CONCIENCIA o ÉTICA


Existe por ahí una frase que suele repetirse mucho. La de “fulano, o fulana, tiene mala conciencia”. Lo cierto, la verdad, es que la conciencia no es ni buena ni mala. Por lo tanto, no se puede tener mala conciencia, como no se puede tener buena conciencia. Simplemente, se tiene, o no se tiene, conciencia de algo… Lo que pasa, y esto puede parecer curioso pero no es extraño, es que no tenemos conciencia de la conciencia. Hagamos una prueba, si no: salgamos a la calle y preguntemos a los jóvenes con los que nos tropecemos, ¿qué es la conciencia, acho..?. Pidámosles que definan la conciencia. Es posible que nos llevemos una buena sorpresa. O tienen una noción deformada de la misma, o no tienen ninguna noción sobre la misma. Y esto, lo reconozcamos o no, es un enorme fallo, no es sino una enorme carencia, de nuestro sistema de formación y educativo.

            En realidad es que las personas tenemos conciencia de nosotros mismos. De nuestra existencia, de nuestras experiencias, de nuestras vivencias, de lo que hacemos o deshacemos, y de lo que dejamos de hacer, de nuestros hechos y deshechos y de sus efectos, e incluso de las causas de nuestros hechos. Solo los seres humanos, o eso aseguran, tienen la capacidad de tener conciencia en sí mismos de sí mismos, pero eso no quiere decir que la conciencia personal de cada bicho viviente… perdón, de cada bicho pensante, sea un Pepito Grillo que lo lleve de su mano por el camino correcto, mucho menos  éticamente correcto. Si acaso, es una herramienta de la que dispone ese bicho, casi más sintiente que pensante por cierto, para intentar con ello labrarse ese jodido y puñetero camino, sea éste bueno o malo…

            Pero, de hecho, o somos unos desaprensivos mentales, o disminuidos, y carecemos de conciencia, o somos de la mayoría normal, y la tenemos. Cada cual la suya, más o menos homologada, pero la tiene. Los políticos del separatismo catalán, por ejemplo, tienen plena y cumplida conciencia de que mienten, falsean la historia y los datos, incumplen normas y leyes, retuercen la verdad y envenenan la postverdad, e incluso llegan al chantaje y la violencia a través de sicarios para conseguir sus fines. Los jóvenes practicantes del botellón, a un suponer, tienen absoluta conciencia del daño que se hacen a sí mismos y a la comunidad, como a toda la sociedad. Los gobernantes tienen perfecta conciencia de sus embustes, y saben en cada momento y lugar cuando mienten, e incluso los motivos de porqué lo hacen. Impunemente. Y todos sabemos cuándo robamos, cuando maltratamos, cuando violentamos, cuando abusamos de algo o alguien. Y todos tenemos plena conciencia de lo que hacemos en nuestra vida, como de lo que hacemos de nuestra vida. De lo bueno y de lo malo. Lo que pasa es que unos pocos saben distinguir lo positivo de lo negativo, y unos muchos no saben distinguirlo. Pero la conciencia no lo enseña, solo tiene constancia de su registro como vivencias.

            Los líderes del separatismo, por volver a los mismos ejemplos ilustrativos, son plenamente conscientes de lo que hacen, pero creen – se engañan voluntariamente a sí mismos – de que lo que hacen mal es por un bien mayor. Aunque ese bien sea absolutamente egoísta, insolidario, o dañe a muchos para solo beneficiar a unos pocos. Los jóvenes irresponsables consigo mismos y con la sociedad, saben lo que hacen y hacen lo que quieren porque están convencidos que sus derechos son más importantes que sus obligaciones. Los políticos que mienten creen que el mentir es parte de la política, o que el robar es cobrarse lo que la sociedad les debe.

            Todos tenemos conciencia de nuestros actos, pero casi nadie actúa según una conciencia recta. Y es por eso mismo, porque tener conciencia no es garantía de obrar bien, si no, simplemente, de obrar según consecuencias. Otra cosa, claro, es obrar, no con conciencia, si no con ética. Eso ya es harina de otro costal, amigo mío. El tener una conciencia ética es una joya para cierta clase personas (para otras supone un obstáculo) pero eso no quiere decir, como creemos o nos han hecho creer, que la conciencia es igual a la ética. No señor. Son dos cosas distintas. Bien diferentes una de otra. Y no siempre se dan juntas en el ser humano… Yo tengo conciencia, tú tienes conciencia, él tiene conciencia… pero ética… como el valor en la mili, tan solo se nos supone.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Miradorwww.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


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