ESPEJISMOS

Hoy voy a hacer de abogado del diablo contra lo mismo que yo predico, a fin de examinarlo desde distintos ángulos… Muchos habrá – sobre todo jóvenes – que, desde la naturaleza de mis temas, crean que soy una persona inasequible, quizá que un par de milímetros superior a la media, por lo menos. Y eso sería una muy falsa percepción. Que un servidor trate temas de cierta enjundia tan solo quiere decir que son por los que me siento atraído, pero de ninguna manera que lo haya conseguido. De hecho, puedo tener conocimiento de las cosas, e incluso el cimiento (esto lo tenemos todos) pero no el dominio de esas mismas cosas. De ahí que si algunos álguienes tienen una imagen de mí de cierta superioridad, más le vale que la vaya desmontando, y me vaya apeando del tratamiento y ajustándola a su medida real, que es la más cabal.
Que yo cite a un clásico, un filósofo, un pensador, un sabio, y diga que estoy absolutamente de acuerdo con sus planteamientos, no quiere decir que los haya podido integrar en mi ser… Puedo asumirlos íntimamente y compartirlos intelectualmente, sí, vale, pero no los puedo vivir en plenitud. Ojalá y pudiera asegurar lo contrario. En el ser humano, aceptar un principio y compartirlo, no es precisamente vivirlo y demostrarlo con hechos contundentes. La voluntad y la capacidad – o incapacidad – andan enredadas en todas estas cuestiones.
Por ejemplo: afirma Boecio que “si no te consideras afortunado porque las cosas que te parecían felices han desaparecido, tampoco has de sentirte desgraciado, pues las mismas cosas que ahora te parecen penas insoportables, desaparecerán también… ¿piensas encontrar estabilidad en las cosas, si el hombre mismo se ve reducido muchas veces a la nada en un instante fugaz?..”, y por si aún quedara algún resquicio de duda para con su lógica, remata: ”Consta, y así está decretado por ley eterna, que nada engendrado es duradero”.
Creo que esto es una verdad inapelable y de una lógica aplastante, y que tiene poco, muy poco, margen de discusión… Es paralela a esa máxima tan conocida y repetida de “si tiene solución, ¿por qué te preocupas?, y si no la tiene, ¿por qué te preocupas?”. Son verdades universales y transcendentales, sin discusión alguna, que nadie en su sano juicio, las va a negar con razonamientos… Si lo que es bueno para ti, dice Boecio, no dura, pues lo que es malo tampoco durará. Si buscamos en la filosofía más antigua eso es estoicismo puro y duro. “Nada nuevo bajo el sol”, que decía Salomón en sus Salmos… Y todo esto no es otra cosa también que la enseñanza del budismo en su más pura esencia. Por lo tanto, poco que decir y aún menos que añadir a esta cuestión. Creo que es una de las pocas cosas en que todas las disciplinas de pensamiento están absolutamente de acuerdo.
Y, sin embargo, ¿quiénes la hacen suya y la viven íntegramente, salvo Buda, Jesucristo, y algunos pocos más?.. Y ya me tienen aquí ejerciendo de ese abogado del diablo que les apuntaba al principio. Ni siquiera San Agustín, o Santa Teresa, o San Juan de la Cruz en su Noche Oscura del Alma, lograron acceder en plenitud a tal beatitud o estado de gracia, o de supraconsciencia, como diría el Dr. Sans Segarra, ni como ustedes mismos quieran etiquetarlo. Y yo, claro, por supuesto, mucho, muchísimo menos que ellos, faltaría más, Tomás… por lo que ya pueden apearme, como les decía, del tratamiento, pues la auténtica y veraz realidad hace tabla rasa de todos nosotros.
Lo que pasa es que esa no es la “auténtica” realidad intrínseca de las cosas, amigos míos… Esa es tan solo que “nuestra” realidad, esto es: la realidad que nos hemos hecho nosotros mismos para nosotros mismos; pero no es la genuina Realidad, con mayúsculas, sino un remedo, una mala copia, un sucedáneo, una falsa realidad… Perecedera por no duradera que se pudre como la madera. La realidad más aproximadamente auténtica a nosotros es ese término medio donde no existen los extremos; y que para poder conseguirlo tiene uno que adoptar una actitud de Renuncia y hacerla aptitud, no sé si me explico… ¿Y quién es el valiente dispuesto a renunciar?..
Así que sí, bueno, vale… sabemos el camino para alcanzar la paz y la serenidad; el sosiego para con nosotros mismos, ¿pero quién lo lleva a la práctica?.. Aquí mismo tienen ustedes al Diablo sin necesidad de abogado alguno: somos nosotros mismos, pues en nosotros está la verdad y la negación a la vez: di-ablo, que significa duplicidad, la imagen que dá el espejo, que es contraria a la real… Yo soy mi propio ángel, porque conozco el camino de la verdad; y yo soy mi propio demonio porque ando el camino de la mentira; y yo soy mi propio abogado porque practico el camino de mi propia excusa…
Y no hay más verdad ni realidad que esa, dejémonos de cuentos… Nosotros mismos nos fabricamos los espejismos donde hozamos y nos revolcamos; recurrimos a los textos que nos liberan, pero no lo logramos, y no lo conseguimos, joer, porque, en el fondo, no queremos… o aún no queremos. Y la fruta no madura porque quiera madurar cuando aún está verde, sino cuando le toca madurar porque el peso de su sazón le carga el alma… lo cierto es que yo no lo sé. El caso es que en éstas estamos y en éstas nos adentramos.
Un servidor, la verdad, a fuer de ser sincero, no creo que estos artículos ni programas de radio ni de nada tengan muchos leyentes ni oyentes. Es más: la gente les huye como de la peste. Hasta los más inocentes. Y las “oyencias” y audiencias; y las “leyencias”, bajan sin ningún tipo de apariencia… Así que yo mismo me pregunte a quién quiero convencer con estos artículos, si no es a mí mismo y tan solo que a mí mismo. Pero bien sé que no me vale para justificarme a mí mismo… O eso creo yo, claro.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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