DE PEINETA, SERVILLETA Y PANDERETA...

…Tía Enriqueta. Yo no sé si mis temores son infundados o no, la verdad. Pero lo cierto es que, cuando este gobierno quiere montarnos el cinexín para demostrar que la economía española va viento en popa a toda vela, como el velero bergantín de Espronceda, siempre saca a relucir el último puente festivo, los millones de desplazamientos por carretera, el número de extranjeros que nos han llegado porque han venido, la ocupación hotelera… y no mucho más. Todo parece girar alrededor de un cuento de hadas, donde el ídem madrina vá de lagarterana de porcelana. Sector de hostelería, ruega pro nóbis Santamaría… y punto. La foto-fija es tan simple como, a veces, simplista: terrazas llenas, versus todo vá de pútermother. Y ocasiones no faltan, puesto que somos el país construído, o deconstruído, o reconstruído, sobre soles, veranos, botellones, fiestas y puentes. Cada vez que viene una de ellas, se sacan los mismos tópicos y los mismos clisés a dar un garbeo, las más o menos maquilladas cifras a que les dé el aire, y hasta la próxima… que será el mes que viene. Por supuesto, también el empleo se balancea sobre la misma ola y los mismos parámetros.
 
             En este mismo periódico, por ejemplo, hace poco, y con motivo de uno de los últimos artificiosos castillos de fuegos de artificio, hacía glosa de las siempre laureadas ventajas económicas de estos subidones. Ocho eran las empresas pulsadas, las ocho del mismo sector, las ocho de idéntico tipo de negocio, las ocho de idéntica naturaleza, los ocho bares, naturalmente tío Vicente... Y todos y cada uno de ellos entonaba la misma cantinela de media medida: Ha venido más gente que el año pasao... Pero hemos tenío la misma caja… Porque como hay más competencia… Pues toma ocurrencia, señá Prudencia.

             Y no me sirve que me digan que sí, bueno, vale, es que claro, el caso es que se gasta y eso, y que las perras corran… Sí, y que ladren, y muerdan, y tal y tal. Pero eso me vale pero no me sirve. Es un sector muy, pero que muy, respetable, que conste, y que nace de las tripas más hondas de la genética hispana. En la posguerra se carecía de todo… menos de bares. No había tiendas, y las pocas que habían estaban vacías, pero había un bar en cada calle de cada barrio de cada pueblo. Un bar abierto las 24 horas del día todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año. Un bar era como los de la guardia civil y los del Ocaso. Servían (y tampoco era poco) para refugiar, gestionar y rumiar la miseria de los parroquianos, pero era parte de la vida y, por lo mismo, ayudaban a vivir al tiempo que se ayudaban a sí mismos a sobrevivir.

             Pero no me vale, porque igual hace treinta o cuarenta años, incluso en este mismo roal en el que sigo viviendo, había una realidad industrial: fábricas, talleres industriales, industrias de transformación, manufactureras, de maquinaria, textiles, cerámicas, deportivas, de áridos… y un laaargo etc. que hoy es absolutamente inexistente. Ya no queda nada de todo aquello. Lo que se dice nada. Y podría nombrarlas una a una, cómo existieron, y cuándo y dónde fueron desapareciendo. Irremisiblemente. Eso es un hecho constatable, palpable y medible. Pero eso sí, las cafeterías, pubs y terrazas se han multiplicado como las setas. Es un fenómeno indiscutible. Como indiscutible también es que los cientos de obreros que trabajaban de fijo en ese tejido industrial perdido, ni siquiera la cuarta parte se cobijan de eventuales malpagados como camareros en el “nuevo tejido desarrollístico”. Está claro que algo ha pasado, algo ha cambiado, y no para bien precisamente, o, al menos, no para mejorar lo que ya había. Y es que hemos disfrazado el desempleo de subempleo y lo llamamos empleo. Pero no lo es.

             Sin embargo, la triste realidad es que este cambio nos lo hemos vendido a nosotros mismos y se lo hemos vendido a Europa como nuestra indiosincracia. Y Europa ha dicho que bueno, vale, de acuerdo, posloquequeráis… y nos ha designado como país de servicios turísticos. Tenemos sol, buen clima, buena comida y buenos profesionales. Los mejores masterchefs del continente… Fiat. Hágase pues según vuestra palabra. Y la palabra se hizo carne y pastel de carne, y dieta mediterránea. Posamén.

             Conste, sin embargo, que no estoy criticando un sector. Critico nuestra dependencia de un solo sector. No es lo mismo. Estamos arriesgando mucho, demasiado, al cargarnos la diversificación económica que teníamos para apostarlo todo a una sola y única opción. Ya no sabemos producir, solo sabemos servir. Si funciona el turismo, todo resuelto, y si no funciona, todo revuelto… Por eso en temporada baja en divisas solo se divisa el turismo interior, el yo me lo guiso y yo me lo como, el cambiarse de bolsillo los perrolos… que mientras rulan no chamban


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