dirigidos y monopolizados.
Inclusive existe una inmensa hipocresía y falsedad por parte de todas las administraciones del Estado, incluyendo las locales, que la practican con fruición… Me refiero, naturalmente, al establecido sistema de Licitaciones, que es, en definitiva, todo lo opuesto y lo contrario a esa tan cacareada por sus teóricos, Economía Circular, donde ellos gastan nuestros impuestos en economías ajenas, foráneas, e incluso multinacionales… Estoy deseando ver llegar el día en que nuestros Ayuntamientos, en una de esas iniciativas subvencionadas europeas (aquí ya no se mueven por otro estímulo) tengan que ilustrar a los ciudadatas de lo que es y supone esa economía circulatoria, esa autotransfusión, esa necesaria e inevitable “autosanguis” del consumado homeópata que nos vá a curar de nuestras malas prácticas económicas.. A ver cómo acomodan el discurso a su consumado fariseísmo.
Posiblemente yo no llegue a verlo. Tampoco es que tenga mucho interés ya… Puede que la vuelta no sea exáctamente al punto que los de mi quinta vivimos. A lo mejor, o a lo peor, ¿quién lo sabe?, no es calcadamente igual. Seguro que existirán matices diferenciales… pero me temo que habrá que quemar, como hizo Hernán Cortés, buena parte de las naves con las que hemos llegado hasta aquí. Empezando por el estilo de vida hedonista y terminando por el consumo disparado y disparatado de bienes… El comercio, la riqueza, la economía, nació del intercambio y creció en comunidades circulares, donde la prosperidad era circulante, que por eso las monedas se hicieron redondas, para que rularan... Yo no digo que no haya que evolucionar, que sí, que claro, que naturalmente, pero que evolucione bien… No nos extrañe que la Historia nos dé lecciones a través de los errores… Y así, hasta aprender.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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