EL FUTBOLÍN
Que España se ha empobrecido, es
algo que no admite discusión alguna. Sin embargo, lo malo no es empobrecerse.
Lo malo es que una gran parte se empobrezca para que una pequeña parte se
enriquezca. Y lo peor de lo malo es que una crisis económica, como la que aún
padecemos, se gestione a cargo de los mayores estándares de desigualdad de toda
Europa, para que los ricos sean más ricos a costa de que los pobres aún sean
más pobres, si cabe, y tanto en calidad de pobreza como en cantidad de pobres.
Eso es lo que ha hecho el ejecutivo que tanto se ufana y vanagloria de haber
logrado semejante hazaña: que la poca – o mucha y escondida – riqueza que hay,
se reparta con una regla que mide con sangrantes diferencias. Donde se dictan
amnistías fiscales para potentados y evasores, y se castiga inmisericordemente
a los más débiles y desfavorecidos.
Hoy es cuando más circula la
balsámica máxima de que no es más rico el que más tiene, si no el que menos
necesita, pues, aún siendo verdad, igual puede servir de filosófico consuelo.
Pero, por el mismo principio, también es posible asegurar que no es más pobre
el que menos tiene, si no el que menos debe, pues ya se encarga el sistema de
que los ciudadanos vayamos ligeros de vientre y de bolsillo, bien recortando
las prestaciones que, en justicia, debiera prestar, bien subiendo impuestos
que, en la misma justicia, debiera recortar, bien fomentando un consumo que,
por sacabarrigas, hedonismo, o pura necesidad, se consiga el fin que se busca:
que los dineros no duerman anchos en el bolsillo del pobre, si no apretados en
el bolsillo del rico. O para que el capital resida en la ribera opulenta del
Mississipi y no en la de los esclavos que lo sudan. El dato que prueba lo que
aseguro es que el último año España adelgazó un 20% más su ya muy mermada clase
media.
Y es verdad que el que nada
necesita todo lo tiene, pero eso, ya digo, siempre que no deba lo poco que
tiene, o hasta lo que no tiene. Cuando mi hermano y yo éramos niños, que
repartíamos periódicos sobre sandalias de goma, nada queríamos que no
tuviésemos. Las sandalias eran nuestras, y los periódicos y las calles nos
procuraban unos céntimos de propinas con que poder jugar al futbolín. Lo demás,
sabíamos por educación que no nos era posible poseerlo, que la sociedad aquella
nos marcaba nuestra posición en el tablero, nuestra casilla en el escaque…
Tenéis lo que tenéis, pero no lo debéis. Es vuestro. El resto lo tiene quien
puede (quizá quien debe) tenerlo. Y no es vuestro. Así que conformaos y sed
felices, pues si alguna vez podéis, con el fruto de vuestro trabajo, compraros
el futbolín, será porque lo merecéis, y entonces podréis hasta cobrar para que
jueguen otros más pobres que vosotros. Esas eran las reglas. Ese era el
mensaje…
Hoy, el mensaje es más complicado.
Son dos. Hay uno público, y otro oculto. El público es que compres lo que
quieras, cuando quieras y como quieras, que nosotros te damos el crédito.
Vivirás con la ilusión de que lo tuyo es tuyo, como antes, solo que no es
verdad, porque lo que crees que has comprado fiado más lo que creías que era
tuyo, en realidad será todo nuestro. Tú lo usarás como tuyo hasta que nosotros
lo reclamemos, que será cuando toque recoger la pesca en las redes que
previamente echamos al agua en su día en el mar de los peces. El oculto es que,
si eludes la red, o crees tener el futbolín amortizado, entonces las monedas
tampoco serán tuyas, porque serán del recaudador, del estado, de una
administración que, como en un monopolio, te procurará sostén y servicios, aún
a cambio de tu propia inseguridad. Y entonces, te lo reclamaremos… Porque tú
solo eres el muñeco de nuestro futbolín.
Ha pasado más de medio siglo, y
hemos cambiado una miserable realidad por un dorado espejismo. El cambio fue
gradual, halagüeño, y casi que hipnótico. Ni punto de comparación, me dicen los
que aún viven dentro del sueño… Possssí,
pero no por eso deja de ser un espejismo.. Mañana te recortarán aún más el poco
pienso que aún te echan en el pesebre, te aumentarán el tributaje, y te darás
cuenta de que lo que se repartía entre muchos ha quedado en la bolsa de unos
pocos. Demasiada faltriquera para tan ya poco bolsillo con que jugar al
futbolín… Futbolín que sigue sin ser nuestro, claro...
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