LA FÉ

Una buena amiga, no hace mucho tiempo me comentaba que ella controlaba su buen estado de salud con meditación. Nunca, jamás, diré yo que eso no sea posible, pues lo es sin duda alguna. Otra cosa es que le funcione a todo el mundo. Más bien a pocos, muy pocos… Yo creo que existen personas dotadas para ello (poquísimas) y personas no dotadas (muchísimas). Por supuesto que un servidor se considera de las segundas. “Es que eso se aprende”, me asegura la afortunada. Bueno, pues entonces cambio el supuesto: existen personas dotadas para aprender (poquísimas) y otras que no lo están (muchísimas). Yo sigo siendo de las segundas. Y sí… llegué a practicar todas esas técnicas recomendadas de la visualización creativa y/o sugestiva, etc… Pero, nada, como el que tenía un tío en Graná, que ni tito, ni ná de ná… “Eso es que no tienes fe”, se me argülle como explicación. Pues eso será. Que, a pesar de creer en la posibilidad, no creo en la realidad. Que mucha práctica y poca factibilidad. Pos pué ser…


                Aunque la meditación bien entendida, la auténtica, al menos en teoría, es no pensar en nada, conseguir un vacío mental absoluto, contactar con la nada interior. Los maestros yoguis de pata negra lo hacen ordinariamente de forma natural. Solo trascendiendo la realidad aparente (la que vivimos) se puede conectar con la verdadera realidad, con la verdadera naturaleza de las cosas, no la materia con la que se cubren y captamos, y sentir que estamos fundidos con ella, que somos parte de ella. No es, ni más ni menos, que lo que hizo Buda. Dejar irse todo el barullo mental para terminar sintiendo que él y lo absoluto es todo lo mismo… Como verán, la teoría me la sé toda, pero la práctica… ¡joder con la práctica..!, ahí soy también el absoluto, pero un absoluto negado. Así que intento arrimarme al Cristo, a Jesús, que, si bien Él fue otro “avatar” – adelantado – que lo practicaba como el respirar, lo enseñaba a los burricos como este que escribe esto, dando un amplio rodeo… o varios. Y aquí viene lo de la fé, lo de creer si ver, y todo eso. O, al menos, y hablando de creer, así lo creo yo.

                Él se hartó de decir en su Evangelio a los que curaba, que no dijesen que había curado a nadie, pues no era así, ya que los que sanaban eran ellos, que se sanaban a sí mismos. “Tu fé te ha curado, no yo”, les repetía a todo quisque al que le hacía un favor… Es uno quien se hace el “milagro” a sí mismo. Los otros, o lo otro, es solo un catalizador de la propia energía enfocada por la fuerza de su fé. Ese catalizador puede ser una Virgen, un Santo, una fuente, una cueva, o cualquier lugar santimágico, como yo digo. También una medicina que no es tal medicina. Lo que pasa es que la ciencia, muy dada a concretar, lo etiqueta como efecto placebo, y la religión, muy dada a generalizar, lo mete en el saco de los milagros por la fé. Pero, tanto en un caso como en el otro, es la fuerza interior de la persona la que logra el efecto, es el convencimiento pleno, la confianza absoluta, la creencia sin límites, ni dudas, es el saber más que el creer en la certeza que se va a producir lo que se desea… Y eso, amigo mío, no es tan fácil como se dice, aunque así mismo se piense.

                Lo que ocurre es que, en esto, la Iglesia ha barrido para casa, como siempre. Y manipula esa fuerza, esa llamada fé, a través de su inacabable iconografía, y por medio de sus dogmas, otorgándose una exclusividad que nunca ha tenido, y una interpretatividad que jamás ha poseído, y manejando los hilos para propio beneficio, argumentando siempre que los resultados se obtienen por mediación de algún agente sagrado de su exclusiva propiedad, controlado por ellos, y combatiendo con todos sus medios para que la persona no actúe por libre y busque en su propio interior, que es donde se encuentra el Padre, como el mismo Jesucristo enseñó…

                Pero yo pienso, y así lo creo, que si se pide a Dios valentía, no es que nos haga valientes, no, si no que nos da la oportunidad de adquirir esa valentía. Que si le pedimos serenidad, no nos hace serenos, si no que nos concede la posibilidad de obtener serenidad. Que si le pedimos conocimiento, no nos hace sabios en absoluto, si no oportunidades de obtener sabiduría… Yo no creo que Dios nos de fé si se la pedimos, pero sí posibilidades infinitas de encontrarla… Yo creo que Dios nos da esas mismas infinitas oportunidades para conseguir logros igual de infinitos, pero nosotros hemos de poner nuestra parte de trabajo. Solo así sería justo. Pedid y se os dará la oportunidad de obtener lo que pedís, pero esforzaos en ello… y pensad un poquico que para eso se os ha dotado de inteligencia… vamos, digo yo…

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