DE LA FELICIDAD


La conductora de mi programa radiofónico, Micaela, me insta a que escriba, no sé…, sobre la felicidad, por ejemplo. Ahí es nada. Al principio, miras, sonríes, y piensas para ti mismo, “pues sí que me lo pones fácil, guapa…”. Luego, te vas diciendo que, a ver por qué no. Que la felicidad no exista realmente, o que no sea de este mundo, como dicen muchos, no es óbice para no tratar sobre ella, coñe… ¿No se escribe sobre ciencia ficción?.. Y toda estas elucubraciones para, al final, un día que tienes la pensadera perezosa, la pluma ociosa y la mente en blanco, convenir que… Al menos, inténtalo, a ver si eres capaz, y de paso, le das satisfacción a una buena amiga. Y… bueno, pues aquí estoy.

                Lo cierto, la verdad, casi todos los filósofos y médicos lo dicen, es que “el ser feliz es una decisión que afecta directamente a la salud”, y aclaro que la cita se la copio literal a Elsa Punset. Pero, fíjense en la construcción de la frase, que hay un detalle muy importante. Dice que el ser feliz es “una decisión”, no un hecho contrastable, y que eso afecta a la salud en positivo. Más claramente, está diciendo que para ser feliz hay que decidir serlo… a pesar de todo, añado yo. No dice que se es. Y no se es, porque la felicidad en sí misma no existe, como tampoco existe por sí misma. Hay que esforzarse en desear, no la felicidad, si no el ser feliz, que no es lo mismo. Y querer ser feliz es saber que la felicidad no es una sucesión de factores cojonudos y chupiguays, sino una situación mental inducida por uno mismo. Hay que abstraerse y prescindir de muchas cosas del entorno para ser feliz…

                Y es un estado mental por algo muy simple. Porque nuestro cerebro no está programado para ser feliz, no señor… Nuestro cerebro está programado para la supervivencia, que no es igual. Biológicamente, en lenguaje atávico, el cerebro se preocupa cada día por que llegues vivo a la noche, y, a ser posible, en paz con tus tripas, o sea, con la barriga llena. En lenguaje actual, llegar a final de mes. Pero no le preocupa un ápice si eres feliz o no lo eres… Como mucho, si estás satisfecho, y ni siquiera eso, solo si estás vivo. Y la verdad es que, en eso, hemos evolucionado poco. Yo diría que aún somos humanidad y todavía no somos personas, no sé si me explico… Nuestra mente, hija de nuestro cerebro, ha sido educada desde pequeñita por su padre en que prima la necesidad, no la felicidad, y eso es un lastre que la pobre mente le cuesta un trabajo inmenso quitárselo de encima, porque sabe, además, que ese principio ayudó a su padre a salvar primitivas generaciones humanas, y no se debe despreciar tal precaución.

                Pero la mente es poderosa, más incluso que su primario padre, el cerebro, y su actitud y sus decisiones pueden obrar milagros, dado que tales milagros, en realidad, solo existen en la actitud y la aptitud mental. “No os curo yo, si no vuestra fé en Mí”, dijo aquel nazareno genial. “Decidle a aquella higuera que se seque, y se secará”… Y se hartó de repetir que “con la fé podréis mover montañas”.  La mente tiene el poder de sanar o enfermar al ser humano, e incluso de transformarlo para bien o para mal. Así que la mente también es capaz de lograr la felicidad (relativa o integral) para ese ser humano al que habita. Pero es la fuerza de voluntad del ego quien debe tomar la iniciativa. Por eso que la felicidad es una cuestión de voluntad.

                Para mí, personalmente, es la sensación de plenitud con uno mismo, y tiene uno que absolverse de sus pecados, aunque yo no sepa cómo hacerlo… Por eso me es tan difícil escribir sobre la felicidad para mi amiga. Heráclito y los sabios griegos aconsejaban su práctica, y la llamaban “perspectiva cósmica”. Se imaginaban alejándose de su casa, sus familiares, su país, sus problemas… flotando en el espacio veían aquello como un todo, o como parte de un todo, ajeno a ellos mismos, aunque parte de ellos mismos. Es lo que luego practicó Buda… Pero hay un pensador, Selighman, el padre de la psicología positiva, cuyo método es el “sé feliz a tu manera”. Y expone tres formas de encarar la vida: la vida placentera, la buena vida, o la vida valiosa, y que cada cual se apañe, y se conforme, con la que elija. Hay quién busca “su” felicidad en cualquiera de los tres campos, pero, me temo, que no se pueden dar todos a la vez, ya que el tercero haría inviable los otros, como igual al contrario, pues la plenitud es imposible. Pero esto, claro, es tan solo que una opinión personal.

                Yo me contento con contentar a Micaela, y me alegraré de alegrar a los que les interese el tema y me lean, o me escuchen luego, en la radio… En cierta forma es una satisfacción, que es lo que más se acerca a la felicidad, lo que más se parece a aquello que se busca y no se encuentra. Así que si os sirve de algo, me sentiré feliz de haber sido útil… pero solo un ratico, claro. A lo mejor la felicidad solo es eso…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/rad

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