MI PERSONAL MANIFIESTO
Me achacan mis
“apologetas” – que no apologistas - que nunca doy la cara en ninguna
manifestación. Y es muy cierto. Llevan toda la razón del mundo. Lo que pasa es
que yo me manifiesto de otro modo. A mi manera. Pero no pueden acusarme de no
dar la cara, porque la doy mucho, muchísimo más que los sí van a las manis, y
lo digo, naturalmente, con todos mis respetos. Miren, las personas que asisten
a una manifestación se mimetizan con la masa. Y no digo yo que esté mal, no…
Pero un servidor, lo que digo, afirmo, opino o proclamo, lo dejo hablado y por
escrito, lo publico firmado, confirmado y ratificado, lo rubrico con mi nombre
y con mi cara. Y respondo por ello ante cualquiera, y estoy a las duras y a las
maduras, y jamás puedo decir que en ese artículo, en esa columna, no estaba yo.
Si eso no es dar la cara…
…Pero no, no me gusta ir de
manifa por razones que ya he hecho públicas anteriormente y que quedan
respaldadas por mis escritos y sin gritos, como en conciencia creo que debe
ser. Porque no me gusta sentirme arrastrado en nada, ni utilizado por nadie, ni
confundido entre la multitud. Porque no deseo ampararme ni ser amparo de
camuflados, violentos y provocadores. Porque no quiero justificar con mi
presencia a los que exigen respeto pero no respetan. Porque la algarada no debe
quitar ni poner gobiernos, si no las urnas, la ley, las normas y la madurez
democrática. Porque no debemos utilizar un derecho democrático para combatir
principios democráticos. Porque, enfín, le es muy fácil, facilísimo, a los demagogos,
emboscados de políticos o no, manipular y mover a las masas… Esos, entre otros,
son mis motivos, y prefiero hacer la guerra con la chapa identificativa de
soldado colgada al cuello, a la luz del día, que en la retaguardia de los
siempre justificados incontrolados. Ya saben, más vale solo…
…Y una vez dicho esto, soy el
primero en respetar el derecho de las personas a manifestarse en paz, siempre y
cuando que, con sus acciones reivindicativas, no pisoteen el derecho de otras
personas que pasaban por allí, ya me entienden… No se pueden dignificar razones
dignas con hechos indignos. Se desautorizan mutuamente. Consiguió infinitamente
más Gandhi con sus manifestaciones pacíficas y mansas que lo que nunca
conseguirá nuestro sistema de alboroto para la fabricación de condenas por
represión policial, victimario escapular a ambos lados de la contienda, etc,
también me entienden… Me pregunto, si tras conseguir hacer caer al gobierno, en
las elecciones subsiguientes no saldrían los mismos contra los que se protesta…
tan clamorosamente.
Como igual soy el primero en
reconocer también que existe otra crisis, aparte la económica, que afecta al
actual sistema, más o menos pseudodemocrático, que los ciudadanos perciben hoy
como un timo, una estafa, un bien montado tinglado donde, con una praxis
torticera de las reglas electorales, se escamotean fórmulas y derechos, se
falsean programas, se incumplen promesas, se solapan poderes porque han
eliminado la separación que debe existir entre los mismos, se compran y se venden
libertades… Donde el oficio político se ha forrado de privilegios, donde campa
la corrupción, donde los leales del amén encumbran a los mediocres y desprecian
a los capaces, donde en nombre del pueblo se cometen las mayores abusos y arbitrariedades,
donde los gobiernos no gobiernan porque son gobernados por los sistemas
financieros…
Así que, claro que entiendo
las protestas. Naturalmente que lo comprendo. Y las comparto. Por supuesto que
me identifico con ellas. Pero echo de menos lo más importante de todo: la
cultura, la cultura en la educación, la educación en la cultura… Y porque viene
a cuento, es mi deseo terminar con las palabras de Federico García Lorca en
Fuente Vaqueros, Granada, el año de 1.931:
“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera
desvalido en la calle, no pediría un pan, si no que pediría medio pan y un
libro. Y yo ataco desde aquí con todas mis fuerzas a los que solamente hablan
de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones
culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los
hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos de los frutos
del espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al
servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización
social.”
Ahí
queda eso… El que tenga entendederas para entender, que entienda.
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