ES COMO ES, PERO NO ES ASÍ...

A esto que los voy a contar se le llama rizar el rizo. Pero lo cierto es que supone mucho más que eso. Fíjense qué cosas pasan, o pueden llegar a pasar, llegado el caso… Son retruques de la vida que salpican tan cerca de lo que a uno le es propio, o familiar, o cercano, que nos pone a pensar si esas cosas pasan porque pasan, o si pasan porque deben pasar. No lo sé. Pero júzguenlo ustedes mismos:
 
                Un columnista conocido mío de un periódico que no es este periódico, cuenta que otro columnista amigo suyo, de otro periódico distinto, valga la carambola, estaba atravesando un largo período depresivo. De hecho, su loquero le había diagnosticado una depresión severa. Así que el hombre, un sufrido free lance, en castellano viejo un porsucuenta, se encontraba en un doble problema comunicante, que a su vez, incidía directamente en la gravedad de su dolencia. Resulta que en ese estado no era capaz de escribir, pero si no escribía tampoco comía, pues tampoco cobraba, por lo que entró en un círculo vicioso de difícil salida, como no fuera ésta salir por la ventana… Y tampoco servía, pues desde un primer piso solo se garantizaba una rotura de costillas como mucho.

                Así que mi conocido le propone a su amigo una elaborada solución. Le escribiría sus artículos, si bien, claro, que firmándolos con el nombre del enfermo, mientras durase su recuperación. No sin antes perder sueño y sosiego por las legítimas dudas de si eso sería fraude, suplantación, falsificación o cualquier otro delito penal. Pero pudo más el deseo de ayudar al compañero en apuros que el riesgo. Así que puso manos a la obra. Ni qué decir tiene que tuvo que hacer un enorme esfuerzo en adaptar su estilo y adoptar sus modos, sus giros, sus formas y querencias, sus contenidos y tendencias, sus apegos y desapegos, sus temas favoritos… Nada más difícil que suplantar la columna de otro.

                Pero la cosa se complica aún más cuando empieza a sentirse a gusto, a encontrarse cómodo en la piel, mejor dicho, en la pluma, del otro. Y peor aún, o mejor, nunca se sabe, cuando empiezan a llegarle (al otro) ofertas de mejoras económicas de otras cabeceras de periódicos, ajenas a ambos. Ítem más, la de su propio periódico ofreciéndole más al otro supuesto que a sí mismo… Un fenómeno que, en modo alguno, tampoco le había ocurrido a su amigo. De hecho, la impostura le permite a su amigo obtener más ingresos que cuando realizaba su propio trabajo. Ganaba más enfermo e inactivo que sano y activo. Ahora creo que se estaban planteando formar tándem, o mi conocido tomarse un año sabático y que ese amigo suyo lo suplantase a él, en justa reciprocidad. Y ahí están. Y en eso mismo andan…

                Lo que esto pone de manifiesto es el viejo asunto del “negro”, que escribe al autor consagrado y reconocido, y vive a la sombra de la fama de una firma que no es la suya. Pero lo curioso del caso, es que si escribe lo mismo con su nombre, no se come una jodida rosca. Se muere de asco. Mientras el que tiene el prestigio vende con su sola firma el trabajo del otro, y lo vende muy bien.


                Un día, hace ya algún tiempo, otro amigo me preguntó: ¿no ganarías más con esto escribiendo para otros?.. Es que yo no gano nada, pues nada me pagan, le contesté… Pues más a mi favor, me dijo, si has pegado la etiqueta “gratis” a tu nombre, tu nombre jamás tendrá valor alguno, y nadie lo comprará, así que es mejor cambiar de nombre que cambiar de etiqueta… y, ¡coño!, desde entonces que me lo estoy malpensando. Y lo que malpienso no me gusta nada. Porque lo que hay de verdad detrás de todo esto es que uno mismo es el culpable de no ser valorado, y de que todo el mundo se te acerque con el derecho hecho y creado, ya que no adquirido, de que la labor que te piden no tiene ni valor ni precio. Y hasta se ofenden por el mero supuesto de tener que pagar cualquier algo por tu trabajo. Pero tú no puedes sentirte ofendido por ello. Es así de crudo, pero así de cierto… Lo demás son milongas.

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