EL TIEMPO
Las horas no
duran, los minutos no llegan, los segundos no están… Tempus fugit, que dijo aquel filósofo de ayer, y sabio de siempre…
Y no es que el tiempo vuele, no, es que el tiempo no existe. Simplemente, no
existe… Hace un siglo, Einstein lo demostró en su teoría de la relatividad, y
puso su conocido ejemplo de los hermanos gemelos, conjugando la distancia y la
velocidad. Dos niños de igual edad. Uno sube a un vehículo espacial que se
desplaza a la velocidad de la luz, y el otro queda aquí, esperando a su
hermano. Los años-luz del que viaja son mucho más cortos que los años
terrestres del que queda, de modo que, cuando el primero regresa, aún es muy
joven, mientras el que lo espera ya es un viejo. El tiempo ha pasado mucho más
despacio aquí que viajando por el espacio. Luego el tiempo como tal, no existe.
Eso es pura física…
Entonces… si el tiempo, como
fenómeno, es elástico, y como concepto, es relativo, ¿qué es lo que realmente
mide nuestras existencias?.. Pues, bueno, yo voy a responder a esa pregunta con
otra teoría, que, aún siendo mía, no por eso deja de ser teoría. Y la
contestación es que son las vivencias, las experiencias, la vida, o más
exactamente, lo que cada cual tiene necesidad de vivir. A ver si pudiera
explicarlo… Si volvemos a los gemelos, uno ha vivido más que el otro, ergo es
más viejo. ¡Menuda perogrullada, mi brigada..!, exclamarán algunos. Pero,
claro, yo me refiero a vivir la medida de nuestras experiencias, no al
transcurso del espacio-tiempo, aunque también. Naturalmente, se pensará no sin
lógica, pero es que lo uno es directamente proporcional a lo otro… O no,
contestaré yo, con perdón…
Lo cierto es que nunca sabremos
si el tiempo pasa por nosotros, o somos nosotros los que pasamos por el tiempo.
Mejor dicho, nos lo inventamos, lo fabricamos, porque lo necesitamos para vivir
nuestras experiencias. Es como la nata montada, como las matriuskas rusas, como
una ilusión dentro de otra… Por eso mismo ese tiempo se ralentiza con las
experiencias fatigosas y se acelera con las agradables… Pero, leches, eso es
una ilusión, se me dirá. Pues sí, ¿qué he dicho yo?.. que el tiempo es una
ilusión, ¿no..?, que no existe como tal. Por eso mismo aseguran estudiosos y
científicos que, estadísticamente, está demostrado que las personas felices
viven más que las personas desgraciadas. Quizá sea porque, al parecernos corta
por la dicha, la alargamos, y, por el contrario, al parecernos larga por el
sufrimiento, la acortamos…
¡Claro, joer, es que todo es
relativo, mira tú..!. Pues ya lo sé, eso digo, y ese fenómeno, que nosotros
vemos tan lógico y normal, es la parte más cotidiana y doméstica de la famosa
teoría de la relatividad con la que, hace cien años, Einstein revolucionó la
física convencional y abrió el camino a la física quántica. Y en esas mismas
estamos. Que hace apenas unos pocos meses que han descubierto lo que don Albert
aventuró como el principio de todo lo creado, o, al menos, su sonido: las
llamadas por él ondas gravitacionales. Un ruido de fondo del universo que
comenzó hace 13.500 millones de años… de años terrestres, se entiende,
estáticos, no en movimiento, porque, si así fuera, entonces a mayor velocidad
menor tiempo, hasta llegar al mismísimo punto cero, al lugar, el momento y el
origen de todo.
Y con esta aparente paradoja,
valga la redundancia, volvemos al principio de este artículo. Si hace tantos
miles de millones de años, ¿cómo es que oímos la música del principio de la
creación como si estuviese sonando ahora?.. Pues por eso mismo, porque el
tiempo no existe como lo vivimos. Porque el pasado y el futuro están pasando a
la vez en un solo y único tiempo hecho de presente. De ahí que escuchemos lo
que pasó ayer como si estuviese pasando hoy. Porque, en realidad, no ocurrió,
sino que está ocurriendo…
…Y conste que no he visto un
solo capítulo del jodido Ministerio del Tiempo. El guión me parece muy bueno,
pero los actores son muy malos. Malísimos. Y eso sí que no es relativo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
/ El Mirador/ www.escriburgo.com
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