... Y ASÍ EMPEZÓ TODO.
No me resisto a
contarles esta sabrosa historia real, sacada de un libro sobre economía de A.
Baños: Se trata de una fecha, 5 Noviembre 2008 (en pleno estallido de la
crisis), día en que Isabel II, reina de Inglaterra y Gibraltar, salió esa
mañana a inaugurar la New Academy Building del colegio de economistas británico
en Londres. Su graciosa bajestad, por lo
que les ha menguado a sus leales súbditos con los años, iba jodidilla porque
hacía tres meses de lo del crujío de
Lehmann Brothers, y a ella y a su ducati el de Windsur les habían levantado 25 millones
de esterlinas, libras éstas que le dolían más que sus reales almorranas, dicho
sea con ánimo de molestar.
Así que entró en el hall de
tan magno Hall, bajo su sombreraco-paragüas de los jueves, toda vestidita de
azul, con su camisita y su canesú, y sus tijericas de cortar güevines y cintas
inaugurales en un bolso de Carolina Herrera de aquí te espera… Nada más verse
rodeada de sus serviles edecanes, chambelanes, mayordomos, lores y loros y corpus docenti asistentes al acto, soltó
(en inglés, claro) “Porqué nadie vió venir este desastre..?”. Imagínense los
azoramientos, los pálpitos, escalofríos, patatuses, culos ingleses sin pasarles
un garbanzo… Good salve a la reina, glup,
glup… Tan solo un bizarro caballero español, que guerreaba a la sazón
impartiendo clases en aquel College, Luis Garicano de nombre, contestó sereno y
viril (también en inglés, claro) “Majestad.
Todos confiaban en algún alguien, y nadie dudaba de nadie…”. La Queen
Elizabeth lanzó un bufido, se aguantó un flato british o real gas, y tras
recibir el siempre incómodo y puñetero ramo de flores e ir a hacer un pis al
waterclause marmóreo para ladys, aún soltó con muy mala y real nata montada, un
“¿Pero
es que nadie preguntó..?, como
último regüeldo envuelto en perifollo, quedando en el aire una demanda de
exigente respuesta con las debidas explicaciones.
Ocho meses tardaron los del
bombín económico en evacuar un razonamiento posible y plausible a las augustas
entendederas. Así que, enviándole un propio a Backingham Palace, apto. thri, al
fondo a la derecha, realizó oportuna entrega en soberana mano sobre bandeja de
plata, de una misiva de tres folios en sobre lacrado, a las five o´clock, hora del té con pastas y aquitieusté las cartas.
1ª hoja: “La mayoría está
convencida de que los bancos sabían lo que hacían. Creían que los expertos
financieros habían encontrado nuevas fórmulas para la gestión de riesgos. Es
difícil imaginar un mayor ejemplo de ficción y soberbia”, etc., etc., etc….- 2ª
hoja: “la psicología del gregarismo y el mantra de los gurús financieros y los
políticos condujeron a la adopción de una receta peligrosa. Si bien pudo ser
correcto pensar que los riesgos individuales eran pequeños, parece ser que
nadie pensó que los riesgos a los que se enfrentaba el sistema visto como un
todo eran enormes”, y blá, blá, blá…- 3ª hoja: “En resumen, su Majestad, la
incapacidad para preveer el momento, el alcance y la gravedad de la crisis, se
debió principalmente a un fallo de la imaginación colectiva de mucha gente
brillante que no comprendió los riesgos del sistema económico y financiero en
su conjunto”, raca, raca, raca…
La vieja reinona, exhausta,
debió pensar bajo el piso, el poso y el peso de su corona: “¡ si yo tan solo
les dejé caer a estos mamelucos – con mi imperial autority, eso sí – si es que
a nadie se la había ocurrido preguntar… coño !.
Y, lo cierto y verdad, es
que, en una sola y muy corta frase, se le podía haber resumido todo:
“Majestiqui, cuando se está robando no se anda preguntando”.
Esta real historia real
demuestra lo que los sistemas financieros hacen con sus expertos, con las
testas coronadas y con los políticos del mundo unidos por el bolsillo serán
vencidos: Que se los pasa a todos por los… Y así fue como empezó todo.
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