NUESTRA IGLESIA



El Pasado Agosto se celebró en Madrid el Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Allí fue recibido como un líder Juan A. Pagola, que fue vicario general de la diócesis de S. Sebastian desde finales de los setenta a comienzos del dos mil, y que, últimamente, está siendo investigado por la romana inquisición a propuesta de la propia Conferencia Episcopal Española, entre otras cosas, por su libro “Jesús. Una aproximación histórica”, tomen buena nota, editorial PPC, 2007, y que, por órden episcopal, el editor a retirado del mercado, aún sin agotarse la novena edición. Ojo al dato: En Italia, Inglaterra, EEUU e Hispanoamérica, se han vendido más de 150.000 ejs., y en España está secuestrado a instancias de la santa católica y apostólica. Libertad de coacción – ya que no de expresión – se llama esto.
                   Lo que no puede evitar la Iglesia es el “efecto Pagola” que ella misma ha desatado. Aunque sea por la humana atracción que siempre ejerce el “hereje”. De ahí los interminables aplausos a su intervención en un foro libre, como aún es la tal asociación de teólogos. “Ahora la jerarquía católica no lidera, nunca lo ha hecho, los movimientos de conversión del Evangelio”, acusa el buen cura. Y añade que “el gobierno está cambiando el país con medidas que arrojan cientos de miles de personas a la exclusión. Es despótico, antisocial y anticristiano. Y la Iglesia calla. No denuncia. No se enfrenta. Con su silencio defiende las inmorales justificaciones económicas”. Dice muchas, muchísimas verdades más, y termina con una frase lapidaria: “Adoramos al crucificado y damos la espalda a los crucificados de hoy. Jesús se atrevió a denunciar lo que hoy su Iglesia calla”.
                   Yo dejaría una preguntica en el aire, al respetable que me lee, o al vacío caos de la nada: ¿Si esto mismo que están haciendo los unos lo hicieran los otros, saldrían con la santa pancarta?.. Apuesto que sí. Rotundamente. ¿Porqué, entonces, los unos sí y los otros no..?. La sociedad percibe la locuacidad o el silencio, la indignación o la justificación, con que la jerarquía trata los mismos hechos según quiénes los apliquen, y eso la hace cómplice de bandería y la aleja del auténtico mensaje de Cristo.
                   Pero, al fín y al cabo, es lo que siempre ha hecho, ¿no?.. En sus más de 2.000 años de historia, nunca, jamás, ha obrado de otra forma, ni ha usado otra manera para imponer su poder mas que a través del aliado más poderoso. Y, reconozcámoslo, tras el poder del poderoso siempre está el poder del dinero, que es lo que se ventila hoy en día.
                   En el manifiesto aprobado por el Congreso se puede leer (respecto a la Iglesia) “… lo consideramos insensibilidad ante la injusticia y alejamiento del mensaje evangélico. Tal actitud se debe a la cómoda instalación de la iglesia institucional en sus privilegios de clase”. Y, como teólogos y religiosos que son, entonan su mea culpa: “nosotros no estamos exentos de contradicciones entre nuestro modo de pensar y nuestra acomodaticia forma de vivir…”
                   … Nosotros tampoco, fráteres, nosotros tampoco. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en esta mierda. Todos. Porque todos miramos por nuestro propio y exclusivo interés, y pedimos para nuestro propio bolsillo, aunque, hipócritamente, digamos hablar en nombre de todos. Aquí no hay más solidaridad que para con nosotros mismos… partidos, sindicatos, funcionarios, empresarios, colectivos… Sacamos manifa y exigimos respeto para nuestros privilegios, aunque, irresponsablemente, no queramos ver que si aumentamos el déficit público hasta un grado que éste explote, no tendremos para pagar nada a nadie… tampoco a nosotros mismos. Mientras ante yo caliente, que reviente la gente. Reconozcámoslo, joder… Y si la Iglesia ladra a sus enemigos y mueve la cola a sus amigos por el mismo hueso, es solo problema de ella y de los que en ella creen. Pero el resto de los demás, el resto de todos nosotros, no debemos de comportarnos tan falsamente como ella. No es de recibo.

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